12

7 2 2
                                    

Dedicado a Gorethy 7.... 💗

💋

Azriel estaba sentado a su lado, concentrado en unos documentos, cuando Dalia abrió los ojos lentamente. Dalia parpadeó varias veces, intentando enfocar su mirada, y cuando al fin lo vio, él ya estaba observándola.

Dejó los papeles a un lado, una leve sonrisa se formó en sus labios antes de inclinarse hacia ella y depositar un beso suave sobre los suyos, apenas una presión, como si temiera quebrarla.

—¿Te sientes bien? —preguntó él en un murmullo..
.


Dalia asintió, aún sintiendo el calor de sus labios sobre los suyos.

—Sí... solo un poco desorientada —respondió, su voz un poco ronca, sus ojos buscando los de él.

Azriel ayudó a Dalia a sentarse, sosteniéndola con cuidado mientras le pasaba un vaso de agua. Ella lo tomó con manos temblorosas, bebiendo a pequeños sorbos.

—Tenemos que irnos —dijo él después de unos minutos de calma.

—¿Irnos? ¿A dónde? —preguntó Dalia, inclinando un poco la cabeza, una expresión de confusión.

Azriel sonrió, sintiendo un calidez en el pecho. Dalia era tan tierna, una flor delicada en un mundo áspero.

—Sí, cariño. Tu padre está ansioso —respondió, mostrando una sonrisa que ocultaba sus verdaderos sentimientos, pues por dentro tenía ganas de matarlo. Su voz llevaba un matiz de urgencia—. Esta fiesta es algo que siempre se celebra.

—No quiero ir —declaró Dalia, y por primera vez en meses, Azriel se encontró con una negativa rotunda. Siempre había sido tan accesible, tan dispuesto a hacer lo que ella deseaba.

Con ternura, él acarició el rostro de su amado lirio, sus dedos recorriendo la suavidad de su piel.

—Dalia, tú puedes hacer lo que quieras —dijo, inclinándose para besar su mejilla—. Eres la única, y si me lo permites, mi mujer.

Dalia se sonrojó, el calor en sus mejillas la sorprendió. Nunca había pensado que pudiera ser algo tan importante para alguien.

—No soy tan bonita como para ser tu mujer —murmuró, bajando la mirada, insegura.

—Dalia, eres la rosa más hermosa que he visto —dijo él, tomando su mano y depositando un beso en su dorso—. La joya más brillante que mis ojos han contemplado —y, con un gesto delicado, volvió a besar su mejilla—. Un lirio tan bello.

Dalia sintió cómo una cálida oleada recorría su pecho. ¿Era esto el amor del que tanto había escuchado hablar? La sensación de ser completamente amada, protegida, deseada... Se aferró a esa idea con fuerza, se aferró a él.

—¿Me vas a ver solo a mí? —preguntó en un susurro temerosa.

Azriel no tardó en responder. Se inclinó hacia ella, sus labios rozando con ternura la quijada de Dalia, dejando un beso suave que hizo que ella cerrara los ojos.

—Mis ojos solo están en ti, mi lirio —dijo con una voz baja—. No dudes de eso.

Dalia se dejó llevar por el torrente de emociones que la envolvía. Sin pensarlo demasiado, rodeó a Azriel con sus brazos, hundiendo su rostro en su pecho, donde el latido constante de su corazón le daba una extraña sensación de paz. Una sonrisa suave se dibujó en sus labios, reflejando la felicidad que empezaba a florecer en su interior.

Flor del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora