4.- OFF

32 7 0
                                    

Aunque no entendía las emociones de otras personas, entendía las mías muy bien. Y justo ahora, estaba decepcionado.
—Explícate —ordené.
Su cabello estaba desaliñado y parte de su rostro lo tenia abajo, pero podía ver un gran ojo verde mirándome con disimulo. Se veía asustado.
No. Por la manera en que sus manos se sacudían y su pecho jadeaba, me golpeó que no estaba asustado. Estaba aterrorizado.
Asintiendo hacia la cartera en su mano, hablé más suave esta vez. —Eso es de mi hermano.
Sus hombros se desplomaron. Pronunció un quedo pero arrepentido:
—Lo siento.
Dando un paso adelante, le quité la cartera de la mano y levanté la otra. El renuentemente puso un billete de cien dólares dentro de ésta y se alejó de mí. Abrí la cartera de Sasha y me quedé quieto.
Miré hacia al chico. Había bajado su mandíbula para evitar mirarme. —Hay un montón de dinero aquí.
El asintió. Pregunté:
—¿Por qué no lo cogiste todo?
Cuando levantó la vista hacia mí, sus ojos se llenaban de lágrimas y susurró un tembloroso:
—Sólo quería algo para comer.

Una onda de emociones corrió a través de mí. Primero, enojo, luego tristeza, y después algo que no podía explicar. Una actitud protectora, tal vez. —Estás hambriento —una declaración, no una pregunta.
Asintió una vez más y estaba hecho.
El chico se había convertido inesperadamente en mi responsabilidad.

                                GUN

Unos dedos amables se posaron debajo de mi barbilla levantando mi rostro hasta que no pude evitarle más.
Habló en perfecta calma. —Tienes dos opciones. —Me le quedé mirándolo, confundido. No me di cuenta de que tenía otra opción—. Puedo llamar a la policía y hacer que te arresten. —Casi fruncí mi nariz, pero me detuve a tiempo. No me gustaba esa opción—. O puedes trabajar para el club, hacer dinero y levantarte —agregó—. No volverás a estar sin comida.
¿Estaba loco este tipo? Mi mente se quedó boquiabierta. Como si tuviera que pensar en qué opción preferiría.
Luego él agregó una tercera opción, tomando el billete de cien dólares que yo había robado y sosteniéndolo en lo alto. —O puedo darte esto, irte y desaparecer en la noche. —Sus ojos estaban centrados en mí—. Cien dólares te conseguirán más que una comida caliente.
Mi cabeza voló. Estaba seguro de que esto era un truco.
Cien dólares eran suficientes para mantenerme por un rato pero un trabajo, un lugar donde quedarme y comida. ¿Cómo podría dejar pasar eso?
Oh, Dios, la comida era importante para mí.
Tragué fuertemente. —La opción B suena bien.
Él pareció complacido. —Eso pensé. —Extendió una mano—. Ven por acá.
Tirando de mis mangas sobre mis manos, me alejé de él. —Espera. ¿Qué clase de trabajo? Yo… —Mi tren de pensamiento se fue a otra parte y me ruboricé—. ¿Bailando? ¿Como esas personas de allá?

Sólo una ceja se levantó. —¿Crees que quiero que te desnudes?
Mi rubor se convirtió en un sonrojo completo y sentí mi cuello calentarse.
Por supuesto que no quiere que te desnudes. No eres exactamente Bratt Pitt.
—No quiero que te quites la ropa. Quiero que te mantengas vestido. —Se veía indignado de que incluso sugiriera eso—. Completamente vestido —agregó de forma exasperante, y la mortificación hizo que mi estómago girara—. Atenderás el bar.
—No sé cómo.
Su mirada era terminante. —Aprenderás.
Eso no sonaba mal. De hecho, sonaba genial. Él levantó su mano una vez más y, manteniendo mi mano cubierta con mi manga, puse la mía en la suya. Cuando su mano caliente envolvió la mía, me di cuenta de cuán grande era. No me tomó mucho asimilar el resto de él. Era alto, alrededor de metro ochenta más o menos, tenía los hombros anchos, caderas estrechas, piernas largas y un rostro severo. Estaba vestido con un perfecto traje negro hecho a la medida. Tenía que serlo. No parecía como si este tipo pudiera comprarlos en tiendas normales. Lancé una mirada a su rostro, y sus ojos café claros me miraron fijamente.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Su rostro aparentaba ser severo. Sus pómulos eran altos, su mandíbula era fuerte, su nariz un poco torcida, y tenía labios generosos. Su piel estaba ligeramente bronceada y perfecta; no tenía ninguna arruga por sonreír. Era como si no sonriera nunca.
De repente me golpeó. ¿Por qué un hombre que vestía de traje y hablaba con tanta clase ayudaría a un chico sin hogar al que había atrapado robando?
Quité mi mano de la suya. —Si esto es un truco… gire mi cabeza  pero podía ver la repentina inclinación de su cabeza y el estrechamiento de sus cejas. Le dije con honestidad:
—Si quieres llamar a la policía, llámalos. Te prometo que me quedaré y les diré que robé la cartera.
Bajé mi cara y agregué pensativamente:
—Ellos podrían alimentarme —le lancé una mirada de nuevo—, pero darle esperanzas y hacer bromas así a alguien que no tiene nada… es cruel.
Me miró por un largo momento antes de tomar mi mano de nuevo, sin permiso debo agregar, y declarar: —No estoy mintiendo.

"OFF"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora