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Mientras los días transcurrían, Dalia parecía estar un poco mejor. Sin embargo, las náuseas seguían siendo horribles, y Azriel pronto se dio cuenta de que él también estaba comenzando a sufrirlas.
-Oye, ¿estás bien? -rió Edén al ver la cara pálida de su primo.
-Mierda, me siento mal -respondió Azriel, asqueado por el olor a sangre que impregnaba el aire-. No sé cómo mi mujer aguanta esto.
De repente, Azriel se inclinó y vomitó un poco. Cielos, primero los antojos. Las moras y las mandarinas parecían llamarlo con una fuerza irresistible, pero en ocasiones no podía comer nada porque el asco lo invadía por completo.
-A mi papá no le pasaba eso -dijo Edén, riéndose de la situación.
-No, ni al mío -respondió Azriel, limpiándose la boca con la mano, mientras su expresión de desagrado se mantenía-. Prefiero que me pase a mí y no a mi mujer.
-Qué nenita -dijo Kieran al entrar, alzando una ceja con una sonrisa burlona-. A mí me pasó igual.
Edén rió aún más fuerte, sintiéndose agradecido de no ser padre en ese momento.
-Aquí está la mierda -dijo Izra, lanzando al humano al centro de la sala, su mirada ardía de ira-. Estaba consumiendo nuestra mercancía.
Azriel suspiró, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en el aire. Asintió a sus guardias, quienes, sin vacilar, apresaron al humano y lo sentaron en una silla.
-Caleb anunció que la droga que vendimos dejó algunos humanos muertos -dijo Edén, con el ceño fruncido mientras revisaba la pantalla de su tablet-.
-Lo sabía -dijo Azriel mientras caminaba hacia los guardias, quienes se apartaron de inmediato para dejarle espacio. Se acercó al hombre con una mirada desafiante-. ¿Quién eres?
El hombre comenzó a reír, una risa desquiciada que resonaba en la sala, mientras los demás lo observaban con un aire de aburrimiento.
-¡Demonios! ¡No pueden pisar el mundo humano! -exclamó, desorientado.
-¿Y quién ha dicho eso? -dijo Izra, riendo, disfrutando del espectáculo.
-¡Dios lo ha dicho! -continuó el hombre, con la voz temblorosa-. ¡Ustedes mintieron y están caminando junto a los humanos!
Azriel soltó una risa más fuerte, sintiendo cómo la tensión de la situación se tornaba eléctrica. Esto se estaba poniendo caliente.
-Dios mismo los abandonó -dijo, dejando que la malicia se filtrara en sus palabras-. ¿Quieres decir en su nombre que somos una promesa? Claro, pero en esa promesa dijimos que no haríamos nada que arruinara la humanidad.
Kieran soltó una risa burlona y Edén sonrió con malicia, disfrutando del tormento del humano.
-¡Ustedes mismos lo hicieron! -gritó Azriel, su voz resonando con desprecio-. ¡Impuros, humanos, corruptos, egoístas, violadores!
-¿Creen que Dios los ama? Tal vez sí -dijo Izra, mientras se colocaba unos guantes oscuros, su tono era burlón-. Pero ¿sabes qué? Ustedes lo han despreciado, amando a otros dioses, profanando la vida que Él creó.
Izra se acercó lentamente, y con un gesto rápido, sujetó la mandíbula del hombre, apretándola con una fuerza que lo hizo temblar.
-No nos culpes a nosotros -continuó, sus ojos brillando con maldad-. Ustedes no supieron usar el regalo que les dio.
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Flor del mal
Ngẫu nhiên¿Que pasaría si haces un trato con un demonio? Que obtendrás ¿dinero? ¿Amor? ¿Destrucción? O simplemente ser poderoso en este mundo corrupto. Donde Dalia segunda hija de la familia más poderosa del mundo la someten a ser un juguete para tener mejore...