16.- GUN

50 11 2
                                    

Nuestro picnic improvisado llegó a su fin poco después de que Lidiya se quedara dormida. La pobre empezó a sudar con el leve calor, por lo que la llevamos a casa para terminar su siesta en la comodidad de su propia cama.
Dejé a Off hacer lo que fuera que hacía por las tardes, y subí a ducharme y cambiarme para ir a trabajar. Decidí comodidad sobre clase y me puse una camiseta negra llana sobre mis pantalones de mezclilla, terminando con zapatos negros que serían claramente mi muerte, es decir, si no podía aprender a caminar en ellos.
¡Era como caminar sobre zancos, por el amor de Dios!
Peine mi cabello y  ligeramente lo rocie con spray, y luego me lavé la cara y volví a aplicar maquillaje, espesando el delineador de ojos un poco para un efecto dramático. Coloqué brillo ligeramente con algo que era de color rosa y olía a pastel, y el olor era tan delicioso que quería comerlo.
No te preocupes. No lo hice. Lamer tus labios no cuenta.
Con mis pies descalzos, bajé las escaleras de dos en dos, siendo tan silencioso como pude mientras me dirigía a la cocina. Tenía hambre y recordé que había sobras de brownie de nuestro almuerzo. Abrí la nevera, me aferré a la puerta y miré dentro, inclinándome para ver más de cerca.
Los brownies habían desaparecido.
Hmmm.
Rebusqué.
También tenía rodajas de manzana, queso y magdalenas de Ada.

Fruncí el ceño. No me estaba volviendo loco. Sé que las puse allí cuando regresamos a la casa. Incluso escondí los brownies detrás del zumo para que nadie los tocara Lo comprobé de nuevo, buscando profundamente en la nevera.
Nope. Se habían ido.
El frutero se encontraba en el mostrador de la cocina, y aunque tenía plátanos maduros, manzanas brillantes y peras verdes, quería esos malditos brownies. Así que empecé a buscarlos.
Mientras me encontraba en la planta baja, fui a comprobar a Lidiya, y sonreí cuando vi a Mirella sentada en la silla junto a su cama, leyendo. Me vio y levantó la mano en un saludo. Volví, mis ojos recorrieron la pequeña princesa durmiendo profundamente en su cama.
Eso sólo dejaba un lugar.
Regresé por las escaleras, pero giré a la derecha y caminé por el pasillo hacia la oficina de Off. Me dijo que se fue hasta allí para trabajar, pero tuve la sospecha de que él también podría tener otra razón para ir allí.
La puerta se encontraba entreabierta, menos de un centímetro, y eché un vistazo.
¡Lo sabía!
Abrí puerta y lancé un victorioso: —Te atrapé.
Off  hizo una pausa, había un brownie a medio camino de su boca.
Mis pies me llevaron a su escritorio, donde su computadora se encontraba abierto. Tomé el brownie de su mano, lo metí en mi boca, gemí de placer cuando la amarga dulzura golpeó mi lengua, y luego me enderecé y balbuceé: —Oh, lo siento. ¿Ibas comerte ese brownie estratégicamente escondido? Sus labios se achicaron y me miró. —Sí, lo iba a hacer.
Tuve que taparme la boca para no reírme por lo apagada que sonaba su voz. —Lo siento. Sé que no debo tomar la comida de alguien. En las calles, ese tipo de cosas podría matar a una persona.
Su expresión se volvió sombría ante la mención de mi tiempo sin hogar. —Está bien.
Sin esperar una invitación, sobre todo porque no creía que fuera a tener una, saqué la silla de invitados y me senté frente a él. Sé que sólo pasaron unos días desde que le pregunté, pero quería saber si hizo algún progreso. —¿Tuviste suerte encontrando a los Peterson ya?

Su mandíbula se apretó, acercó su computadora y comenzó a escribir. —No.
Asentí lentamente. —Bueno.
De repente, cerró la tapa de la computadora y preguntó: —¿Por qué quieres encontrarlos? Nastasia me dijo lo que te hicieron, son la razón por la que te encontraras sin hogar. —Hizo una pausa—. No son buenas personas, Gun.
Bueno, alguien estaba un poco juzgador hoy. —Ni siquiera los conoces, Off. Me llevaron con ellos cuando tenía doce años, odiaba al mundo, y me dieron un hogar —hice hincapié—. Un error no deshace todo el bien que hicieron. Y, por cierto, no me mandaron a la calle. Lo hice por mi cuenta.
Se inclinó sobre la mesa, sus ojos dorados eran duros. —Porque te hicieron sentir inseguro.
Cierto, pero no lo admitiría. Me encogí de hombros, sintiéndome impotente. —Si no quieres ayudarme a encontrarlos, está bien. Voy a encontrar a alguien más que lo haga. —Me puse de pie, volviéndome hacia la puerta.
Su voz me hizo detenerme a medio paso. —No puedo controlar la información, Gun. Tal vez no sean buenas noticias.
¿Entiendes eso?
Sosteniendo el marco de la puerta, me quedé de espaldas a él y reiteré: —Sólo quiero que sepan que estoy bien.
No escuché la respuesta. Mis pies me llevaron a nuestra habitación, donde pasé el resto de la tarde tumbado de espaldas en la cama gigante de la que me había enamorado.

"OFF"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora