25.- GUN

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El servicio era lento esa tarde. Aunque sólo teníamos cuatro de las mesas más pequeñas vacías, todos podíamos sentir la falta. ¿Estaban todos los clientes que nos había ganado El Beso de Afrodita perdidos para siempre? El pensamiento me asustaba como el demonio, siendo que significaba que yo me quedaría sin trabajo. No me podía permitir quedarme sin trabajo. Tenía un tema muy delicado que traer a colación con Off. Ese tema siendo el que yo me mudara de su casa. Había estado yendo secretamente a donde Nastia por las mañanas y buscando una casa. Habían unas cuantas buenas opciones, pero no tenía los ahorros suficientes en solo seis semanas para asegurarme gastar todo mi dinero de una sola vez.
Necesitaba al menos otras dos o tres semanas para estar en una posición cómoda. No quería estorbarle a Off. Él no había hecho nada distinto que apoyarme desde que me encontró, y estaba empezando a pensar que me estaba convirtiendo en una molestia. ¡Maldita sea Anika y sus comentarios de esta mañana! Estaban atormentándome.

Cuando Off y yo entramos en el bar y nos separamos para dirigirnos a nuestras áreas designadas, Nas me detuvo antes de que me pusiera detrás del bar. —¿Qué le hiciste a mi hermano? —Era una acusación, si había llegado escuchar una alguna vez. Mi ceja se elevó. —¿A qué te refieres?
Se giró, moviendo sus brazos en dirección a Off ñ. Luego se inclinó hacia mí y susurró-silbó:

—¡Está usando jeans! —Sacudió su cabeza, ojos amplios—. ¿Qué demonios? Oh, eso. Puse mis ojos en blanco. —Le pedí que los usara. Nunca lo había visto en jeans. Se ve genial en ellos, ¿no te parece? Mucho más accesible. —Me giré para mirarlo en el momento exacto en que él se giraba para mirarme a mí. Le sonreí y lo salude tímidamente con la mano—. Ese trasero, sin embargo. Grrr.
Off me guiñó un ojo. Malditamente me guiñó un ojo. Y mi estómago se volcó. —Ewww —murmuró Nas, luego su voz se volvió más gentil—. No puedo creer que esté usando jeans. No sé qué es lo que le estás haciendo, pero sigue. Se ha relajado muchísimo desde que llegaste aquí, kuklo. Yo estaba demasiado triste para registrar que acababa de darme un gran cumplido. En vez, hice un puchero. —Él dijo que iba a besarme esta noche. —Me giré para mirarla—. No me ha besado todavía. Lo quiero tanto que duele. Los ojos de Nas se ampliaron. —Voy a fingir que no estamos hablando de mi hermano por un minuto, y voy a decirte que si quieres algo, vas a tener que luchar por ello. —Se inclinó contra el bar—. Esas son las reglas. Mi boca se abrió sorprendido mientras la miraba fijamente. —¿Hay reglas? ¿Por qué no sabía esto? Ella se encogió de hombros. —Eras un indigente. No creo que la gente indigente conozca las normas. Chasqué mi lengua y mordí mi pulgar. —Que maldigan el ser indigente al infierno. Nas me dio un empujón suave con una risita. Me gustaba cuando bromeábamos así. Era tranquilizador. Se sentía tan normal el tener un amigo con el que hacer chistes, y sin embargo era algo tan extraño para mí. Me uní a Birdie detrás de la barra y, con un abrazo rápido de saludo, empezamos a trabajar. No pasó mucho de mi turno antes de que Vik me dijera que Sasha me quería en su oficina. Sasha me ponía nervioso. Siempre parecía que tuviera un motivo ulterior para actuar. Tal vez estaba oculto para el público general, pero yo había conocido mucha gente así en las calles y los podía identificar a kilómetros de distancia. Toqué la puerta antes de entrar. —¿Querías verme?

Estaba parado junto al escritorio, revisando algo de papeleo. Estaba vestido con un traje de chaqueta negro, y una camisa blanca. Sasha era alto, y yo estaba seguro de que lo que fuera que escondiese bajo su traje se acercaba a la perfección que había visto en Off. Su cabello castaño oscuro tenía un corte faux hawk, sus helados ojos marrones levantaron la mirada hacia mí. —Cierra la puerta detrás de ti. Él seria muy apuesto si tan solo sonriera. No podía evitarlo. El sarcasmo era la lengua que hablaba con Sasha. —Sí señor. Capitán señor. Cerré la puerta y me senté en la silla de invitados. Sasha rodeó la mesa y se sentó detrás del escritorio, mirándome a los ojos. —Han pasado seis semanas.
Asentí. —Sí, han pasado. Levantó su cabeza ligeramente y esperó. Cuando se dio cuenta de que yo no iba a decir nada, levantó sus manos. —¿No crees que es hora de seguir adelante? Mi corazón se encogió en tres pedazos. Mi garganta quedó presa del pánico. No pude hablar por un largo tiempo. Finalmente, encontré mi voz, tan tembloroso como era. —No era consciente de que mi posición fuera temporal. —No lo eras —dijo con completa calma—, pero entre tú y yo, siempre lo fue. — Sus ojos se clavaron en mí—. Sabias eso. Buscó en mi cara, y lo que fuera que encontró ahí no lo hizo feliz. Suspiró, irritado. —No sabías eso. Sacudí mi cabeza Sasha se inclinó de vuelta en su silla y esta chirrió bajo su peso. —A Off le gustan los chicos bonitos. —Mis ojos salieron disparados hacia arriba—. Puntos extra si están dañados —su labio se curvó—, como tú. —Yo no estoy dañado —susurré. Él entonces sonrió, pero era áspero, cruel. —Eres un chico lindo, Gun. Pero las elecciones de Off en hombres no mienten.
Puede que no estés dañado, pero eres mercancía estropeado.

"OFF"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora