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Calor en la Oscuridad

Pasaron unos minutos en silencio, tan profundos que casi me parecieron horas. Estaba acurrucada bajo las sábanas, mi mente en un estado de alerta, aunque mi cuerpo estuviera agotado. De pronto, el suave clic de la puerta abriéndose rompió la quietud. Me di la vuelta lentamente para ver quién entraba, aunque en el fondo ya sabía quién sería.

La luz tenue de la habitación dibujaba la silueta de Sylus, quien acababa de bañarse. Aún tenía el cabello ligeramente mojado, y las gotas de agua brillaban en las puntas de sus mechones blancos. Llevaba puesta una bata de seda roja, que resaltaba el tono pálido de su piel y le daba un aire aún más misterioso, como si fuera un personaje sacado de una historia antigua. Era imposible no notar su presencia. Cada vez que entraba en la habitación, parecía apoderarse del espacio, como si todo a su alrededor fuera una extensión de su control.

Sylus caminó despacio hacia la pequeña estantería de la habitación, donde había varios libros apilados. Con movimientos suaves, seleccionó uno al azar y lo llevó consigo hasta un rincón. Antes de sentarse, puso en marcha un tocadiscos que descansaba en una mesa cercana. La música que comenzó a sonar era suave, una melodía que llenaba el aire con una tranquilidad que contrastaba con mis pensamientos agitados. Parecía que él sabía exactamente qué hacer para crear una atmósfera que invitaba al descanso.

—¿Aún tienes sueño tras haber dormido toda la tarde? —preguntó mientras se acercaba a la cama, su voz baja y relajada, como si supiera la respuesta de antemano.

—Un poco —murmuré, aunque era una mentira a medias. Mi cuerpo se sentía cansado, pero mi mente seguía activa, bombardeada con pensamientos y preocupaciones. Había algo en la cercanía de Sylus que no me dejaba relajarme por completo, aunque él aparentaba la calma más absoluta.

Sylus se sentó en su lado de la cama, no demasiado cerca, pero lo suficiente para que pudiera sentir su presencia. El sonido de las páginas al pasar era lo único que interrumpía la suave melodía que seguía fluyendo por la habitación. La música tenía un efecto hipnótico, como si me envolviera en una manta invisible de tranquilidad. Aunque intenté resistirme al sueño, poco a poco mi cuerpo comenzó a ceder, dejándome sucumbir a la cálida atmósfera que se había creado.

Mi respiración se fue calmando, y mis párpados se hicieron más pesados con cada segundo que pasaba. No podía evitarlo; el cansancio finalmente me estaba ganando. Sentí cómo mi conciencia se desvanecía lentamente mientras el mundo de los sueños se abría paso.

Sin embargo, la paz no duró mucho.

Las pesadillas volvieron, como si me estuvieran esperando al borde de mi conciencia. En el sueño, estaba corriendo a toda velocidad, mis pies golpeando el suelo con desesperación mientras algo oscuro y amenazante me perseguía. No podía ver claramente qué era, pero podía sentir su presencia, su peso en el aire, como si estuviera a punto de alcanzarme. Sentía el dolor en mi cuerpo, el pánico apoderándose de cada célula de mi ser. Intentaba gritar, pero ningún sonido salía de mi boca.

Era el mismo sueño que había tenido antes, una y otra vez. Siempre corría, siempre me encontraba huyendo de algo que no entendía del todo, pero que sabía que me haría daño si me alcanzaba. Era una sensación de impotencia absoluta, y no importaba cuánto intentara escapar, el final siempre parecía inevitable. El miedo me envolvía, congelando mis pensamientos, haciendo que todo pareciera sin sentido.

Sin embargo, algo fue diferente esta vez.

A mitad de la pesadilla, cuando sentía que el miedo estaba a punto de consumir todo a mi alrededor, un calor ligero me envolvió. Al principio, pensé que era parte del sueño, una ilusión creada por mi mente para darme un respiro. Pero el calor no desapareció, sino que se hizo más intenso, más real. Empezó a rodearme, cubriéndome como una manta cálida en una noche fría. Sentí su efecto inmediato: las pesadillas comenzaron a desvanecerse, los oscuros paisajes de mis sueños se disiparon, y el pánico en mi corazón disminuyó poco a poco.

Al principio, no entendía qué estaba ocurriendo, pero luego lo supe. Aunque estaba medio dormida, sabía que ese calor no provenía de mí. Era algo externo, algo o alguien que estaba allí, protegiéndome, ahuyentando las pesadillas que me habían estado atormentando durante tanto tiempo. Quería aferrarme a ese calor, dejar que me protegiera completamente, pero antes de que pudiera procesarlo, el sueño volvió a tomarme, aunque esta vez fue más suave, sin la pesadez de las pesadillas anteriores.

Cuando finalmente desperté, lo primero que sentí fue la calidez. No había más miedo, no había más oscuridad acechando en los rincones de mi mente. Solo la sensación de seguridad, de haber estado protegida durante la noche. Abrí los ojos lentamente, y me encontré con Sylus, aún sentado a mi lado, con el libro abierto sobre su regazo. Aunque sus ojos estaban fijos en las páginas, su atención claramente no estaba en la lectura.

—Otra pesadilla —dijo en voz baja, sin levantar la vista del libro.

No fue una pregunta. Lo dijo con la certeza de alguien que sabía exactamente lo que estaba ocurriendo, como si hubiera estado observando todo el tiempo. Me quedé en silencio por un momento, intentando procesar lo que había sucedido.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté finalmente, mi voz aún débil por el sueño.

Sylus cerró el libro lentamente y lo dejó sobre la mesa al lado de la cama. Finalmente, me miró, sus ojos oscuros brillando con esa intensidad que siempre me hacía sentir como si pudiera ver dentro de mi alma.

—Puedo sentirlo cuando te agitas. Tus emociones... son fáciles de leer —dijo con una sonrisa ligera, pero no era una sonrisa de burla, sino una de comprensión.

Me quedé en silencio, sin saber cómo responder a eso. A pesar de todo lo que había pasado, había algo en su presencia que me daba una extraña sensación de calma. Aunque todavía no entendía completamente sus intenciones, en ese momento no me importaba. Lo único que importaba era que las pesadillas se habían ido, al menos por ahora, y que Sylus estaba allí, a mi lado.

Me acurruqué de nuevo bajo las sábanas, cerrando los ojos lentamente. Esta vez, no luché contra el sueño. Sabía que si las pesadillas volvían, él estaría allí, de alguna manera, para alejar el miedo.





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Con este capítulo terminamos el maratón. esta semana seguimos igual, uno o dos capítulos al día de cada historia. espero les haya gustado.

𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃 | ꜱʏʟᴜꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora