📞 ― 𝖭𝗈 𝗹𝗼 𝘀𝖾́ . . .

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No sabe cuánto tiempo estuvo mirando el techo, solo sabe que las lágrimas no han parado

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No sabe cuánto tiempo estuvo mirando el techo, solo sabe que las lágrimas no han parado.

Su cuerpo estaba tenso, doloroso, sin fuerza y quizá con una pizca de miedo. El suave colchón de sus padres no lograba calmar el ardor que su corazón quería expandir por todo su cuerpo. Dolía, quemaba, ardía. Todo al mismo tiempo.

Podía escuchar a su prima susurrar algo afuera de la habitación de sus padres, pero sus oídos seguían tapados, impidiéndole escuchar siquiera lo más mínimo.

Eres la hermana mayor, deberías tener más control y no permitir que tu hermana menor o tu prima lloren por tu culpa.

Más lágrimas bajaron, la culpa volviendo a golpearla.

― ¿Alpha? ― De reojo pudo ver la cabeza de Ongsa asomarse por la puerta. ― Pediremos pizza, esa que tiene piña y que extrañamente te gusta. ― Una sonrisa triste se escapó de sus labios.
Siempre tenía discusiones sin importancia con Ongsa y con Aylin, solo porque a ellas les parecía estúpido que una comida salada llevase fruta. ― También hicimos jugo de fresa, ¿Quieres probar? ― Negó con la cabeza. No tenía ánimos para comer. ― ¡Hey! ¡Aylin hizo un esfuerzo sobre humano para no tomárselo!

― ¡Valoralo, manut!

Volvió a negar. Sabía lo mucho que Aylin adoraba el jugo de fresa al igual que ella, pero esta sería la primera vez que se lo dejaría fácil. ― No tengo hambre. Lo lamento.

― Pero, Alpha...

― De verdad lo siento, pero no quiero comer nada ahora. No tengo ganas. ― Pudo observar como el rostro de su hermana decaía.

― Ah, no, aquí todos comemos a la misma hora y juntos. ― Aylin era paciente cuando la situación lo requería, pero no podía permitir que su prima se hunda en un barco sin rumbo y lleno de tormentas.

Abrió la puerta de golpe, olvidando que Ongsa aún se estaba recostado sobre ella.
Se detuvo para verificar que siguiera con vida, y corrió directo a la cama cuando la de lentes le levantó el dedo pulgar.

Ojalá no se le haya quebrado ningún hueso del rostro o tendría serios problemas con Sun.

― ¿Qué me dijiste cuando llegué?

― ¿Uh?

― Hace años, antes de mudarnos aquí. ― El rostro de su prima había interferido en su vista al techo. Ahora su panorama era el rostro enfadado de Aylin. ― No digas que no lo recuerdas, porque conozco tu buena memoria.

― ¿Que parecías un perro?

― No, lo otro.

― ¿Que Santa no existía?

― Manut, no estás cooperando.

― ¡Oh, lo tengo! ― Su voz salió un poco más fuerte de lo que ella habría querido, pero ni Aylin a su lado ni Ongsa, que se había sentado en la esquina de la cama mientras se auto consolaba, parecían molestas con ello. ― Te dije que eras adoptada. ― La sonrisa de Aylin se desvaneció poco a poco.

¡𝗣𝗈𝗿𝗻𝗈... 𝘀𝗈𝘁𝗿𝖺𝘀! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora