51

5 1 3
                                    

💋

Thomasi se rió al ver cómo los guardias ahogaban a Marisa. Era un espectáculo divertido. Él jamás tocarían a una mujer; esa era una de las reglas inquebrantables que regían su mundo. En su ética, el respeto hacia el sexo femenino era sagrado, y Lucifer no dudaría en castigarles severamente si alguna vez cruzaban esa línea...

—¡Basta! —exclamó Ahiram, su voz firme.

Marisa tosió, temblando, intentando recuperar el aliento perdido. La humillación y el miedo la invadían.

—¡Bestias! ¡Malditos hijos de...! —no pudo terminar la frase, pues los guardias la soltaron abruptamente, dejando caer su cuerpo cansado contra el suelo.

Azriel suspiro, observando la escena con desdén. Con un gesto desinteresado, llevó su vaso a los labios y bebió de su vodka.

—Es nefasto ver a los humanos —murmuró Ahiram, tomando un sorbo de su bebida con desagrado.

Marisa, aún tambaleándose, se arrastró hasta Azriel, aferrándose a su pierna como si fuera su única tabla de salvación en ese momento.

—¿Eres infiel? —preguntó Thomasi, la curiosidad brillando en su mirada.

—No, pero esta zorra quería que dejara a mi esposa por ella —respondió Azriel, su disgusto evidente mientras apartaba a Marisa de su lado de un empujón.

Azriel se limpió las manos en su chaqueta, como si intentara quitarse el contacto con ella. Luego, se colocó los guantes.

—Aún tienes esas malas costumbres —dijo Ahiram, aludiendo al desdén de Azriel por el contacto físico.

—No lo puedo controlar —respondió Azriel con indiferencia, sus ojos fijos en el fondo de su vaso.

—Ya es hora de cambiar eso —intervino Thomasi, una sonrisa traviesa jugando en sus labios—. Tu mujer está embarazada, y un bebé no es algo que siempre puedas mantener limpio.

—Ya lo sé —suspiró Azriel, la frustración brotando en su voz..

—¡Anímate, hombre! —dijo Kieran, tratando de aligerar el ambiente—. Los niños son muy bonitos.

Una fuerte tos interrumpió el ambiente, y todos voltearon a ver a Marisa. Sin embargo, lo que siguió fue una risa desquiciada que resonó.

—Esa perra está embarazada? —murmuró con desdén.

Azriel frunció el ceño, y sus ojos, en un instante, se tornaron negros como la noche. La rabia lo consumía.

—¿Qué quieres decir? —dijo, la molestia palpable en su voz.

— ¿Qué te dará un bebé? —se burló Marisa, una sonrisa maliciosa en su rostro—. ¿Será en verdad tuyo?

Edén, disfrutando del espectáculo, sonriendo de manera maníaca e hizo una señal. Un guardia, obedeciendo a la orden, sujetó a Marisa del cabello, y un grito de dolor se escapó de sus labios.

—Aun si ella me fuera infiel —respondió Azriel, su tono gélido—, jamás me acostaría contigo. Sigue diciendo mierda de mi mujer y te cortaré la lengua.

Flor del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora