Capítulo 37

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Avery

Miro los restos de comida del plato, por suerte me lo comí casi todo, lo pongo en la mesita de al lado, tomo el jugo de naranja con lentitud, tratando de dar tiempo para enfrentarme a mi ex.

Después de unos minutos de silencio le echo un vistazo, está sentado en el mueble con su teléfono no me presta lo más mínima atención y lo prefiero asi, sé que en cualquier momento dejará aun lado todo lo demás para fastidiarme y tengo que prepararme mentalmente, decido no hacer ningún ruido y pensar en como escapar.

Estar encerrada y sin poder hacer nada más que estar acostada y sentada me tiene inquieta, al menos la cama es cómoda, Leonado salió hacer algunas llamadas, pero se ha tardado muchas horas, he intentado de todo con la estúpida cadena, pero nada a funcionada, además Leonardo se aseguró que no tuviera la oportunidad de alcanzar nada y mi vejiga ya pide con urgencia ir al baño.

Pasa algunos minutos más hasta que mi ex llega, normalmente hubiese estado feliz sin su presencia, pero necesito ir al baño y puede ser una oportunidad para escaparme, aquí encadena como perro no me ayuda.

—¿Me extrañaste amor?

—Necesito ir al baño, —informo dándole una mirada suplicante.

—Está bien. —Saca una pequeña llave de su bolsillo, sostiene mi tobillo y me libera, intento no emocionarme y verme relajada, me ínsita a levántame y lo hago, agarra mi brazo con fuerza, hago una mueca de dolor—. No hagas nada estúpido. —sisea.

Caminamos hasta una puerta y la abre, entro al baño y cierro la puerta, lo primero que hago es hacer relajar mi vejiga, luego busco en el baño algo que mw pueda ayudar, pero está totalmente vacío, no me puedo defender con un cepillo de diente, ni siquiera hay un espejo, creo que aprendió de la última vez, decido lavarme la cara, no me cepillo los dientes, si decide besarme al menos que sienta mi mal aliento.

Después de unos largos minutos decido salir, Leonardo se encuentra acostado en la cama, miro con el rabillo del ojo la puerta, tan cerca y tan lejos de mi libertad, no puedo correr hasta ella seria atrapada al instante.

—Ven, acuéstate conmigo, —invita, le doy la vuelta a la cama, acostándome en el otro extremo, lo más lejos posible de él—. Nuestras vidas hubiese sido diferente Avery.

—Sí, pero tú lo cambiaste, lo dañaste todo en unos minutos y lo sigues haciendo ¿Por qué no me dejas ir? ¿Por qué me haces esto? 

—Solo quiero lo que me corresponde, luego te podrás ir. —Lo miro sorprendida y mi emoción crece al instante y yo que pensé que me iba a tener encerrada aquí toda la vida.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunto luego de algunos minutos.

—Tu virginidad.

Lo primero que hago es reírme, me rio en su cara y al mismo tiempo feliz de no haber estado con él.

—Ya no soy virgen Leonardo. —Al instante que mis palabras salen de mí, Leo cambia su expresión, cuando antes estaba relajado ahora está furioso.

Se levanta de la cama y hago lo mismo tratando de mantenerme lo más separada de él.

—¡Eres una maldita perra! —enfurece, camina hasta mí con grandes zancadas y estampa su palma en mi mejilla.

Por el impacto caigo en la cama, sostengo mi mejilla que palpita por el dolor, se sube arriba de mí y sostiene mis manos.

—Eres un asqueroso ¿es eso lo que te excita? ¿las vírgenes? —siseo molesta, mandando a la miarda mi plan de mantener la situación con calma. 

—Me encanta las mujeres con sus virtudes intactas. —confirma con una sonrisa en sus labios.

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