6.- GUN

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Los espejos no mentían. Podían alzar el ego, pero podían fácilmente ser crueles y castigadores. El espejo del baño de Off estaba siendo un malvado perro.
Mostraba cada moretón, cada línea, y cada hueso que sobresalía de una forma que me dejó sorprendido . Pero mi cabello estaba limpio, y probablemente olía como hombre, pero al menos no olía mal. Me acaricié la cara limpia, y aunque mi cara estaba de un agradable color rosa, no tenía maquillaje de tres días acumulado ni adherido en mis pestañas, lo que era genial.
Llegó el momento de dejar el baño, y rápidamente me di cuenta que no tenía ropa. Abrí la puerta un centímetro y me asomé dejando que el vapor saliera alrededor de mí. —¿Off?

Entró en la habitación, incómodo por mi estado de desnudez, cerré la puerta. Tocó ligeramente. —¿Gun?
—Oye… ―comencé, miré hacia la puerta, rodando mis dedos—. Hola. —Rodé mis ojos ante mi confusa mente y tomé una profunda inspiración—. Me acabo de dar cuenta que no tengo ropa y… —tragué duro, pasando el aprensivo nudo de mi garganta, y terminé suavemente—. Necesito ropas. No respondió por un largo momento y entonces tocó de nuevo. —No tengo ropa de tu talla, pero esto funcionará para la noche.

Abrí la puerta, escondiéndome detrás de ella, y su larga mano apareció dentro.
Estaba sosteniendo una camiseta blanca. Agradeciéndole, la tomé. Me la puse y abroché los botones. Me entristecía la forma en que nadaba en ella. Hubo una vez, en la que tenía carne que habrían llenado esta camisa agradablemente. Se veía más como una maldita sábana sobre mí. Miré hacia mis piernas y me pregunté por qué me quejaba del peso extra que solía tener. Era decepcionante ver largas y nudosas rodillas a través de la delgada y pálida piel de mis piernas.
Me sentí feo.
Dejé salir un largo suspiro y me enderecé, casi tragándome la lengua. Mi pequeño pecho era flaco y mis pezones visibles a través del delgado material de la camisa.
Oh, diablos no.
Miré hacia abajo para ver entre mis muslos notándose mi pene también.
Um… doble diablos no.
Me acerqué a la puerta y llamé suavemente. —Disculpa, ¿Off?
Estaba ahí en un segundo. —¿Algún problema?
—Me estaba preguntando ¿Tienes una camisa más oscura que pueda usar?
Hizo una pausa un momento y después preguntó con desagrado. —¿Tienes una preferencia de color? Esta noche lo hacía, maldita sea.
Me di cuenta que sonaba necesitado, pero no quería que él me viera así. —Lo siento. Está bien. Haré que funcione —añadí arrepentido—. Lo siento.
Colocando mi cabeza entre mis manos, me di ánimo mentalmente. Este hombre ha sido extremadamente amable contigo esta noche Gun. En unas cuantas miserables horas te esta dando cosas con las que sólo podías haber soñado.
No seas desagradecido. Un ligero golpe en la puerta y está se abrió unos centímetros. Su mano apareció sosteniendo algo oscuro. Lo tomé y la puerta se cerró. Lo alcé.
Era una camisa negra.
La tensión que no sabía que estaba ahí desapareció mientras el alivio me hizo reír suavemente. Grité:
—Gracias.

Respondió suavemente.
—De nada, Ratón.
Me volví a vestir, sosteniendo la camisa blanca en mi mano mientras salía del baño. Las luces estaban apagadas, pero Off había encendido dos lámparas altas, una a un lado del sofá, el cual ahora estaba extendido para ser una cama, y una a un lado de la mesita de noche, a un lado de la cama. Mis ojos se ampliaron cuando vi a Off de espaldas a mí.
Con su espalda desnuda. Oh, cielos. Su musculosa espalda desnuda. Se giró ante mi ligero jadeo. Incluso aunque aún estaba usando sus pantalones de vestir, se había quitado sus zapatos y calcetines, dejando libres sus largos pies.
Bajando mi cara caliente, me apresuré a la cama y me lancé sobre ella, cubriéndome hasta el pecho con las pesadas sábanas. Me miró atentamente, analizando mi cara. Sus ojos me desentrañaban parte por parte y era molesto.
La incomodidad me obligó a evitar sus ojos. El silencio nos rodeaba y entonces dijo en voz baja: —No te gusta que las personas te vean.
Mis ojos se encontraron con él. —¿Disculpa? Sus ojos recorrieron mi cara limpia. —No te puedes esconder detrás de toda la mugre. Puedes intentarlo, pero no lo lograrás. No conmigo. Hizo una pausa y entonces dijo:
—Te veo.
No era algo que una persona normal habría dicho. Era implacable y calculado e iba al grano, casi como si no supiera la incomodidad que sus palabras causaban en mí. Casi como si no le importara. Pero vi que sí le importaba. Dijo las palabras de una manera gentil como para no asustarme. Dijo lo que veía, y fue todo.
Escogí mis palabras cuidadosamente y hablé lentamente. —Cualquier máscara en la calle es una buena máscara. Se sentó en el sofá cama, haciéndose hacia atrás hasta que sus piernas estaban estiradas frente a él. Cruzó sus brazos sobre su amplio pecho. —Las máscaras no le quedan bien a personas con tu cara.

"OFF"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora