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Dedicado a Gorethy 💗

Edén estaba fuera de sí, su furia ciega transformando su figura en una forma demoníaca casi completa. La imagen de su padre lastimado lo consumía, impulsándolo a matar a todo demonio que se le atravesara.

Azriel y Kieran, a su lado, luchaban por detenerlo..

—¡Reacciona, estúpido! —gritó Kieran, esquivando con agilidad las garras de su primo, que se deslizaban peligrosamente cerca de su rostro.

Desde la distancia, Izra observaba con ansiedad. Su mirada se posó en Dionisio, y aunque no confiaba plenamente en él, sabía que debía dejar de lado sus reservas por el bien de sus esposas.

—¡Salva a nuestras esposas! —dijo Izra, su voz entrecortada por la desesperación, suplicando con la mirada.

Dionisio sonrió con calma y asintió, abandonando el grupo sin dudarlo. La traición y la lealtad se entrelazaban.

—¡Edén! ¡Maldito loco bastardo! —exclamó Izra, incapaz de contener su rabia. Con un movimiento rápido, golpeó a Edén en la barbilla, esperando que la razón pudiera abrirse paso a través de la locura.

Edén gruñó en respuesta, dejando al descubierto sus colmillos afilados. Izra, furioso, sacó sus propios colmillos y le gruñó de vuelta, el aire tenso entre ellos.

—¡No pierdan la cabeza, estúpidos! —dijo Kieran, alterado, en su voz  llena de frustración.

Dionisio avanzaba con cautela, sus sentidos agudizados, y pronto se encontró con el llanto desesperado de los bebés. Con pasos silenciosos, entró en la habitación y se detuvo al ver a Dalia de pie, su figura erguida y protectora frente a Bianca y Lily, quienes se refugiaban tras ella.

Dalia miraba al techo con una expresión de terror contenida, y Dionisio siguió la dirección de su mirada. Allí, en lo alto, un hombre de piel marchita y cubierta de sangre se aferraba al soporte del techo, emitiendo gruñidos guturales que reverberaban en la habitación.

Sin previo aviso, el demonio saltó hacia Dalia, su intención clara en sus ojos vacíos. Dalia, en un acto instintivo, cerró los ojos, preparándose para el impacto, pero Dionisio actuó con rapidez. Con un movimiento ágil, tomó al demonio en el aire.

—¡Maldito! —gritó Dionisio, sintiendo cómo la rabia lo consumía. Con todas sus fuerzas, estampó al demonio contra el suelo.

Dalia cayó al suelo, aterrada, la angustia apoderándose de ella.

—Están a salvo —dijo Dionisio, su voz reconfortante.

Las mujeres se abrazaron, el alivio mezclándose con el terror que aún latía en sus corazones. Pero antes de que pudieran articular alguna palabra, un demonio emergió de las sombras con una velocidad aterradora.

Sin pensarlo, tanto Dalia como Lily se lanzaron hacia adelante, cubriendo a Bianca y a los bebés con sus cuerpos. En un instante, la habitación se llenó de gritos.

—¡Ah! —gritó Dalia cuando las garras del demonio se incrustaron en su espalda.

Lily jadeó, el terror grabado en su rostro mientras temblaba, las garras se incsrustaron en su pierna, atravesando la. Dionisio, al ver la escena, sintió cómo la furia brotaba de su interior. Con un rugido de rabia, dirigió su pie hacia el demonio, estrellándolo contra el suelo con una fuerza descomunal.

Dalia cayó inconsciente al suelo, su cuerpo inerte. Lily, en estado de pánico, gritaba de dolor, sus sollozos resonando en la habitación.

De repente, la puerta se abrió con un golpe sordo, y Azriel entró junto a Kieran, quien se sostenía de él, la expresión de su rostro reflejando la preocupación y el terror al ver a sus esposas.









Flor del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora