52

4 2 0
                                    

💋

A

zriel caminó despacio, sosteniendo a su esposa en brazos, mientras avanzaba hacia la habitación, la bajo con cuidado y antes de abrir la puerta, él se detuvo. Con una caricia suave en la mano de Dalia, habló con voz baja..

—Sabes que puedes tener lo que quieras —susurró, sus dedos rozando con devoción la piel de su esposa—. Si me pides un castillo, te lo doy, y si me pides el mar, también te lo doy, porque tú eres mi prioridad, Dalia. Siempre lo has sido.

Ella lo miró con ojos llenos de ternura. Se inclinó hacia él, rodeando su cuello con los brazos, y lo abrazó con fuerza.

—Gracias por siempre amarme —murmuró, sintiéndose feliz.

Azriel respondió con una sonrisa suave. Inclinándose ligeramente, besó la frente de Dalia.

Él la abrió con un movimiento lento, revelando ante sus ojos una escena que la dejó sin aliento. Delante de ella, se desplegaba un océano de rosas blancas, inmaculadas.

Dalia cubrió sus labios con una mano, incrédula ante la belleza que se extendía frente a ella.

—Amor... es tan hermoso... —susurró, su voz apenas un aliento.

Azriel, de pie junto a ella, con una sonrisa tranquila y satisfecha, señaló con la mano un sendero iluminado por velas que se extendía a lo largo del mar de flores.

—Sigue el camino —dijo, su voz calmada.

Dalia tomó su mano, sin apartar los ojos del camino de rosas, y avanzó junto a él.

Cuando Dalia cruzó el umbral de la habitación, su respiración se detuvo un instante. Lo primero que vio fue una pequeña cuna, adornada con suaves mantas de colores delicados, rodeada de osos de felpa que parecían custodiar el espacio con ternura. A un lado, una silla mecedora descansaba en un rincón. La habitación era de un blanco inmaculado, y desde el techo colgaban pequeñas estrellas doradas que titilaban suavemente, como si el universo entero hubiera sido traído.

Azriel la abrazó por detrás, apoyando su mentón sobre el hombro de ella, mientras sus brazos rodeaban su cintura.

—Es para nuestro bebé.

Dalia se quedó inmóvil por un segundo, sintiendo cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos, luchando por contenerlas, pero su corazón estaba tan lleno de emociones que resultaba imposible. Finalmente, dejó que las lágrimas corrieran por su rostro mientras sonreía, tocada profundamente por el gesto.

—Amor... gracias —dijo con la voz quebrada de felicidad, volviéndose hacia él. Sus labios se encontraron en un beso suave.

Azriel acarició con ternura la pancita de su esposa.

—Te amo —susurró, su mirada fija en ella como si fuera lo más preciado del mundo—. Gracias por hacerme feliz.

Dalia lo abrazó con fuerza, hundiendo su rostro en su pecho, mientras las lágrimas seguían cayendo, pero esta vez de pura alegría.

Azriel la mecía con suavidad entre sus brazos, disfrutando.

—Puedes seguir decorando la habitación a tu gusto —dijo, su voz cálida—. Yo solo puse lo que creí que era necesario.

Dalia soltó una risa suave, llena de ternura, y se inclinó para besarle el cuello. En medio del beso, mordió suavemente su piel, provocando que Azriel se tensara un poco.

—Oye... —murmuró él, con un rubor que se extendía por su rostro.

Dalia se rió más fuerte al ver su reacción, su mirada brillando con travesura.

Flor del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora