📞 ― Maybe . . .

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Si pasarla mal fuese un deporte, Alpha sería la ganadora

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Si pasarla mal fuese un deporte, Alpha sería la ganadora.

No podría decir que tenía mala suerte, eso era propio de Ongsa, pero Lapha había desarrollado un gusto increíble por buscarle todo lo negativo a cualquier situación, persona, ambiente e incluso a ciertos animales. Muy incómodo y frustrante para dos adolescentes que buscaban ayudarla.

Estaba a solo dos días de levantar una bandera blanca para rendirse, pues dos semanas sin saber de Charoen eran suficiente tortura para matarla.

― Me siento enferma. ― Aylin dejó de dibujar para mirarla. ― Me duele la garganta, la cabeza, el cuello, el estómago, los-

― Si comieras no tendrías esos problemas.

― ¿Qué tiene que ver mi alimentación con esto?

― Mucho. ― El rostro de Aylin se volvió más severo, casi como si estuviera a punto de darle el regaño de su vida.

Le sacó la lengua y volvió a tirarse sobre el sofá. ― Ni siquiera vienes a tomarme la temperatura.

― Date una ducha de agua fría. En la nevera hay cubitos de hielo.

― ¿Me quieres explicar cómo voy a ducharme con cubitos de hielo?

― ¿Quieres bajar la temperatura o no?

La puerta principal se abrió, el sonido de las zapatillas siendo reemplazadas por unas sandalias hicieron eco en la cabeza de Alpha.
De verdad iba a morir. ― Estoy en casa.

― Manut Alpha se siente enferma.

― ¿Comiste?

― ¿Qué tienen las dos con la comida?

― ¡Eso le dije y no quiso! ― Alpha se acurrucó más en ella misma.

Su cabeza martillaba, como si ella fuese el clavo que debería sostener maderas.

― ¿Alpha?

― ¿Uhm?

― ¿Quieres ver una película conmigo? ― La mano de Ongsa reposó sobre su frente durante unos segundos, antes de quitarla y ponerse de cuclillas frente a ella.

― ¿Puedo hacerte una pregunta?

― La que desees.

― ¿Dónde está Charoen? ― Alpha volvió a maldecir internamente. Los silencios incómodos siempre regresaban cuando preguntaba por su expareja.

¿Estaba mal querer saber de ella incluso si había jodido todo? Alpha aún quería saber de ella, aunque sea para que Charoen le diga que la odia o que esperaba nunca más verla.

Pero Alpha deseaba verla una última vez.

― Creo que la fiebre te hace delirar, manut.

― ¿Podré verla en clases?

― Aún falta mucho para clases, ¿Por qué mejor no subes a mi cuarto y te acuestas un momento? Yo subiré alguna pastilla para tu fiebre.

― ¿Ella está bien?

― Está en buenas manos, ahora sube.

― ¿Me odia? ― Abrió los ojos con dificultad, se sentía mareada y su vista borrosa le daba una idea de que efectivamente se había enfermado. ― ¿Puedes ser sincera conmigo, Ongsa?

La más alta pasó una de sus manos por su cabello, mirándola sin emociones otra vez. ― No lo sé.

― Lo entiendo. Gracias. ― Se levantó del mueble a pesar de la debilidad de su cuerpo, subiendo las escaleras lo más rápido que sus piernas se lo permitían.

Le dolía, claro que le dolía, pero sabía que si Charoen la odiaba era por algo justo y merecido. Algo que ella misma se había ganado.

― Te ayudo, manut.

― Gracias.

Una vez en la habitación de Ongsa, Aylin se encargó de recostarla en la cama con cuidado, acomodando las sábanas y poniendo algún objeto que se sintiera frío sobre su piel.

― ¿Aún amas a manut Charoen? ― La pregunta la tomó por sorpresa. 

¿Amarla? Alpha adoraba a esa chica con su vida.

― Lo hago.

― ¿Por qué no la buscas?

― ¿Buscarla? No te ofendas, Aylin, pero si la situación hubiese sido al revés-

― No tienes confianza en nada. Solo estás viva porque piensas que tu posición en este tablero de ajedrez es avanzar de uno en uno, pero no buscas superarte y llegar a obtener el rey.

― Casualmente me siento como un peón.

― Lo sé, manut, por eso nunca avanzas las cosas a tu manera, porque esperas que los demás te muevan como marioneta.

― Eso fue grosero.

― Prefiero decirle realismo.

― Seguramente lo es. ― Alpha pateó las sábanas lejos de ella. El calor era insoportable. ― ¿Puedes abrir la ventana, por favor?

― Nunca traté a un humano con fiebre, pero estoy segura de que eso puede afectar más tu enfermedad.

― Es una simple gripe.

― Nunca se sabe.

― Ush. ― Sus manos sirvieron de abanico, aunque su poca fuerza no lograba echarle el aire que necesitaba.

El cansancio comenzó a apoderarse de ella, casi como si la hubiese estado buscando durante horas y ahora que la había encontrado, golpeó su cabeza con fuerza.

― Aylin, ¿Tú crees que Charoen podría perdonarme?

― Si Aylin perdonó a Luna cuando le revivió sus traumas, entonces tú también tienes esperanza. ― Aylin chasqueó la lengua al ser interrumpida por si prima menor.

¿Por qué Ongsa había tomado la costumbre de interrumpirla siempre que estaba hablando?

― Gracias, manut. Me fascinó tu comparación.

― De nada.

El perdón es lo que muchos buscan, porque el camino está lleno de clavos que se incrustan en tu caminar, obligándote a aferrarte a las primeras cuerdas que encuentras a tu alcance.

La pregunta es: ¿Son cuerdas buenas o están a nada de romperse? Nuestra desesperación es tanta que nos hace sostenerlas, aferrarnos como si nada más pudiese salvarnos del dolor.

Y es tan triste ver cómo muchas veces esas cuerdas se rompen, obligándonos a caer sobre aquel fierro que perfora en lo más profundo de tu corazón, haciéndolo sangrar lenta y dolorosamente; hasta que se rompe en miles de pedacitos que no parecen tener arreglo.

Soñamos tanto con crecer... Hasta que alguien suelta nuestra mano y nos deja caminar solos. 

 

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¡𝗣𝗈𝗿𝗻𝗈... 𝘀𝗈𝘁𝗿𝖺𝘀! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora