capitulo 32

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Halis sintió un peso abrumador en su pecho, como si la culpa y el remordimiento estuvieran aplastándolo. Recordó la noche en que Ferit, desesperado y con lágrimas en los ojos, se arrodilló ante él y suplicó:

– Abuelo, por favor, no me alejes de Seyran. La amo, y sin ella, no puedo vivir.

Ferit se arrodilló ante su abuelo Halis, sus rodillas golpeando el suelo con un sonido sordo. Su cuerpo se inclinó hacia adelante, sus manos juntas en una súplica desesperada. Sus dedos estaban entrelazados, como si estuviera rezando.

Sus ojos, llenos de lágrimas, se clavaron en los de Halis, buscando una chispa de comprensión, de misericordia. Su rostro, pálido y tenso, reflejaba la angustia que lo consumía. Sus mejillas estaban húmedas, sus labios temblaban.

Ferit apoyó sus manos en el suelo, como si intentara levantarse, pero su cuerpo parecía pesado, como si estuviera anclado al suelo. Su cabeza se inclinó hacia abajo, su cabello cayendo alrededor de su rostro como una cortina de desesperación.

– Abuelo... por favor... – susurró, su voz apenas audible. Su voz temblaba, como si estuviera a punto de romper en llanto.

– Sin Seyran, yo prefiero morir – agregó, su voz llena de desesperación. – No puedo vivir sin ella, abuelo. No puedo respirar, no puedo pensar... Sin ella, todo es oscuridad.

Su cuerpo temblaba, sacudido por sollozos contenidos. Halis lo miró, su expresión severa, pero Ferit no se detuvo. Siguió suplicando, su voz quebrada, su cuerpo derrumbado.

Halis, con una expresión severa, había respondido:

– Ferit, hijo mío, ese amor es una debilidad. Debes ser fuerte y olvidarla.

Pero ahora, al ver a Ferit tendido en la cama, inmóvil y pálido, Halis se daba cuenta de que su consejo había sido un error. El amor de Ferit por Seyran no era una debilidad, sino una fuerza que lo había mantenido vivo.

La culpa y el arrepentimiento inundaban el corazón de Halis. – ¿Y si mi consejo ha sido el responsable del sufrimiento de Ferit? – se preguntaba. – ¿Y si mi orgullo y prejuicios han llevado a mi nieto al borde de la muerte?

Los llamados de su familia resonaron en la habitación, sacando a Halis de su ensimismamiento, donde la culpa y el remordimiento lo habían sumido en una profunda reflexión. Horhan e İfakat acunaban a Ferit con suavidad, acomodándolo en la cama con una mezcla de ternura y desesperación.

Mientras tanto, Latif hablaba por teléfono con el médico, su voz llena de urgencia y preocupación. El pequeño Ümit Hacı, con su rostro enrojecido por el llanto, emitía un sollozo desgarrador que llenaba la habitación de tristeza.

İfakat, con una mezcla de esperanza y desesperación en su voz, pidió: – Dame al bebé. Quizás, con su presencia, Ferit despertará.

La habitación estaba envuelta en una atmósfera de tensión y emoción, el aire era denso y pesado. La familia de Ferit observaba la escena con ojos llenos de lágrimas y una esperanza que se desvanecía con cada segundo.

Ümit Hacı, aún llorando, se acurrucó junto a Ferit, como si intentara transmitirle su energía y calor. Halis, sumido en su arrepentimiento, se preguntaba: – ¿Y si mi consejo ha sido el responsable del sufrimiento de Ferit?

La espera parecía eterna, el silencio solo roto por los sollozos de Ümit Hacı y el sonido de la respiración de Ferit. La familia de Ferit aguardaba ansiosamente la llegada del médico, su presencia era la única luz en ese túnel de oscuridad.

 Cᴜʀsᴇᴅ ᴅᴇsᴛɪɴʏ┆𝐬𝐞𝐲𝐟𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora