CAP. 22 GUN

35 10 0
                                    

Encontrar un momento a solas no fue difícil entre las diez y las doce.
Esas eran las horas en que Off desaparecía para hacer ejercicio.
Siempre se iba a las diez y volvía a las doce, en punto. No sabía qué le gustaba hacer para ejercitarse. Sí sé que, sea lo que sea, lo hacía volver sudando mucho.
Me quedó en claro en más de una ocasión que Off  me parecía atractivo. Era, de lejos, el hombre más apuesto que conocía. Con ojos dorados, las facciones angulosas, cabello oscuro y a la moda, y su alto y esculpido cuerpo, me encontraba preguntándome lo que se sentiría estar debajo de ese cuerpo, desnudo y sudando por otro tipo de ejercicio.
Cuando Off llegaba a casa, con la ropa pegada al cuerpo, mi boca se hacía agua y no podía contenerme.
Off era sexy, así de simple.
Con el arreglo para dormir ahora como algo permanente, no me era indiferente que despertaba con una gran erección contra mi trasero, o mi pierna, o donde terminara apoyado en la mañana.
Ambos nos portábamos bien, no le prestábamos atención, pero sabíamos que estaba ahí. Era obvio, de una forma dolorosa.
Pero esta mañana fue algo distinto. Acababa de despertar, con esa dura polla presionando contra mi trasero por tercer día consecutivo, actué inconscientemente en mi estado de vela, arqueé la espalda y dejé salir un suspiro de felicidad mientras su firmeza se frotaba contra mí de la forma más deliciosa.
Por un momento, creí que Off era un sueño.
Obviamente, me equivocaba.

Mi cuerpo, actuando por cuenta propia, se apoyó contra él, otra increíble vez, y Off suspiró de placer. Mi polla entre mis piernas tembló suavemente, y de repente sentí calor en todo mi cuerpo. Una necesidad se metió en mí, y antes de saberlo, quería esa polla dura dentro de mí, llenándome y estirándome.
En ese momento Off se retiró suavemente y, un segundo después, oí la puerta del baño cerrarse. Abrió la ducha, y entonces me desperté, comprendiendo lo que había sucedido.
Mi rostro y cuello ardieron de vergüenza. Había frotado a Off dormido.
Eso no es muy amable, Gun.
Pensé en disculparme, pero sabía que sería tan incómodo como la situación misma. Entonces hice la segunda mejor opción, la que Off y yo hacíamos bien.
Fingí dormir, hice como que nunca había sucedido, respirando tan pesado y lentamente como pude mientras Off salía del baño.
Oí la ropa moviéndose, se abrió la puerta del dormitorio, y me encontré solo en un cuarto para dos.
Me volví para estar sobre mi espalda y suspiré. Mis dedos se deslizaron por mi estómago, bajo mi pijama y mi boxer hacia el lugar donde más lo necesitaba.
Cerrando los ojos, pensé en los largos dedos de Off, sus labios carnosos, y su firme trasero mientras me liberaba. Pero no fue tan bueno.
La satisfacción que necesitaba no llegó.
Esperé a oír la puerta trasera antes de levantarme. Me duché rápidamente, abrí las cortinas y me senté en el medio de la cama, con las piernas cruzadas. Mi teléfono frente a mí, miré la tarjeta de negocios y consideré hacer la llamada.
Mi estómago se encogió mientras levantaba el aparato y marcaba. Sonó dos veces antes de que respondiera con un suave saludo.
—Soy Gun —comencé. Me mordí el labio y le dije lo que necesitaba—. ¿Recuerdas esos anticonceptivos que me decías? Estoy listo para verlos.
Siguió un silencio, luego me dijo a dónde tenía que ir.
—De acuerdo. —Quería sonreír, pero no pude porque tenía el corazón en la garganta—. Gracias Pox. Sin dudar, llamé a Nas y le pedí un favor. Necesitaba que me llevaran. La clínica era pequeña pero limpia, y una mujer vestida con uniforme me llevó a un cuarto vacío. No quería ir solo. Nas estaba en una de las sillas, mirando su teléfono.
Tragué duro. —Oye —dije, con la lengua pegajosa—. ¿Vienes?

Ella me miró, estudiándome un momento antes de notar el miedo en mis ojos.
Se puso de pie, y suspiré de alivio mientras me seguía a la consulta.
Esperamos en silencio total. Después de unos minutos, una mujer con un rodete desordenado y pantalón rosado entró, sonriente. —¿Gun? —Miró de mí a Nas, insegura de cuál de los dos era su paciente.
—Soy Gun —dije, sentándome más derecho y levantando la mano como un colegial. Su sonrisa se amplió al sentarse. —Hola Gun. Soy la doctora Henley. Mi hermano me llamó. Me dijo que necesitas un DIU. Hizo una pausa y preguntó: —¿Puedo saber por qué un DIU y no un implante? Esperen… ¿Pox es su hermano?
No se parecían en nada.
Retorcí mis manos en nerviosismo y le dije: —Dura más.
Asintió comprensivamente y comenzó a escribir en su ordenador. —No los tenemos a mano, por supuesto. —Mi rostro cayó, pero ella prosiguió—.
No me preocuparía por eso. Te daré una receta y te enviaré al lado. La farmacia tiene muchos. —Suspiró alegremente—. Tengo que decirte Gun, no me gusta hacer estas cosas con prisas. En un escenario normal, haríamos un examen completo, sobre todo porque veo que al parecer eres un doncel, por ellos recomendaría  exámenes de enfermedades sexuales antes de insertar el DIU. Me miró amablemente y preguntó: —¿Supongo que no volveras en una semana?
Con la voz débil, hablé. —Preferiría que no. Los doctores me ponen nervioso.
Asintió comprensivamente. —Entonces de acuerdo. El rostro compasivo, habló suavemente: —Pero no puedo hacer mucho sin un chequeo interno.
Sabía que eso vendría. Claro que tendría que mirarme ahí abajo. Era donde sucedía todo el asunto.
La doctora Henley me llevó detrás de una cortina, indicándome que me quitara los vaqueros y los bóxer antes de poner una sábana sobre mi mitad inferior. Hice lo ordenado con tranquilidad sabiendo que Nas estaba a un grito de distancia.

"OFF"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora