📞 ― Abuelo . . .

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El invierno estaba saludando a Charoen, dándole un saludo cuando los primeros copos de nieve se tatuaron en su nariz

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El invierno estaba saludando a Charoen, dándole un saludo cuando los primeros copos de nieve se tatuaron en su nariz.
Su abuelo estaba con ella, pero estaba hablando con Sun, al parecer le agradecía o le pedía disculpas por los inconvenientes. No lo sabía.

El ardor de su corazón no se había aliviado, al contrario, parecía ir en aumento, aunque no tenía mucho tiempo para pensar en ello cuando tenía a un gato naranja saltando de un lado para otro y sacándola de su burbuja constantemente.

Charoen no estaba segura de poder pagarle todo lo que hacía.

Su corazón estaba afligido, su cuerpo ardiendo era un reflejo de su estado; al parecer la fiebre no había querido bajar desde hace dos días. No estaba segura, Sun era la que estaba cuidándola y llamando a sus familiares para saber si podían venir a verla.

A pesar de su estado, su rostro reflejaba calma, como si los espasmos no se clavaran en su estómago o en su pecho.

¿Sun era algún tipo de angel? ¿De verdad no se sentía molesta porque pudo ser una piedra en su relación? ¿De verdad pensaba que era una buena amiga? Las preguntas aumentaban y su aflicción también, ¿Cuánto más debería aguantar? Nadie le dijo que amar era tan doloroso, tal vez habría tomado sus precauciones para no caer ante un mar de chocolate.

Pero el chocolate se volvió amargo.

― Seguramente estará mejor. ― La voz de su abuelo la hizo salir de su ensoñación. ― Puedes quedarte aquí el tiempo que mi hija tarda en sanar. ― Una sonrisa se extendió en su rostro.

Mi hija.

Su abuelo siempre la había tratado así, y era entendible teniendo en cuenta que siempre quiso una hija mujer... Lamentablemente solo tenía tres hijos varones.

― Entremos. ― Su abuelo la tomó del brazo sutilmente, tirando de ella para llevarla a un lugar más tibio.

Hizo presión sobre su asiento, negando la petición. ― Quiero quedarme aquí.

― Está frío.

― Lo sé. ― Otro copo de nieve cayó sobre ella, enviándole una pequeña llama que en algún momento pudo curar más que un corazón roto. ― Cuando era pequeña, siempre me decías que si un copo de nieve me caía en el rostro, era porque era una persona muy especial. ― Sintió el calor corporal de ambas personas a sus costados. ― Estuve esperando el invierno por mucho tiempo, abuelo. Creo que te echaba de menos.

Sun tenía la mirada fija en el cielo. Estaba abrigada hasta las orejas, un recordatorio de Ongsa de que no debía salir de casa solo con una bufanda. Su abuelo también estaba abrigado, pero solo con un abrigo y una bufanda que su abuela tejió en su adolescencia.

Charoen siempre había soñado con que su futura pareja también aprenda a tejer para hacerle una bufanda... ¿O tal vez debería hacerlo ella?

― También te eché de menos.

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