55

2 0 0
                                    

💋

Azriel caminaba por el jardín del castillo cuando, a lo lejos, vio a Dalia hablando con Alex. Desde su posición, notó algo que le incomodó de inmediato: Alex estaba inclinado hacia Dalia, demasiado cerca para su gusto, mientras ambos reían.

El ceño de Azriel se frunció casi al instante. ¿Qué hacía ese sirviente tan cerca de ella? Se quedó quieto unos segundos, pero cuando vio a Alex extender la mano para tocar el hombro de Dalia, su paciencia se agotó. Caminó hacia ellos.

Cuando se detuvo a su lado, su voz sonó firme y autoritaria.

—Alex.

El joven sirviente se giró de inmediato, sobresaltado por la repentina aparición de Azriel.

—Mi señor —respondió Alex, inclinando la cabeza en señal de respeto..

—¿No tienes tareas pendientes en la cocina? —preguntó Azriel, su mirada fija en el muchacho.

Alex tragó saliva, lanzando una rápida mirada a Dalia antes de asentir.

—Sí, claro... ya me iba, mi señor. —Y con una reverencia rápida, Alex salió casi corriendo en dirección contraria, dejándolos solos.

Dalia lo observó alejarse, alzando una ceja con una mezcla de curiosidad y diversión.

—Azriel, ¿por qué lo has mandado así? Solo hablábamos...

A

zriel no respondió de inmediato, cruzando los brazos y observando el horizonte como si nada importante hubiera pasado. Dalia, sin embargo, no iba a dejar pasar el asunto tan fácilmente.

—Azriel... —dijo ella, arrastrando un poco su nombre, como una suave reprimenda—. ¿Celoso, quizás?

Azriel soltó una risa breve, pero su tono era evidente.

—¿Celoso? —murmuró, manteniendo una postura rígida—. Solo me pareció que estaba demasiado cerca... para ser un sirviente, quiero decir.

Dalia lo miró con una sonrisa divertida, acercándose a él hasta quedar justo enfrente, obligándolo a mirarla directamente.

—Ah, ¿sí? ¿Y si no fuera un sirviente? —preguntó con un destello de picardía en sus ojos.

Azriel bufó, desviando la mirada con un ligero sonrojo que comenzaba a colorear sus mejillas. Ahora que estaban a solas, la máscara de seriedad que intentaba mantener se desmoronaba.

—No es eso —replicó él, sin mucha convicción—. Solo que... bueno, no me gustó cómo se reía contigo.

Dalia soltó una carcajada suave, sus manos deslizándose para rodear el cuello de Azriel.

—¿Y desde cuándo te molesta que alguien se ría conmigo? —preguntó, acercándose lo suficiente como para que él no tuviera escapatoria.

Azriel finalmente la miró, con una mezcla de resignación y torpeza que lo hacía ver completamente adorable a sus ojos.

—No me molesta... es solo que... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Me importa cómo te miran, Dalia. No me gusta que otro... que alguien más te vea de esa forma.

Dalia sonriendo, inclinándose hasta dejar un suave beso en la comisura de sus labios.

—Azriel, no tienes que ponerte así. Ya sabes que no hay nadie más para mí. Solo tú.

Flor del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora