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El Peso del Ciclo

Habían pasado semanas desde aquel momento en el que abrí los ojos por primera vez en este universo extraño y conocido al mismo tiempo. Love and Deep Space, mi juego favorito, ahora era mi realidad, y cada día que pasaba solo hacía que mi situación se volviera más desesperante. No entendía por qué estaba aquí, pero más allá de eso, lo que me atormentaba era el ciclo interminable de misiones que me obligaban a enfrentarme, una y otra vez, a monstruos cada vez más poderosos.

Al principio, cuando la MC —la protagonista del juego— me pidió ayuda, pensé que todo tendría algún sentido. Después de todo, ella era el centro del juego, la clave para avanzar en las misiones y derrotar a las criaturas que se interponían en su camino. Junto a ella, participé en varias batallas. Derrotamos monstruos que hubieran sido imposibles para mí enfrentar sola. Recuerdo uno en particular: una criatura inmensa con tentáculos de metal y ojos brillantes que despedían un calor abrasador. La MC, con su habilidad inigualable, fue quien dio el golpe final.

Cuando el monstruo cayó, el característico sonido de un protocolo cayendo al suelo resonó a nuestro alrededor. Era una de las recompensas más valiosas del juego: esos cubos metálicos que otorgaban puntos de experiencia y permitían subir de nivel. La MC lo tomó casi automáticamente, sin darse cuenta de mi mirada ansiosa. Cada vez que ella tocaba uno de esos cubos, una luz dorada envolvía su cuerpo, y al instante su nivel aumentaba. Era algo tan simple, tan natural para ella.

Pero para mí, no. Esa fue la primera vez que lo noté. Mi nivel no subía. Permanecía estancada en el nivel 1, como si todo el esfuerzo y las batallas no tuvieran valor alguno.

"¿Qué pasa conmigo?" murmuré para mí misma, observando cómo la MC continuaba su camino sin siquiera voltear a verme.

Intenté tocar uno de los protocolos que caían de los monstruos después de una misión que hice por mi cuenta, lejos de la MC. Mis dedos apenas lo rozaron cuando el objeto, en lugar de iluminarme como lo hacía con los demás, se desintegró en polvo. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Era como si el juego me estuviera negando el derecho a progresar, como si estuviera atrapada en un ciclo interminable de esfuerzo sin recompensa. No importaba cuántas misiones completara, cuántos monstruos derrotara. No podía subir de nivel.

Los días comenzaron a pasar con una monotonía cada vez más asfixiante. Misiones, batallas, heridas, cansancio... y siempre el mismo resultado. No subía de nivel, no ganaba experiencia. Mientras tanto, la MC seguía adelante, su poder incrementando con cada victoria. A medida que avanzaba, los monstruos se hacían más fuertes, más difíciles de derrotar. Y yo, en el nivel 1, apenas podía seguirle el ritmo.

Había momentos en los que pensaba en rendirme. No veía salida, no entendía por qué todo esto me estaba ocurriendo. Pero el juego no me permitía descansar. No importaba cuán agotada estuviera, las misiones seguían llegando, una tras otra, sin tregua. Intenté ignorarlas alguna vez, pensando que podría simplemente detenerme, dejar de participar. Pero el mundo a mi alrededor se congelaba, como si el tiempo mismo dependiera de que yo cumpliera con mis tareas. No podía escapar.

Recuerdo un día en particular, cuando, después de una batalla especialmente agotadora junto a la MC y sus compañeros, volví a la ciudad. El puerto espacial era enorme, lleno de vida, con naves entrando y saliendo, y personajes no jugables (PNJs) interactuando en las tiendas y mercados. A lo lejos, vi a alguien que me resultaba familiar: el Doctor Zayne. Habíamos luchado juntos en una misión reciente, derrotando a un enjambre de bestias mecánicas en una estación espacial abandonada. Durante esa misión, él había demostrado una habilidad increíble, curándonos y protegiéndonos mientras la MC y yo enfrentábamos a los monstruos.

Pensé que me reconocería. Que al menos me daría una señal de que no estaba sola en este mundo extraño.

"¡Zayne!" lo llamé, levantando la mano mientras corría hacia él.

Él giró la cabeza brevemente en mi dirección, pero sus ojos pasaron a través de mí como si no existiera. No hubo reconocimiento en su mirada, solo una indiferencia gélida. Continuó caminando, ignorándome por completo, como si no estuviera allí.

Mi pecho se apretó de frustración. Traté de seguirlo, de hablarle, pero nada. Era como si fuera un fantasma, invisible a todos los demás.

Días después, decidí buscar a Xavier, otro de los protagonistas. Si Zayne no me había visto, tal vez Xavier, con su intuición aguda y su capacidad para detectar lo que otros no podían, sería capaz de percibir mi presencia. Habíamos compartido varias misiones también, enfrentando criaturas que habitaban las profundidades de planetas inexplorados. En esas batallas, siempre había demostrado ser alguien confiable, atento. Si alguien podía verme, sería él.

Pero cuando lo encontré en uno de los puestos de avanzada de la ciudad, ocurrió lo mismo. Caminé hacia él, lo llamé por su nombre, incluso intenté tocar su brazo, pero pasó de largo, sin siquiera parpadear en mi dirección.

Ese día, algo dentro de mí se rompió. Ya no era solo el hecho de no subir de nivel, de no poder progresar como los demás. Ahora me daba cuenta de que, para ellos, yo no existía. Era como si el mundo del juego hubiera decidido borrarme de la narrativa principal. Los personajes secundarios tampoco me veían, ni me hablaban. Era un fantasma, atrapada en este ciclo interminable de misiones que no me llevaban a ninguna parte.

Empecé a evitar los lugares concurridos. No soportaba la sensación de ser ignorada, de que mi existencia fuera completamente irrelevante para los demás. Me refugié en los rincones oscuros del juego, donde los PNJs no se congregaban, donde las naves pasaban de largo sin detenerse. Traté de mantenerme alejada de la MC también. No podía soportar ver cómo ella seguía subiendo de nivel mientras yo seguía estancada.

Pero, por mucho que intentara escapar, el juego no me dejaba en paz. Las misiones continuaban llegando, implacables. Y los monstruos... los monstruos se hacían más fuertes cada día.

Recuerdo la primera vez que me enfrenté a uno de esos monstruos sola. Había sido una misión que el juego me asignó directamente. Un ser colosal, de metal retorcido y fuego líquido, con ojos que parecían perforar mi alma. Sabía que no tenía ninguna oportunidad, pero no había forma de huir. El juego no me permitiría escapar.

Luché con todo lo que tenía, pero mis fuerzas no fueron suficientes. Mis golpes apenas le hacían daño, y sus ataques me dejaban al borde de la muerte. Cuando finalmente logré derribarlo, quedé tirada en el suelo, respirando con dificultad, mi cuerpo lleno de heridas que no sanarían con facilidad. Y, como siempre, cuando intenté tocar el protocolo que el monstruo había dejado atrás, este se desintegró en mis manos.

El ciclo continuaba, y yo me hundía más en él. Cada día, más agotada. Cada día, más invisible.

𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃 | ꜱʏʟᴜꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora