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Entre la tensión y la calma

El sonido del agua corriendo cesó, y poco después la puerta del baño se abrió. Me encontraba absorta en mis pensamientos, tratando de ordenar todo lo que había sucedido. Los cazadores, la Zona 109, la amenaza latente de que algo o alguien me buscaba, y la promesa de Sylus de protegerme a toda costa. Todo eso pesaba en mi mente como una nube oscura que no podía disipar.

Fue entonces cuando lo escuché. Su voz profunda y calmada me sacó de mis pensamientos, pero no estaba preparada para el impacto visual que vino con ella.

—No quiero que este asunto perturbe tu paz —dijo Sylus, con esa seguridad que siempre parecía irradiar.

Al levantar la mirada, lo vi, y fue como un shock repentino. Sylus estaba de pie frente a mí, su cabello aún goteaba agua, y su cuerpo solo estaba cubierto por una toalla atada a su cintura. Su piel mojada brillaba a la luz tenue de la habitación, cada músculo definido se tensaba de manera natural, como si su cuerpo estuviera siempre listo para la batalla. Era una visión abrumadora, y no pude evitar que mis mejillas se encendieran.

—Debe haber una solución a todo esto —murmuré, intentando apartar la mirada de su cuerpo—. No quiero que manden a ninguno de los protagonistas tras ti.

Sylus arqueó una ceja, claramente confundido por mi preocupación.

—¿Por qué no? —preguntó, tomando asiento a mi lado en la cama. La cercanía de su presencia me puso nerviosa, pero intenté concentrarme—. ¿Acaso crees que soy tan débil como para no poder contra ellos?

Negué con la cabeza rápidamente, sintiendo que mis palabras no le estaban haciendo justicia a lo que realmente quería decir.

—No eres débil, Sylus —respondí con sinceridad—. Pero ellos tienen una fuerza impresionante cuando están juntos. No quiero que te lastimen.

Sylus se inclinó hacia atrás ligeramente, como si mi preocupación lo entretuviera más que inquietarlo. Había algo en él, esa mezcla de arrogancia y confianza, que siempre lo hacía parecer invulnerable a todo.

—Estaré bien, no te preocupes tanto —dijo con una sonrisa traviesa, mientras su mano se movía hacia mi cabeza, despeinando mi cabello con suavidad. Su mano aún estaba húmeda, y el frío de las gotas hizo que me estremeciera.

Era como si intentara disipar mis pensamientos y mis preocupaciones con ese gesto juguetón, pero no funcionaba. Mi ansiedad seguía latente, sabiendo que el peligro no solo estaba afuera, sino que ahora también nos acechaba desde las sombras. No podía simplemente dejarlo ir.

Sylus notó que mis pensamientos seguían nublados. De repente, su cuerpo se inclinó hacia mí, y antes de que pudiera reaccionar, sus brazos me rodearon, abrazándome con una cercanía que me tomó por sorpresa. Mi cuerpo se tensó por el contacto, pero no podía negar que su calor, a pesar de estar mojado, me hacía sentir segura.

—Estás aún mojado —murmuré, tratando de calmar la extraña mezcla de nervios y calidez que su abrazo me provocaba.

Sylus se separó lo suficiente como para mirarme, sus labios formaron una sonrisa astuta, de esas que solo él podía lograr.

—Oh no, qué mal —dijo, con un tono claramente coqueto—. ¿Y ahora qué vamos a hacer?

Su mirada era juguetona, como si estuviera esperando ver cómo reaccionaba. Sentí cómo mi corazón aceleraba un poco más, mientras intentaba mantener la compostura.

—Deberías secarte antes de que termines por resfriarte —dije, intentando desviar la conversación, aunque mi voz salió un poco más débil de lo que pretendía.

Sylus soltó una pequeña carcajada, una risa baja y profunda que resonó en mi pecho. Era claro que estaba disfrutando con cómo lograba ponerme nerviosa con tanta facilidad. Sin embargo, no pude evitar sentir una chispa de alegría, aunque solo fuera por un momento, al verlo tan relajado y despreocupado a pesar de todo lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor.

—No te preocupes tanto por mí —dijo, tomando una de mis manos entre las suyas—. Lo que está pasando es solo una parte del juego que estamos jugando, y sé que al final, encontraré la manera de mantenernos a salvo.

Sus palabras eran reconfortantes, pero el peso de la situación seguía presente en mi mente. El peligro no se había ido solo porque Sylus estaba aquí, jugando a desviar la atención. La realidad era que los cazadores estaban tras de mí, y tarde o temprano tendríamos que enfrentarlos. Pero en este momento, mientras me sostenía de esa manera, mientras me miraba como si nada pudiera tocarlo, sentí que tal vez, por una vez, podía dejar mis preocupaciones a un lado.

Sylus se levantó del borde de la cama, su mano soltando la mía lentamente, mientras me lanzaba una última mirada con esa sonrisa suya que parecía prometer que todo estaría bien.

—Voy a secarme, no tardo —dijo, caminando hacia el armario para sacar ropa limpia.

Lo observé mientras se alejaba, mi mente aún luchando por encontrar un equilibrio entre la preocupación y la extraña calma que él siempre lograba infundir en mí. La manera en que Sylus enfrentaba todo con una seguridad inquebrantable me hacía sentir que, tal vez, por muy oscuro que fuera el camino que teníamos por delante, no lo recorrería sola.

Cuando volvió a aparecer, completamente vestido y con el cabello aún un poco húmedo pero mucho más seco que antes, me miró con una seriedad nueva, aunque la chispa traviesa nunca desapareció del todo de sus ojos.

—No tienes que preocuparte, Nina. Estoy aquí. Y mientras esté aquí, no permitiré que nada te toque. Ni los cazadores, ni los protagonistas, ni nadie.

Su promesa resonaba en el aire, fuerte y clara, y aunque una parte de mí seguía sintiendo el miedo constante de lo que podría venir, otra parte, la más profunda y escondida, comenzaba a confiar en que tal vez, solo tal vez, Sylus podría realmente mantener su palabra.

Lo observé mientras se acomodaba a mi lado en la cama, su presencia sólida y reconfortante, y aunque no lo admitiera en voz alta, saber que él estaba a mi lado hacía que el miedo retrocediera, al menos por un rato.

𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃 | ꜱʏʟᴜꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora