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Dalia no entendía por qué su madre había cambiado tanto. Recordaba claramente cómo, cuando era niña, su madre solía ser amorosa y atenta, cantándole suavemente y acariciándole el cabello hasta que se quedaba dormida. Pero algo había sucedido. De un día para otro, su madre se volvió fría, distante. Dalia no lograba recordar qué había causado ese cambio tan brusco.

Mientras intentaba despejar su mente, pintaba el cuadro que Azriel le había regalado. Sus ojos recorrían cada detalle de la obra, admirando la belleza de los colores y las formas que se entrelazaban con elegancia. Era una pintura magnífica, tan hermosa que parecía hipnotizarla.

De repente, unos golpes suaves en la puerta la sacaron de su ensimismamiento. Dalia se apresuró a cubrir el cuadro con una manta antes de responder.

-Adelante -dijo con voz calmada.

La puerta se abrió con suavidad, y una sirvienta entró haciendo una reverencia.

-El patrón desea verla, señora -informó la sirvienta.

Dalia frunció el ceño ligeramente, sorprendida por la inesperada convocatoria. Se levantó de su asiento, alisándose el vestido mientras seguía a la sirvienta.

El trayecto la llevó por pasillos largos y silenciosos. Las puertas por las que pasaban eran de un negro profundo, adornadas con detalles dorados que parecían dibujar serpientes enroscadas entre rosas. Algo en esas imágenes le resultaba inquietante, pero también irremediablemente fascinante.

-Adelante, señora -dijo la sirvienta al llegar frente a una de las puertas.

Dalia entró, y sus ojos recorrieron la amplia oficina. Las paredes estaban revestidas en madera oscura, y detrás de un gran escritorio de caoba, estaba Azriel. Él parecía molesto, con el ceño fruncido y una expresión de irritación que se desvaneció en cuanto sus ojos se posaron en ella.

-Dalia, ven, pasa -dijo Azriel, suavizando su tono con una sonrisa.

Azriel tomó la mano de Dalia con delicadeza, guiándola hasta el suave sofá de terciopelo que adornaba el centro de la habitación. Con un gesto gentil, la ayudó a sentarse, sin apartar los ojos de ella ni por un segundo.

-Te ves hermosa -dijo Azriel, su mirada intensa.

Dalia sintió el calor subirle a las mejillas ante el cumplido.

-Tengo una noticia importante.

-Gracias, y... ¿qué noticia, mi señor? -preguntó Dalia, intentando mantener la calma mientras sus ojos permanecían fijos en los de él.

Azriel sonrió, una sonrisa que no era del todo amable, sino cargada de un brillo malicioso que hizo que Dalia se tensara por dentro.

-Hay un evento especial -comenzó, susurrando las palabras con cierto deleite oscuro-. Se llama "La Caza".

-¿La Caza? -repitió Dalia, inclinando ligeramente la cabeza con curiosidad, mientras su mente trataba de descifrar el significado de esas palabras.

Azriel asintió lentamente, acariciando con suavidad la mano de Dalia que aún tenía entre las suyas.

-Mi familia se reúne de vez en cuando para organizar estos eventos -explicó, su tono se volvió más ligero, como si estuviera hablando de algo tan trivial como una fiesta-. Son varios juegos... muy divertidos.

Flor del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora