9

1.2K 150 7
                                    

Un Momento de Respiro

La mesa del gran comedor estaba llena de comida, más de lo que podía imaginar en ese momento. Había jarras de jugos recién exprimidos, frutas cortadas de manera impecable, y una variedad de panes y cereales. Todo estaba dispuesto con tal perfección que parecía sacado de un banquete real, una escena que solo había visto en las historias antiguas. Mi estómago rugía levemente, recordándome que hacía mucho tiempo no había comido algo decente.

—Come lo que quieras —dijo Sylus, su tono era casual, como si el festín ante nosotros no fuera nada fuera de lo común.

Me acerqué a la mesa con paso tranquilo, tratando de mantener la calma, aunque por dentro me sentía completamente fuera de lugar. En un plato me serví algunas frutas frescas, un par de panqueques dorados y esponjosos, y un vaso de leche fría. Sylus, por su parte, se sirvió algo más sustancial: un poco de arroz y huevos revueltos con una gran copa de jugo de naranja. Me sorprendió la naturalidad con la que se movía en este ambiente, como si todo fuera parte de su rutina.

Tomé un bocado de los panqueques, y tan pronto como el sabor dulce y cálido de la masa se mezcló con mi paladar, me relajé un poco. Estaba delicioso, mejor de lo que había esperado. La comida tenía una especie de magia en sí misma, algo que hacía que el mundo exterior pareciera menos intimidante, al menos por un momento.

—Tengo un chef personal, una de las ventajas de ser el líder —comentó Sylus de repente, rompiendo el silencio. Sus palabras me tomaron por sorpresa, y me vi incapaz de contener el leve asombro que se reflejó en mis ojos.

No pude evitar sonreír un poco ante su comentario, aunque no respondí. Sylus no era de los que hablaban mucho sobre sí mismos, pero cada pequeño detalle que dejaba escapar me hacía darme cuenta de la magnitud de su posición dentro de este mundo. Aunque seguía siendo un enigma para mí, estaba claro que su poder iba más allá de su habilidad para controlar el sistema.

Después de unos momentos en silencio, Sylus volvió a hablar, esta vez con un tono más serio.

—No quiero perturbar tu almuerzo, pero... —hizo una pausa, su mirada intensa se clavó en la mía—. No has recibido ninguna misión, ¿verdad?

Sacudí la cabeza lentamente, sintiendo una pequeña punzada de alivio al confirmar que, al menos por ahora, estaba libre de las misiones que solían atormentarme.

—Bien —fue todo lo que dijo, volviendo su atención a su plato, pero el silencio que siguió estuvo cargado de una tensión que no lograba descifrar del todo.

Continuamos comiendo en silencio, y aunque la comida estaba deliciosa, no pude evitar sentir la mirada ocasional de Sylus posada sobre mí. Había algo en su forma de observarme que me mantenía alerta, una especie de misterio constante en su expresión que nunca me dejaba saber exactamente qué estaba pensando. Su frialdad habitual había dado paso a algo más suave, pero eso no hacía que me sintiera completamente cómoda. Era difícil confiar en alguien que, en cualquier momento, podía volver a ese estado distante y calculador.

Cuando terminamos de comer, Sylus se levantó con una tranquilidad impresionante y se acercó a mí. Me ofreció una pequeña sonrisa, apenas visible, antes de hablar.

—He hecho que lleven ropa nueva a la habitación —dijo, como si fuera lo más natural del mundo—. Puedes tomar un baño y cambiarte. No te preocupes, no entraré a la habitación, tengo asuntos que atender durante todo el día. Te veré por la noche. Si algo urgente sucede, puedes llamarme usando esto.

Me entregó un pequeño dispositivo, una especie de control remoto con un solo botón en el centro, de un rojo intenso. Lo miré con curiosidad, preguntándome si en verdad necesitaría usarlo en algún momento.

—Gracias —murmuré, aunque mis pensamientos estaban lejos de ese simple gesto de cortesía.

Antes de que pudiera darme cuenta, Sylus se acercó más de lo que esperaba, y con un movimiento inesperado, me rodeó con sus brazos, jalándome hacia él en un abrazo. Mi cuerpo se tensó al instante, incapaz de procesar qué estaba ocurriendo. Desde que había llegado a este mundo, no había tenido una interacción física de este tipo, y el contacto de Sylus era tan inesperado como reconfortante, aunque no podía admitirlo en voz alta.

—Relájate —susurró en mi oído, su voz ronca y suave a la vez.

No supe cómo reaccionar en un primer momento, pero luego, como si algo dentro de mí se rindiera a la necesidad de conexión, rodeé su cintura con mis brazos y respondí al abrazo, aunque fuera solo por un momento. Sentí su respiración calmada contra mi piel, y por un segundo, el caos del mundo exterior pareció desvanecerse.

—Relájate aquí —fue lo último que dijo antes de soltarme y salir de la habitación.

Me quedé de pie, inmóvil por unos segundos, procesando lo que acababa de suceder. Sylus, el hombre que hasta hace poco no mostraba ningún interés real en mi bienestar, ahora me había ofrecido consuelo. Era difícil de creer, pero no podía negarlo. Algo en él estaba cambiando, y aunque no sabía si era para mejor o peor, no podía ignorar lo que había sucedido.

Finalmente, me sacudí esos pensamientos y me dirigí de nuevo a la habitación. Sorprendentemente, la cama ya estaba hecha, y como Sylus había prometido, había un conjunto completo de ropa esperándome, perfectamente doblado sobre el sillón. Al verlo, no pude evitar sonrojarme, ya que junto a la ropa también había ropa interior. Era un detalle que me resultaba embarazoso, aunque era algo tan simple como necesario.

Tomé aire para calmarme y decidí que lo mejor sería darme una ducha antes de cambiarme. No pude evitar sentirme nerviosa mientras entraba al baño. La ducha de Sylus era completamente de cristal, lo cual solo incrementaba mi incomodidad. No estaba acostumbrada a este tipo de lujos, y aunque sabía que estaba sola, la idea de usar un espacio tan personal de alguien más me resultaba extraña.

El vapor comenzó a llenar el baño, y finalmente me decidí a entrar. El agua caliente cayó sobre mi piel, y a pesar de mi ansiedad, no pude evitar disfrutar del momento. Sin embargo, mi mente seguía alerta, esperando que algo sucediera en cualquier instante, como si el mundo no me permitiera bajar la guardia ni por un segundo.

Me bañé rápidamente, queriendo salir de allí lo antes posible. Cuando terminé, me envolví en una toalla y me apresuré a vestirme, deseando sentirme más segura con ropa puesta. El conjunto que había dejado Sylus era sencillo pero cómodo, lo cual agradecí enormemente.

Una vez lista, me dejé caer en el sofá de la habitación. Tomé algunas revistas que encontré en una mesa cercana y las hojeé sin mucho interés, tratando de distraerme de mis pensamientos. Sin darme cuenta, mis párpados comenzaron a pesarme, y poco a poco caí en un sueño profundo.

𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃 | ꜱʏʟᴜꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora