12.- GUN

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Nuestra lección de coctelería había terminado con la llegada de Philippe Neige. Tenía curiosidad por el hombre que podría hacer llorar a una mujer como Nas. En el camino a casa, pregunté cuidadosamente:
—Entonces, ¿supongo que Philippe es un exnovio? Nas trató de ignorarme, pero el silencio era demasiado espeso como para pasarlo por alto. —Estuvimos comprometidos por un corto tiempo. Fue un romance relámpago.
Se terminó antes de empezar. —¿Qué pasó? —Usé mi tono más simpático.
Suspiró, seria. —Hizo lo que todos los hombres hacen eventualmente. —Hizo una pausa para añadir bajo—. Me decepcionó. —¿Lo amabas? Nas se quedó callada. Inspiró lentamente y respondió con un suspiro. —Solo he amado a un hombre. Y no era Philippe. —Cambiando rápidamente de tema, preguntó—: ¿Qué hay de ti, Gun? ¿Has estado enamorado?
—Sí —respondí fácilmente. Le miré de reojo para medir su reacción—. Me enamoré de mi hermano.
Ella no me decepcionó.
—Ewwwww —salió de su boca antes de que siquiera terminara—. Por favor dime que estás bromeando. Si no lo estás voy a estacionarme y vomitar, porque eso es jodidamente asqueroso.

Me eché hacia atrás en mi asiento, riendo. —Era mi hermano de acogida. No teníamos relación. —Sonreí—. Es bueno saber que tienes valores. Ella sonrió entonces, de mala gana. —Perra. —Sacudió su cabeza—. Cuéntame sobre el hermano misterioso entonces.
—Tenía doce cuando me pusieron por primera vez en una casa de acogida. Fui una de los afortunados. La primera familia con la que me colocaron fue con la que me quedé hasta que me fui a la calle. Mi ceño se frunció. No había pensado en Maggie y John Peterson por mucho tiempo.
—Maggie era todo lo que necesitaba en ese momento y lo perdí todo. Era maravillosa. John su esposo, era igual de bueno. Me incluía en todo, me hizo sentir como si fuéramos una familia de verdad. Tenían un par de gemelos, de cinco años que me adoraban. Ben y Chris. —Sonreí—. Les enseñé a montar en bicicleta. — Suspiré.
—Uh, oh —comenzó Nas—. Algo grande está llegando. Puedo sentirlo.
—Cuando tenía dieciséis Maggie entró en mi habitación. Se veía algo preocupada. Fue entonces cuando explicó que el hijo de su primer matrimonio iba a vivir con nosotros después de que su padre tuviera un altercado con la ley. No veía cuál era el problema. Era su hijo. Quiero decir, ¿por qué siquiera me lo estaba explicando? Le dije que estaba bien. Incluso le dije que podía tener mi habitación si la necesitaba, que dormiría en el sofá. —Mi voz se volvió más suave—. Su nombre era Lee. Tenía casi dieciocho, una estrella de fútbol y absolutamente divino. —Boom. Y ahí está la mejor parte.
Sonreí. —Era dulce, divertido y un completo coqueto. También era el primer chico que tuvo las agallas de besarme, justo en el patio trasero, bajo las narices de Maggie y John. Me enamoré de él sin esfuerzo. —Reí ante el recuerdo—. Después de un tiempo, nos robábamos besos por todo el lugar y se escabullía en mi habitación por la noche después de que todo el mundo se hubiera dormido. Suspiré ensoñadoramente.
—Hablábamos toda la noche hasta que la charla se convertía en una sesión de besos. Y entonces cumplí diecisiete. Una cosa llevó a la otra, y pronto estuvimos haciendo mucho más que hablar y besarnos. Si sabes a lo que me refiero.
Nas sonrió. —Lo hago. Realmente lo hago.
—La historia termina con nosotros siendo descuidados y siendo atrapados, Maggie culpándome por aprovecharme de su hijo y llamándome pequeño vagabundo.

Yo dándome cuenta de que no importaba cuánto quisiera a Maggie, ella no era mi madre. Y me fui al día siguiente.
—¿Ella te llamó vagabundo? —dijo Nas, horrorizada.
Asentí. —Un pequeño vagabundo. —Y luego tú desapareciste para ellos. Nas hizo una pausa y añadió pensativamente:
—Apostaría a que ella ha pensado en ti cada día desde que te fuiste.
Su declaración hizo que mi corazón tartamudeara. —¿Tú crees? —Um, sí. Ella llamó a un chico de diecisiete años por un nombre horrible estando molesta y ese chico se fue, y nunca volvieron a verlo —resopló—. Diría que ella está pagando cada día por lo que hizo, sólo recordándote. Se lo merece, perra estúpida. No quería creer que Maggie podía haber estado sufriendo por la culpa todo este tiempo. Seguro que me llamó por un mal nombre, pero eso no se comparaba con el hecho de que me había recibido en su casa y me había hecho parte de su familia por casi cinco años. Ella merecía algo más que vivir así.

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