19.- GUN

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La mañana del sábado nos trae una sorpresa a todos.
Irina, la madre de Lidiya, la reclamó para que volviera con ella.
Lo que fue sorprendente acerca de esto fue que Off la dejó ir.
Yo no quería que se fuera. La idea de ella quedándose con una horrible mujer que ni siquiera la quería me volvía loco. Rápidamente me golpeó si esta era la manera en que yo, un extraño, me sentía, Off ya debería haber cruzado el borde de locuralandia. Escondía su tristeza muy bien, pero no me perdí la manera en que le habló a Sasha cuando su hermano sugirió hacer que Irina se mudara más cerca para que así Lidiya, al menos, viviera en el mismo estado que nosotros.

La horrible mujer ya había reservado los vuelos para Mirella y Lidiya, y salían justo después del mediodía, y su advertencia había sido que si las dos no llegaban a la hora designada, tomaría el siguiente vuelo y levantaría el infierno en el club.
Francamente, creía que la mujer estaba llena de mierda, y lo dije. Nas me dio una mirada advirtiéndome de que su amenaza muy probablemente se cumpliría.
Estaba asombrado. ¿Quién era esta mujer que tenía a la familia Jumpol mirando sobre sus hombros?
Mientras me siento con las piernas cruzadas en el suelo de la sala, Lidiya se acomodó en mi regazo, jugando con la pequeña Guni, sin ser consciente de que estaba a punto de ser alejada de nosotros del modo más grosero. El brazo con el que la sostengo se aprieta. Me encuentro sintiéndome protector con este pequeño cacahuate.
Miro en silencio que la cara de Mirella cae un grado. Ella lo cubre rápidamente, levantándose y dirigiéndose al cuarto de Lidiya a empacar sus cosas.

—No —murmuré enojado. Me di la vuelta hacia Off, abrazando a Lidiya con todo lo que tenía—. ¿Simplemente vas a sentarte ahí y dejar a esa perra alejarla de nosotros?
Parecía que hubiera envejecido diez años en diez minutos. Se veía desgastado y demacrado. Habló con calma.
—¿Qué quieres que haga Gun?
Parpadeé hacia él. Esa actitud no iba a llevarnos a ningún lado.
—Lucha por ella, Off. Dile a Irina que no puede tenerla. Déjala venir aquí. ¿Qué va a hacer? ¿Mostrarles a todos lo jodida que esta de la cabeza?
—Voy a perder la custodia parcial y seré acusado de secuestrar a mi propia hija.
—Me miró, sujetándome con una mirada—. ¿Suena como un buen plan para ti?
Bueno, no. no lo hacía. Pero tenía que haber algo que pudiéramos hacer.
Mi corazón comenzó a correr mientras me di cuenta de que nadie pelearía contra esto.
—Nas —llamé.
Ella se veía miserable.
—Escoge tus batallas, pequeño. No vas a ganar esta.
Mi última opción.
—Sasha —susurré, muy cerca de las lágrimas—. Haz algo.
Él ya estaba sacudiendo la cabeza, se levantó repentinamente, frunciéndome el ceño.
—La vida no es justa, niño. —Me miró—. Tú de todas las personas deberías entenderlo.
Me había quedado sin opciones, solo.
—Off —imploré—. Por favor. No la dejes ganar. Ella es sólo una mujer ¿Cuánto poder puede tener?
No estaba preparado para lo que sucedió después.
Off se levantó. Entonces me gritó.
A mí.
—¿Qué diablos quieres que diga Gun? ¿Qué caiga de rodillas por complacer a la madre de mi hija? —Jadeó—. ¡Sí! Lo hago —Se alejó—. Tengo mis razones, y no le debo explicaciones a nadie, ciertamente no a ti.
Él dijo “a ti” como si fuera asqueroso. Como una molestia. Como si no fuera digno de una explicación que incluso yo sabía que no merecía escuchar.
Eso me trajo de vuelta a la realidad.
Yo no era nada para Off Jumpol.

Y aun así, él era mi todo.
Un poco después del mediodía, después de que Lidiya y Mirella se marcharon, me fui arriba con la cola entre las patas. Debí haber sabido que era un momento difícil para Off, y lo empujé demasiado. Estaba seguro de que se necesitaba mucho para hacer eso, y me sentía como la mierda.
Parado cerca de la puerta abierta, me asome. Off, vestido en su usual uniforme de un traje de tres piezas, yacía en la parte izquierda de la cama, su antebrazo cubriendo sus ojos. Era desgarrador verlo tan perdido.
Caminé hacia él, arrodillándome a su lado y hablando desde el costado de la cama.
—Oye —comencé gentilmente. Estirándome, alejé la mano que cubría sus ojos. Él lo permitió, volviendo la cabeza a un lado para mirarme. Sus cálidos ojos color miel estaban llenos de tristeza.
Apreté su mano.
—Oh dulzura —lo consolé—. Lo lamento tanto. Soy un idiota. No lo pensé.
Él parpadeo hacia mí un momento. Y cuando habló, supe que estaba perdonado por mi descuidado comentario en una situación que no lo ameritaba.
—¿Sostendrías mi mano?
No necesité que me lo dijera dos veces. En lugar de moverme al otro lado de la cama, me levante y trepe encima de él, cubriendo su lado derecho, mi pierna derecha por encima de su cadera, y tomando su mano izquierda entre la mía, entrelazadas, palma con palma.
Su brazo derecho me rodeó, sosteniéndome cerca, y su mano frotaba mi espalda.
Un suave suspiro se me escapó mientras descansaba mi cabeza en su hombro, mis ojos cerrándose con satisfacción. Nunca había estado más cómodo en toda mi vida. Y esa fue la razón de que me quedara dormido acurrucado contra Off Jumpol.

"OFF"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora