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Después de aquel día, Azriel se sumió en un torrente de trabajo, buscando una distracción que le impidiera pensar, que le adormeciera la intensidad de sus sentimientos..

—Nuestros hombres ya localizaron a los mercenarios —anunció Izra, con voz firme —. Encontramos una mina de joyas, armas, autos y medicinas.

La revelación, sin embargo, no logró arrancar a Azriel de su ensimismamiento. Se pasó una mano por el cabello, dejando que la tensión se acumulase en sus hombros.

—¿Qué hacemos con eso, Azriel? —preguntó Kieran.

Azriel tomó un sorbo de whisky, el líquido oscuro deslizándose por su garganta como un intento de ahogar el peso de sus pensamientos.

—Repartamos eso entre nosotros —respondió, su voz carente de emoción, casi mecánica—. De igual manera, esto ayudará a mejorar a las personas que lideramos.

Izra asintió, un gesto que reflejaba la aceptación. Kieran hizo lo mismo.

—Expandiremos el norte —declaró Azriel, señalando el mapa extendido sobre la mesa, sus dedos marcando líneas que unían territorios —. Uniremos sur y norte, y Edén será el líder de esas tierras.

Izra y Kieran asintieron al unísono.

—Y una cosa más —dijo Azriel, su mirada intensa fija en sus compañeros—. Vamos a implementar juicios.

—¿Juicio? ¿Por qué? —preguntó Kieran, la sorpresa marcando sus rasgos. Su voz reflejaba confusión.

Azriel llevó el vaso de whisky a sus labios una vez más, buscando en el alcohol una respuesta a la inquietud que le corroía. La bebida le quemó la garganta, pero no sintió su efecto.

—La gente dice que quieren justicia —explicó, sus ojos recorriendo el rostro de Kieran y luego el de Izra—. No están de acuerdo con que Helena esté encarcelada.

—Pero mató al primogénito de los Kiran —replicó Izra, la ira tiñendo sus palabras mientras su frustración se desbordaba—. ¿Cómo puedes justificar eso?

—Sí, pero siempre habrá alguien que nos quiera retar —dijo Azriel, su tono cortante, como si ya hubiera calculado todas las posibilidades—. Además, Edén se hará cargo.

Izra frunció el ceño ante la mención de Edén. Lo conocía demasiado bien; era el peor en juzgar, en su opinión. El sentido de justicia de Edén era tan pulcro que rozaba la imprudencia. Para él, lo que era malo, lo era sin discusión, y lo que no lo era, simplemente quedaba en el olvido, sin importar las sutilezas del contexto.

—Eso es estupendo —intervino Kieran, con una sonrisa.

Izra, sin embargo, no compartía esa satisfacción. Sus ojos, fríos y calculadores, se clavaron en Azriel.

—¿Estás seguro? —preguntó, con una voz helada.

Azriel no desvió la mirada de la ventana.

—Sí, así tendremos más control sobre la población —respondió, con una tranquilidad casi perturbadora—. Además, mis demonios estarán mezclados entre ellos, podré ver, escuchar y, sobre todo, reprimir a esos humanos.

Flor del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora