Una decisión imposible PART 4 (final de la escritora)

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Pasaron varios días desde aquel inquietante encuentro con Sylus. Intenté enfocarme en mis misiones y apartar el recuerdo de nuestra conversación, pero su presencia, sus palabras, y aquel misterio en torno al collar se quedaban en mi mente como un enigma sin respuesta. Parecía una simple joya, pero la forma en que Sylus la miró, sus preguntas sobre su origen, e incluso su afirmación de que él mismo la había fabricado me dejaron una sensación de extrañeza. Había algo más, algo que no lograba comprender.

Una tarde, mientras luchaba contra un grupo de wanderers en una zona del bosque donde el terreno era más oscuro y denso, el sonido de una rama crujiendo me alertó. No tuve mucho tiempo para reaccionar antes de ver, entre destellos de sombras y rápidos movimientos, cómo los wanderers caían al suelo, uno tras otro. Sylus apareció en medio de la confusión, su figura rodeada por la sombra de los árboles y el resplandor rojizo de sus ojos.

—¿Sylus? —mi voz salió entrecortada, sorprendida por su aparición.

—Estuve buscándote —respondió con su tono siempre imperturbable. Dio un par de pasos hacia mí, y pude sentir la intensidad en su mirada, una mezcla de curiosidad y algo más que no lograba descifrar—. No dejaba de pensar en aquel collar.

El corazón me dio un vuelco, y de inmediato llevé mi mano al dije en mi cuello.

—¿Qué pasa con el collar? —pregunté, tratando de parecer indiferente aunque la intriga se apoderaba de mí.

Sylus cruzó los brazos y me miró con fijeza.

—Estuve revisando mis cosas y el collar que te mencioné, el que fabriqué hace tiempo, sigue en mi poder. No hay manera de que haya una réplica... y menos una tan idéntica.

Fruncí el ceño, confundida.

—¿Entonces este es...?

—Es mi collar —interrumpió, avanzando un poco más hasta estar a solo un par de pasos de mí—. El mismo, no una copia.

Sentí un escalofrío recorrerme ante sus palabras. ¿Cómo podía ser posible? Instintivamente llevé mis manos al broche para quitarlo, queriendo darle el collar para que lo examinara y así poner fin a la conversación de una vez. Pero, por más que intentaba desabrocharlo, el broche parecía firmemente atorado, algo que nunca antes había sucedido.

—¿Está atorado? —preguntó Sylus, mirándome con interés y una pizca de diversión en sus ojos.

—Sí... no entiendo por qué, es como si estuviera... pegado —murmuré, con cierta frustración.

Sylus alzó una mano, y por un instante, vacilé. Sin embargo, algo en su mirada me transmitió una extraña tranquilidad.

—Déjame ver —dijo con suavidad.

Sus dedos se cerraron en torno al dije, y en el momento en que lo tocó, una chispa brillante surgió de él. Fue un destello fugaz, seguido de un humo rojo que emergió del collar y desapareció en cuestión de segundos. El collar emitió una leve vibración, casi imperceptible, que me recorrió como un escalofrío.

Sylus retrocedió levemente, sus ojos reflejando sorpresa y algo más... reconocimiento.

—No es una réplica —murmuró, más para sí mismo que para mí—. Este collar tiene una parte de mi poder. Le puse un fragmento de mi esencia cuando lo fabriqué. Es una memoria, aunque ya esté rota, sigue guardando algo.

—¿Qué quieres decir con eso? —le pregunté, tratando de entender sus palabras.

Sylus suspiró, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—Es difícil de explicar... especialmente a alguien como tú, una cazadora —comentó, su tono casi irónico—. Pero la única manera de que esto sea posible es que, en algún momento, yo te lo haya dado. Aunque... —Se detuvo y me observó intensamente—, yo no te conozco, ¿o sí?

Algo en sus palabras me hizo sentir un extraño vacío en el pecho, una sensación de pérdida inexplicable. Bajé la mirada, incómoda, y di un paso hacia atrás.

—Olvídalo, Sylus —dije rápidamente—. Esto no tiene sentido, y tal vez... tal vez fue solo una coincidencia.

Él no parecía convencido. Extendió su mano, y antes de que pudiera retroceder, la posó sobre mi brazo, deteniéndome. Se inclinó un poco, sus ojos buscando los míos.

—Tu mirada... me resulta extrañamente confortante —murmuró, como si estuviera hablándole a alguien más y no a mí—. Es... familiar, pero no logro entender por qué.

Su cercanía, su voz baja y ese escrutinio de sus ojos hicieron que mi pulso se acelerara. No sabía qué responder, así que simplemente lo miré en silencio. Sylus no apartó su mirada, y tras unos segundos, tomó de nuevo el collar entre sus dedos.

—Quiero probar algo —dijo, su voz llena de determinación.

Antes de que pudiera protestar, Sylus cerró los ojos y el collar comenzó a emitir un leve resplandor rojo, como si estuviera respondiendo a su toque. De repente, sentí un golpe dentro de mí, como una sacudida interna, un dolor difuso pero intenso. Me llevé la mano al pecho, tratando de calmar el extraño malestar que me invadía.

—Sylus... —traté de detenerlo, pero él seguía concentrado, sus dedos aferrados al dije con firmeza.

El collar comenzó a fracturarse poco a poco. Pequeñas grietas aparecieron en la superficie, y justo en el momento en que el colgante finalmente se rompió en sus manos, una imagen estalló en mi mente.

Era yo... pero también era otra persona, en otro lugar, otro tiempo. Me veía abrazando a Sylus con desesperación, como si sostenerlo fuera lo único que me quedara en el mundo. Sentía una tristeza profunda, desgarradora, una pérdida que resonaba en cada fibra de mi ser. La intensidad de la imagen me dejó sin aliento, y cuando finalmente desapareció, volví a la realidad, encontrándome con Sylus a unos pocos centímetros de mí, su mirada perdida, casi en trance.

—¿Lo viste también? —me preguntó, su voz apenas un susurro, como si temiera romper el delicado silencio que nos rodeaba.

Asentí, incapaz de articular palabra. La imagen seguía grabada en mi mente, y la sensación de vacío en mi pecho era más intensa que nunca. ¿Qué era esa visión? ¿Por qué me sentía tan conectada a él, a un recuerdo que no podía ser mío?

Sylus apartó la vista, y miró los fragmentos del collar en su mano.

—Eso era lo que guardaba el collar... esa memoria —murmuró, como si estuviera hablando consigo mismo—. Pero ahora está roto. Esa imagen... ya no volverá.

Sentí una mezcla de tristeza y confusión. Las palabras se agolpaban en mi mente, pero ninguna lograba salir. Todo lo que había experimentado en ese instante me dejaba en un estado de vulnerabilidad que nunca antes había sentido.

Sylus me observó, sus ojos ahora llenos de una extraña melancolía, como si en esos fragmentos del collar roto también hubiera perdido algo importante. Nos quedamos en silencio, ambos envueltos en una incomodidad compartida, pero ninguno de los dos se atrevió a hablar.

—No entiendo... por qué —fue lo único que pude decir finalmente, mi voz apenas un murmullo—. ¿Por qué siento que te conozco, cuando claramente no es así?

Sylus mantuvo su mirada en la distancia, como si buscara respuestas en el horizonte.

—Tal vez —respondió suavemente, sin voltear—, algunas memorias nunca se van del todo. Tal vez, cazadora, algunas cosas están destinadas a volver.

𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃 | ꜱʏʟᴜꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora