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Azriel apretaba con fuerza el volante, sus nudillos pálidos por la tensión. Hace tiempo que no siente nada, ni siquiera la marca que antes quemaba en su piel con cada llamado o señal. Ahora, solo quedaba el vacío.

—¡Rápido! —dijo Kieran con impaciencia, sus ojos fijos en el horizonte...

—Sería más rápido si volamos —murmuró Izra, cruzado de brazos en el asiento trasero.

—No todos los humanos saben que somos demonios —replicó Edén, su voz serena.

Azriel suspiró con frustración, presionando el pie en el acelerador. Ser humano era una tortura constante, pero tener que fingir ser uno era un infierno aún peor.

Mientras tanto, en otra parte, las mujeres trataban desesperadamente de cuidar a Dalia y salvarse a sí mismas.

—Es un seguidor de Dionisio... o de Caín —dijo Xion, su voz entrecortada por el dolor mientras se limpiaba la sangre de la frente.

Lily, con el rostro desencajado, no pudo evitar soltar una exclamación llena de desprecio:

—¿Por qué sigue ese idiota persiguiéndonos? —refiriéndose con amargura a Dionisio.

—Me preocupan los bebés —dijo Bianca, su voz llena de ansiedad—. Hael se despertará pronto.

—Dante también —respondió Lily, el miedo reflejado en sus ojos. La preocupación por su pequeño.

Xion jadeó, sintiendo el dolor punzante en la herida de su cabeza.

—Oye, tranquilo —dijo Bianca, abrazándolo con fuerza—. Debes resistir.

De repente, un fuerte ruido sacudió el ambiente, haciendo que todas se sobresaltaran. La puerta había sido destrozada y los demonios estaban entrando, sus figuras oscuras llenando el umbral.

—No puedo creer que Izra tenía razón... —murmuró Lily, su voz temblorosa.

—¿De qué? —preguntó Bianca, soltando a Xion, su corazón latiendo con fuerza.

Lily se rió, aunque el sonido era tenso, y mordió un poco su dedo, dejando una marca en la piel. Luego, lo colocó en el suelo, donde un círculo rojo comenzó a iluminarse.

—En poner trampas por si acaso —dijo Lily con una sonrisa decidida.

En ese instante, una explosión resonó, y los demonios fueron lanzados por los aires.

—¡Dale un regalo de bienvenida! —dijo Xion riendo, una chispa de alegría brillando en sus ojos —. Ya estoy viejo para pelear, pero tengan.

Con un gesto de su mano, Xion hizo fluir su poder a través de él, creando armas que brillaban con una luz sobrenatural.

—¿Viejo? Si andas teniendo sexo a cada rato —replicó Lily, sosteniendo con fuerza una de las espadas recién forjadas. Su tono era juguetón—. Viejo son los que no pueden.

Xion se rió, un rubor inesperado asomando en sus mejillas.

El aire estaba impregnado de tensión y adrenalina cuando las mujeres, decididas, se prepararon para la batalla. Con una mirada resuelta, cada una de ellas se acercó a sus vestidos, y se los rompieron en un acto de valentía, eran débiles y más que todo, aun humanas.

Flor del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora