3

1.4K 182 36
                                    

El Peso de la Misión

El aire frío del bosque cortaba mi piel como si estuviera hecha de papel. Mis piernas pesaban como si cada paso me anclara al suelo, y el cansancio me embargaba con una desesperación palpable. El juego, incansable en sus demandas, me había asignado otra misión imposible: debía ir a la cueva del monstruo en la zona 109 y recuperar un artefacto que, según el juego, era crucial para avanzar. Pero a estas alturas, ya no me importaba el progreso, ni los artefactos, ni siquiera las misiones. Solo quería descansar, aunque fuera un instante. Pero no podía. El ciclo eterno me mantenía atrapada, sin descanso, sin una salida.

Había intentado volver a mi pequeña casa varias veces, tratando de tomar algún respiro, pero siempre sucedía lo mismo: la MC, con su perfecta sonrisa y sus demandas inquebrantables, aparecía para pedirme ayuda en alguna misión. No importaba lo agotada que estuviera, el juego me forzaba a aceptar. Era como si cada parte de mí quisiera gritar "¡No puedo más!", pero algo más profundo, algo que no podía controlar, me obligaba a seguir adelante, cumpliendo sus órdenes.

Esta vez, sin embargo, el cansancio había empezado a filtrarse en mi mente. Los días transcurridos parecían mezclarse en una neblina confusa, y los sonidos de los bosques que antes podía identificar ahora se desvanecían en el ruido blanco de mi agotamiento.

Mientras avanzaba por el sendero rocoso, escuché un crujido de hojas detrás de mí. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, alertándome. Sin embargo, apenas tenía energía para levantar la vista.

Una figura alta emergió de entre los árboles. El cabello plateado brillaba bajo la luz tenue de la luna, y sus ojos rojos parecían perforar la oscuridad que nos rodeaba. Mi corazón dio un vuelco.

—Sylus... —susurré, casi sin poder creer lo que veía.

No había visto a Sylus desde que reencarné en este maldito juego. Recordaba haberlo conocido antes cuando jugué el juego, cuando estaba aún en mi vida anterior. Pero ahora, aquí estaba, frente a mí, parecía ser parte de la misión que el juego me otorgó. 

Sylus caminó hacia mí con esa elegancia fría que siempre lo caracterizaba, sus pasos eran ligeros, pero cada uno resonaba en el suelo como un eco lejano.

—¿Qué haces en un lugar como este? —preguntó con una ceja levantada, su tono curioso pero distante.

Su presencia era extraña, una anomalía en este mundo donde parecía que nadie más podía verme ni interactuar conmigo. Pero lo más inquietante era que él me miraba. Era consciente de mí, algo que no había sentido con los otros personajes principales del juego desde mi reencarnación. Era como si Sylus rompiera esa barrera de indiferencia que los demás tenían hacia mí.

—Tengo que... —balbuceé—. Tengo que ir a la cueva y matar al monstruo.

Sylus frunció el ceño, un brillo de desaprobación cruzó sus ojos.

—¿Estás loca? —dijo, su tono gélido—. Ese monstruo no es algo que puedas enfrentar sola. Te matará en segundos. Ir allá es un suicidio.

Un suicidio... Eso resonó en mi mente, pero lo ignoré. No podía explicar lo que me pasaba. No podía contarle que si no cumplía la misión, el juego me atormentaría con más misiones, con más obligaciones de las que no podría escapar. El cansancio me hacía sentir como un zombi, y las palabras de Sylus flotaban en el aire sin tener mucho sentido. Debía cumplir la misión. Era lo único que tenía claro.

—Tengo que hacerlo... —murmuré para mí misma, casi como un mantra, mis labios apenas moviéndose.

Sylus me observaba, sus ojos entornados, como si tratara de desentrañar lo que había dicho.

𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃 | ꜱʏʟᴜꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora