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Las luces del edificio principal titilaban tenuemente, proyectando sombras alargadas en los pasillos vacíos. Eunmin caminaba sola por los corredores desiertos, sus pasos resonaban en el eco de la escuela, creando una extraña mezcla entre serenidad y desasosiego.

Después de haber terminado las actividades con Nicholas y Maki, quienes se habían dirigido a los vestuarios, ella había decidido encargarse de dejar las mantas restantes en la clase 34-A. 

No quería ir a la cafetería a encontrarse con las chicas aún. Había demasiados pensamientos girando en su cabeza, pensamientos que la incomodaban, que la hacían sentir perdida, como si algo estuviera mal, aunque no pudiera nombrarlo.

Cargaba las mantas en sus brazos, el suave tejido rozaba su piel con una sensación que de alguna forma le traía consuelo. 

Caminaba por el pasillo con los ojos medio cerrados, agotada no solo físicamente, sino también mentalmente. Las risas y conversaciones que habían llenado el día ahora parecían lejanas, como un eco distante. Lo único que le rodeaba era el silencio pesado y el zumbido leve de las lámparas fluorescentes.

Al llegar a la puerta de la clase 34-A, se detuvo. Sus manos temblaban ligeramente mientras buscaba la llave en su bolsillo. No sabía por qué estaba tan nerviosa. Era solo una simple tarea: abrir la puerta, dejar las mantas, cerrar y volver con las chicas. Pero su mente no dejaba de divagar, de vagar hacia pensamientos oscuros que la inquietaban.

"Jay"

Su nombre resonaba en su cabeza como un mantra imposible de ignorar. 

Jay, ese chico que se quedó en su casa a dormir y que siempre dibujaba una mirada  de dolor sumado a su actitud distante y fría.

Después de lo que había pasado la última vez que se vieron, la incertidumbre la había consumido. No sabía qué pensar de él, no sabía qué esperaba de ella. ¿Estaba intentando ayudarlo o simplemente estaba hundiéndose con él en un mar de confusión?

Con un suspiro, giró la llave y abrió la puerta. La clase estaba vacía, tal como lo había esperado. Las luces estaban apagadas, pero el resplandor tenue que se filtraba desde las ventanas bastaba para iluminar el lugar con un brillo azulado, dándole al espacio una atmósfera casi sobrenatural.

Eunmin avanzó hacia el centro de la sala, colocando las mantas con cuidado sobre una de las mesas. Todo parecía tan tranquilo, pero ese silencio no la tranquilizaba. Había algo en el aire, algo que la mantenía inquieta, como si las paredes del aula escondieran secretos oscuros que ella aún no podía entender.

Dejó escapar un largo suspiro y se sentó en una de las sillas, con los ojos clavados en la ventana.

Las luces de la ciudad brillaban a lo lejos, pero incluso esas pequeñas manchas de luz parecían apagarse en la negrura del cielo. Fuera de esas cuatro paredes, el mundo seguía girando, indiferente a sus dilemas.

¿Pero cómo iba a seguir adelante si todo dentro de ella parecía estar al borde de romperse?

Mientras sus pensamientos divagaban, la puerta de la clase se cerró de golpe con un estruendo que hizo eco en el vacío del aula.

Eunmin se sobresaltó, su corazón dio un brinco en su pecho, acelerándose instantáneamente.

Se giró rápidamente hacia la puerta, pero no había nadie. Nadie estaba ahí para haberla cerrado.

"Seguramente fue el viento Eunmin, que miedicas eres", se dijo, debía haber sido el viento. Pero la ventana estaba cerrada. 

Trató de calmarse, de racionalizar lo que acababa de ocurrir. Se levantó de la silla, sintiendo un frío inexplicable recorrer su espina dorsal. 

WOULD YOU KISS MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora