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E

n el jardín, Dalia y Lara permanecían sentadas bajo la sombra de un roble, mientras una suave brisa movía las hojas a su alrededor..

-Te ves feliz aquí -dijo Lara, su voz apenas un susurro.

Dalia esbozó una sonrisa cálida y serena, una que iluminaba su rostro con una paz que pocas veces había sentido.

-Lo soy -respondió con suavidad, apretando un poco más la mano de Lara-. Todos aquí son muy buenos conmigo.

Lara la observaba detenidamente, sintiendo cómo el peso en su pecho disminuía ligeramente al verla tan en paz.

-Podrías quedarte -murmuró Dalia, con una dulzura que hizo que Lara desviara la mirada, ocultando su asombro.

-No... ¿cómo podría? -respondió Lara con una voz temerosa, el miedo pintado en su rostro.

Dalia, con paciencia, volvió a sonreír. Apretó suavemente la mano de su prima.

-Aquí todo el mundo es bueno -dijo Dalia con una certeza tranquilizadora-. Nunca sentí rechazo, y ellos tampoco lo harán contigo.

Lara levantó la mirada, buscando en los ojos de Dalia un atisbo de verdad en sus palabras. El miedo aún se aferraba a su corazón, pero por un momento, se permitió imaginar un lugar donde tal vez podría pertenecer.

Alzó la mirada hacia Dalia, con una duda palpable en sus ojos.

-¿No sería incómodo para ellos? -preguntó en voz baja, casi como si temiera la respuesta.

Dalia negó suavemente, apretando una vez más la mano de su prima, su sonrisa tranquila como un bálsamo sobre los temores de Lara.

-Para nada. Más bien estarían felices -respondió Dalia con firmeza.

Su sonrisa se amplió al recordar a un cierto demonio pelirrojo que no podía dejar de contemplar a su prima.

-Entonces, creo que está bien -dijo finalmente, permitiendo que una sonrisa se dibujara en su rostro.

Se lanzó hacia Lara y la abrazó con fuerza.

En el almacén, el aire estaba cargado de tensión. El eco de un grito resonó en las paredes cuando Jack se dobló por el dolor tras recibir un violento golpe en el estómago. Kieran lo había dejado sin aliento.

-Malditos demonios -murmuró Jack con la voz entrecortada, su cuerpo ya agotado y temblando por el dolor.

Azriel, observando la escena desde las sombras, esbozó una sonrisa irónica. Dio un paso adelante.

-Oye, Jack -dijo el patrón con un tono casual, como si estuviera grabando una vieja anécdota-, antes eras mucho más valiente. ¿Recuerdas? Te robaste mi droga, mis armas, e incluso los medicamentos.

Jack respiraba pesadamente, su cuerpo temblando de rabia y agotamiento. Pero, aún así, con una chispa de desafío en los ojos, escupió a los zapatos de Azriel.

-¡Me pertenece! -gritó, su voz cargada de odio-. Ustedes, demonios del infierno, solo vinieron a destruir la humanidad.

En ese momento, Eden, que estaba de pie cerca de la puerta, dejó escapar un suspiro de frustración, pasando una mano por su cabello enredado.

-Estoy cansado de que digan lo mismo -dijo con desdén, cruzándose de brazos.

Izra asintió lentamente, sus ojos oscuros llenos de Dionisio, sin mostrar el menor interés en la situación, se dejó caer en un sillón desgastado que había en la esquina del almacén. Con un movimiento pausado, sacó un cigarro, lo subió y exhaló una larga bocanada de humo,.

Flor del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora