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Bianca reía mientras Dalia le mostraba sus dibujos. Desde que se conocieron, habían forjado una amistad inquebrantable.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo Dalia, un leve sonrojo tiñendo sus mejillas..

—Sí, ¿qué pasa? —respondió Bianca, tomando un sorbo de té.

Dalia se sonrojó un poco más, luchando con la pregunta que le ardía en la lengua.

—¿Es normal embarazarse tan rápido? —preguntó, sus palabras apenas un susurro.

—Sí —dijo Bianca, sonrojándose también—. Al parecer, son muy buenos en eso.

Una risa resonó en la habitación, y en ese instante, Lily y Xion entraron, llenando el espacio con su energía.

—Claro que lo son —dijo Lily, sentándose enfrente de ellas con una sonrisa traviesa—. Me embaracé a la primera.

Xion soltó una risa fuerte, acomodándose junto a Lily.

—En mi caso fue igual —confesó, sonrojándose—. Madre le dijo que podía concebir y el idiota se emocionó.

Las risas llenaron la habitación, y Dalia, aunque un poco tímida, se unió a ellas, tapándose la boca mientras reía.

—No los culpo —dijo Lily, aún riendo—. A madre le pasó igual.

—Diría que es por el amo que son tan fértiles —observó Xion, encogiendo los hombros con un guiño.

Las risas continuaron, llenando el ambiente de calidez y complicidad, cuando de repente, un suave golpe en la puerta interrumpió su charla animada.

—Adelante —dijo Dalia, su voz sonando un poco nerviosa.

Elena entró con una sonrisa, pero esta se desvaneció al ver a todos allí reunidos.

—Hija, quería pasar tiempo contigo —anunció Elena, su tono lleno de una formalidad distante.

Xion bufó, mientras Lily tomaba un sorbo de su té, observando la escena con una mezcla de diversión y curiosidad.

—Estás siendo grosera —intervino Dalia, frunciendo el ceño.

—¿Qué hice ahora? —preguntó su madre, afectando una inocencia que apenas podía ocultar.

Bianca sonrió a Xion, quien le devolvió una sonrisa macabra, disfrutando del momento.

—Por si no lo sabías, mis invitados son esposas y esposo de los líderes y sublíderes —dijo Dalia, poniéndose de pie con autoridad—. Ten más respeto.

Elena parpadeó, sorprendida, y realizó una reverencia, al parecer pensando que eran plebeyos.

—Un gusto conocerlos —dijo, tratando de recobrar su compostura.

Nadie respondió de inmediato, creando un breve silencio cargado de tensión. Sin embargo, Bianca, siempre amable o quizás burlona, decidió romper el hielo.

—Siéntese, señora —dijo con sarcasmo—. Pasábamos un momento agradable.

Elena sonrió apenas, su expresión apenas un destello de cordialidad.

Flor del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora