☆ Capítulo 31 Fin de semana

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Al día siguiente...

"¡¡TOC, TOC!!""

Alguien tocó la puerta de la habitación de Max, abrí mis ojos y dije que puede pasar. Antes que Max pasara, me coloqué rápido mi pijama.

—Hola, mi diavolina consentida — me sonrió—. Que tal, si dormiste bien.

Fijé que Max llevaba algo en su mano con una bandeja encima...

—Si, dormir bien. Gracias por acompañarme — le agradecí.

—Con gusto — estaba tan feliz—. Si te gustó lo que hicimos anoche, porque a mi si me gustó. Podemos repetirlo...

Mire que estaba parada con la bandeja sonriente y no dije nada.

—Es un sí — me miró con mucha picardía—. Ah, os traje este delicioso desayuno.

—No era necesario, Max — repliqué a Max.

—Por supuesto — me sonrió. Me dejó la bandeja encima mio entre mis piernas—. Tambien te traje esta linda rosa.

Wow, estoy tan sorprendida de que Max esté haciendo todo eso, la verdad está demostrando que en verdad es un buen caballero y me está conquistando a mi.

Cuando mire que era el desayuno e hice un brinco de emoción, porque grité y Max se asustó.

—¿Qué pasó, te picó un bicho o que? — Negué—. Entonces.

—Son pancakes con miel, fresas y banano— puse mi nariz al desayuno y olía tan rico—. Y... eso es tinto. — Pero Max me miró como un bicho raro.

—¿Tinto? — enarco una ceja—. No, es café. No vino tinto.

Me reí un poco y coloqué mi mano en mi frente.

—¿Qué? Dije algo malo — se pudo serio.

—No — paré de reirme—, tinto significa café. Es que en mi país, Colombia le decimos al café "tinto". No lo has escuchado cuando fuiste a Colombia.

—Oh, claro. Se me olvido, que tonto soy — nos reímos un poco—. Os gusta el café.

—Sí me gusta. Gracias.

Entonces, empecé a probar estos deliciosos pancakes y... delicioso, nunca en mi vida he probado así unos pancakes.

—Max, está deli. Gracias — Max se sonrojó.

—Con mucho gusto — se me acercó y se sentó junto al lado mío. Vi que Max cogio el tenedor y hizo como un avioncito. Lo miré como un disco rayado—. ¡Qué! Nadie te hizo un avión y te dará un desayuno así.

—Avión sí, mi mamá cuando era pequeña. Pero un hombre no— lo recibí para que no le sintiera mal a Max.

—Tenéis algo en la parte de abajo... — Vi que Max cogió una servilleta y con mucho cuidado limpio en mi boca donde estaba la mancha.

De nuevo tuvimos contactos en nuestros ojos y nos miramos mutuamente.

Cuando el café se regó y nosotros nos sobresaltamos y sentí un pequeño ardor en mi pierna.

—Mierda, eso quema — grité.

Max me ayudó a quitar eso y me ayudó a que no sintiera este ardor. Colocó una toalla húmeda y muy fría y esta vez sentí un alivio tan fresco.

—Soy un gilipollas — se maldijo él mismo—. Lo siento.

—No te preocupes, todos cometemos un error — dije a Max—. El problema son las sábanas que se manche de café. Si no lo quitas y lo lavas de una vez, se mancha y así ya no sirve para nada.

Un Amor En El Extranjero Parte 1 (EN BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora