La Verdad Entre Sueños
El descanso que tanto había esperado no llegó. Dormí, pero no fue ese tipo de sueño reparador que despeja la mente y el cuerpo; fue un estado pesado, cargado de pesadillas que parecían extenderse hasta el infinito. Una tras otra, las imágenes se sucedían sin cesar. Me vi atrapada en una batalla eterna, donde no luchaba por nada, donde el juego trataba de acabar conmigo una y otra vez, como si un virus hubiera invadido todo el sistema y me estuviera persiguiendo con una crueldad implacable. El miedo se apoderaba de mí en cada rincón de esas visiones. Mi cuerpo se sacudía en la cama, rodando de un lado a otro, sudando frío. Podía sentir mi corazón acelerarse en mi pecho, latiendo tan fuerte que casi dolía, y mi mente, atrapada en ese bucle de angustia, me hacía querer despertar, pero no lograba escapar de las garras del sueño.
Sentí que mis manos intentaban aferrarse a algo, algo real que me devolviera a la superficie, pero la sensación de estar atrapada bajo una marea oscura de pesadillas era demasiado fuerte. Quería gritar, pero ni siquiera en mis sueños mi voz salía. El desespero crecía en mi pecho. ¿Cuándo acabará esto?
Entonces, de repente, sentí algo distinto, algo que no pertenecía a ese mar de sombras: un calor. Era un calor suave, cercano, que me rodeaba con una especie de protección que no había sentido en mucho tiempo. Fue como una suave brisa cálida en medio de una tormenta helada. El caos de las pesadillas comenzó a desvanecerse lentamente, y aunque el miedo no desapareció del todo, la intensidad de las imágenes sí lo hizo. Poco a poco, los monstruos se desvanecieron y el virus que tanto me perseguía dejó de tener importancia.
Cuando la luz del día finalmente se coló por las cortinas, supe que había logrado despertar. Me estiré un poco, sintiendo el alivio de estar fuera de ese tormento. Pero mi alivio duró solo un segundo, porque en cuanto abrí los ojos, me encontré con una escena que no esperaba en absoluto.
Sylus, el siempre enigmático Sylus, estaba profundamente dormido a mi lado. Su rostro se veía increíblemente en paz, algo que jamás había visto en él, y sus brazos me rodeaban con una suavidad que casi me hacía olvidar el peligro que representaba. En ese instante, mi mente se aceleró. ¿Qué demonios está pasando aquí?
Mi primer instinto fue apartarme de su abrazo, lo hice bruscamente y me senté en la cama, mi respiración acelerada mientras lo miraba. El movimiento fue suficiente para que él también despertara. Parpadeó un par de veces, frotándose los ojos mientras intentaba ubicarse en el momento. Cuando abrió los ojos completamente, me miró con esa intensidad que lo caracterizaba, aunque ahora había algo diferente en su mirada: cansancio, pero también... ternura, o algo parecido.
—Deberías seguir durmiendo —murmuró, su voz era más profunda de lo normal, rasposa, producto del sueño interrumpido.
No pude evitar mirarlo con incredulidad. Aún procesaba la imagen de él durmiendo a mi lado, abrazándome como si fuera lo más normal del mundo. Intenté recomponerme lo más rápido que pude.
—¿Qué haces aquí? —espeté, con la voz cargada de confusión y una pizca de molestia.
Sylus bostezó ligeramente, incorporándose mientras se tallaba los ojos con el dorso de la mano. Se estiró y se acomodó contra la cabecera de la cama antes de contestar, como si todo esto fuera una conversación casual para él.
—Bueno, esta es mi habitación, ¿no? No creo que esa sea la pregunta correcta —respondió con una leve sonrisa en los labios, su tono despreocupado—. Lo que realmente quieres saber es por qué te estaba abrazando, ¿cierto?
No respondí, pero mi silencio fue suficiente para que continuara. Sylus se rascó la nuca y me miró fijamente antes de hablar de nuevo.
—Toda la noche la pasaste mal, Nina. Tenías pesadillas, no dejabas de moverte, de rodar de un lado a otro... y sollozabas. Parecías atrapada en algo. —Sus ojos rojizos, reflejaban algo que no lograba descifrar—. Pensé que si te abrazaba tal vez te calmarías. Y funcionó, de hecho.
Me quedé en silencio. No sabía qué decir. Parte de mí estaba agradecida porque realmente había funcionado; el calor que había sentido en mis pesadillas me había salvado de caer más profundo en ese abismo de oscuridad. Pero otra parte de mí seguía sin saber cómo interpretar que Sylus, este hombre frío y distante, hubiera sido quien me diera ese consuelo.
—Tu mente está herida —añadió, mientras se estiraba en la cama—. Algo está muy mal si sigues teniendo miedo incluso aquí, donde deberías estar a salvo.
Mis manos temblaban ligeramente cuando las coloqué sobre mis rodillas, que ahora había doblado contra mi pecho. Las abracé, buscando esa protección que me había faltado tanto tiempo.
—Eso es cierto —admití en voz baja—. No quiero seguir peleando.
Sylus me observó en silencio, con una mirada pensativa. Su presencia era innegable, pero esta vez no la sentí amenazante. Era más como si estuviera evaluando algo dentro de mí, como si estuviera tratando de decidir si podía confiarme algo importante.
—Bueno, debes saber que seguirás peleando —dijo, su tono bajo pero firme—. Pero no de la misma forma. La batalla constante que trae la vida es interminable, Nina. Lo sabes, igual que yo. Pero debes ser más fuerte ahora, más que nunca. —Hizo una pausa, sus ojos fijos en los míos—. Necesitamos encontrar una manera de arreglar tu problema, y para eso debes contarme toda la verdad.
Mi corazón se detuvo un segundo. La verdad. Aquella verdad que había guardado por miedo a que nadie me creyera. Me mordí el labio, dudando, intentando encontrar las palabras correctas.
—Si te lo dijera, no me creerías —confesé finalmente, desviando la mirada hacia el suelo.
Sylus inclinó la cabeza, sus labios formaron una pequeña sonrisa, casi imperceptible, como si hubiera esperado esa respuesta.
—No voy a dudar de tu palabra —dijo en voz baja—. No después de las cosas que he visto por mí mismo. Pero este no es el momento para esa conversación. —Hizo una pausa, sus ojos recorrieron la habitación antes de volver a posarse en mí—. Tengo hambre, y estoy seguro de que tú también. ¿Cuándo fue la última vez que comiste algo decente?
La verdad era que no lo recordaba. Había pasado tanto tiempo centrada en sobrevivir, en luchar, que la idea de una comida decente era algo lejano, casi irreal. Negué con la cabeza.
—No lo recuerdo —murmuré.
Sylus asintió, como si esa respuesta fuera lo más natural del mundo.
—Entonces vamos —dijo mientras se levantaba de la cama.
Por primera vez desde que había despertado, me fijé en lo que llevaba puesto. Sylus traía una bata negra que dejaba al descubierto parte de su torso, revelando músculos definidos y cicatrices que no había notado antes. Él me ofreció su mano, una invitación silenciosa para que me levantara. Dudé un segundo, pero finalmente acepté.
Su mano era firme, y en ese simple contacto sentí una extraña sensación de seguridad, aunque sabía que no debía confiar ciegamente en él. Me guió hacia la salida de la habitación y hacia el comedor, donde el aroma de algo cocinándose comenzaba a llenar el aire.
Sabía que, tarde o temprano, tendría que contarle la verdad. Pero por ahora, solo podía seguirlo.

ESTÁS LEYENDO
𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃 | ꜱʏʟᴜꜱ
FanfictionNina, tras morir en un accidente automovilístico, reencarna en su videojuego favorito Love and Deep Space como un personaje secundario. Sin embargo, su nueva vida tiene un costo: está atrapada en un ciclo de misiones imposibles de rechazar y, mientr...