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Dalia reía suavemente mientras observaba a Xion y Lily enzarzarse en una discusión aparentemente inofensiva sobre quién tenía al esposo más guapo.

—Todos son guapos —intervino Cristal con tranquilidad, sosteniendo su taza de té con elegancia.

Bianca, con una sonrisa apacible, miró a su hijo mientras le daba de comer.

—Lo son —suspiró Bianca, acomodando al bebé en sus brazos con ternura.

Dalia, curiosa por la dinámica que se desplegaba ante ella, preguntó.

—¿Es siempre así?

Cristal asintió con una media sonrisa.

—Lily es como su chispa de rivalidad para Xion —explicó Bianca, sin apartar la vista de su hijo, que jugueteaba con los dedos de su madre.

—No se están quietos —añadió Cristal, su voz cargada de una mezcla de exasperación y cariño.

La risa de Dalia se desvaneció abruptamente, su rostro se tornó pálido y llevó una mano al estómago. Con una expresión de desconcierto y malestar, se levantó de golpe y salió corriendo hacia el baño, apenas conteniendo el impulso de vomitar.

—¿Estás bien? —preguntó Cristal, acercándose a ella rápidamente, acariciándole suavemente la espalda mientras Dalia se apoyaba sobre el lavabo, jadeante.

Dalia se limpió el sudor de la frente, su respiración entrecortada.

—Sí, solo… por alguna razón, me dio mareo —respondió, su voz temblando ligeramente.

Cristal la ayudó a lavarse la boca con cuidado, y luego la guió de vuelta a la sala, donde la recostó en el sofá. Poco después, Bianca, Lily y Xion se acercaron con preocupación evidente en sus rostros.

—¿Te pasa siempre? —preguntó Bianca.

Dalia negó con la cabeza, pero su semblante mostraba temor.

—No… bueno, empezó esta semana —confesó Dalia, su voz tenue, como si el admitirlo hiciera el malestar más real.

Xion se levantó de inmediato, su rostro tenso de preocupación.

—Llamaré a los curanderos —anunció, desapareciendo en un destello antes de que alguien pudiera decir algo más.

Bianca se inclinó hacia Dalia, tomando su mano con una sonrisa suave.

—Todo estará bien —le dijo con una calidez serena, animándola.

El doctor estaba de pie junto a Dalia, examinándola con atención. Su ceño fruncido mientras revisaba los signos era suficiente para atraer la mirada de las demás, quienes se acercaron con evidente preocupación.

silencio se hizo palpable hasta que el hombre se irguió, y con voz firme, anunció:

—Estás embarazada.

Las palabras flotaron en el aire por un instante, dejando a las mujeres atónitas. Un par de segundos después, las risas estallaron, llenas de sorpresa y alegría.

—¡Felicidades, Dalia! —exclamó Cristal, abrazando a su nuera con fuerza.

Bianca sonriendo de oreja a oreja, incapaz de contener la felicidad que la embargaba.

—Otro bebé en la familia —dijo con entusiasmo.

Pero Dalia, aún en estado de shock, dejó que las lágrimas comenzaran a correr por sus mejillas. Con manos temblorosas, tocó su vientre, donde ahora sentía algo cálido, algo que nunca antes había sentido: su bebé. Su hijo. El hijo de Azriel.

Flor del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora