Por que?

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Viernes 9:45 pm

El rugido de un motor potente cortó el aire en la entrada del club. Samantha, al volante de su flamante Bugatti negro, se estacionó de manera abrupta, causando que algunos curiosos voltearan a ver. Como siempre, no le importaba la atención, era lo que mejor sabía manejar. Con una mano aún en el volante, miró a través de las gafas de sol oscuras y se ajustó el traje perfectamente cortado.

—Que se jodan —murmuró mientras bajaba del auto.

Dos de sus hombres ya la esperaban en la puerta, apartando a cualquier imbécil que se atreviera a bloquear su camino. La reputación de Samantha la "hacia". En el inframundo, no solo era conocida por su astucia y brutalidad en los negocios, sino por su vida desenfrenada. Mujeres de sobra, autos de lujo, y una actitud que no pedía disculpas por nada. Y así era como le gustaba.

Apenas puso un pie en el club, un enjambre de chicas comenzó a acercarse, pero Samantha las ignoró. Esta noche, tenía otras prioridades. Su mente aún estaba en la niña rica que había conocido hacía unas semanas. Abril. La maldita mocosa había captado su interés de una forma que ninguna otra persona lo había hecho en mucho tiempo. Era audaz, desafiante, y en el fondo, Samantha sabía que quería más de lo que este mundo criminal podría ofrecerle.

Se abrió paso hacia una mesa reservada en el rincón más exclusivo del club, donde ya la esperaban varias mujeres que, como de costumbre, estaban dispuestas a hacer lo que fuera por su atención. La música retumbaba en el lugar, el humo de los cigarrillos llenaba el aire, y las luces neón parpadeaban. Sin embargo, Samantha no podía dejar de pensar en
Abril.

—¿Qué carajo me pasa con esa niña?
—murmuró para sí misma, encendiendo un cigarro.

Una de las chicas, una rubia con labios carnosos y mirada vacía, se le acercó, acariciando su brazo, pero Samantha la apartó bruscamente.

—No estoy de humor. Largo —espetó, exhalando el humo con frustración.

En medio de ese caos de lujos y placeres, sintió que algo la inquietaba.
No era como si le faltara algo en su vida. Tenía diner respeto y poder. Lo tenía todo. ¿Por qué
entonces, esa esa mocosa parecía atravesar sus defensas de hierro?
Levantó la mirada cuando uno de sus hombres, Raúl, se acercó con una expresión seria.

-Tenemos un problema, jefa —dijo, inclinándose hacia ella para hablar sin levantar la voz y encima de la música—. Un trato con los Martínez. Están jugando sucio.

Samantha apagó el cigarro y se puso de pie de inmediato. Los Martínez
eran una espina constante en su costado. Siempre buscando la manera de socavar su poder. Era hora de hacerles entender de una vez por todas quién mandaba.

—Voy para allá —dijo, ajustándose las solapas de su impecable traje oscuro a medida, que le daba un aire de autoridad y control total—. Y más les vale estar listos para suplicar.

Antes de salir, lanzó una mirada al club. Su reino de placeres y caos, pero al mismo tiempo, su jaula. Las mujeres la miraban, los autos la esperaban, pero en su mente seguía rondando Abril. "Después me encargaré de eso", pensó.
Montó de nuevo ... su Bugatti, y el motor rugió como si fuera una extensión de su ira contenida. El camino a la guarida de los Martínez no era largo, pero en cada segundo que pasaba, sentía que su humor se oscurecía aún más.
Al llegar, un pequeño grupo de los Martínez la esperaba en la entrada de su almacén. Intentaron actuar con calma, pero Samantha podía oler el miedo en ellos. Y lo disfrutaba.

—¿Qué mierda creen que están haciendo? —soltó al bajar del auto, sin siquiera darles tiempo de abrir la boca.

Uno de los hombres, el más joven y probablemente el más tonto, intentó explicarse.

—Solo fue un malentendido, Samantha. Podemos arreglarlo.
Ella lo interrumpió con una risa sarcástica.

—¿Un malentendido? ¿Se supone que soy una maldita idiota o qué?
Sin dar aviso, le propinó un golpe en el rostro que lo mandó al suelo de inmediato. Se ge lacia los otros dos con los ojos encendidos de furia.

Sin dar aviso, le propinó un golpe en el rostro que lo mandó al suelo de inmediato. Se giró hacia los otros dos con los ojos encendidos de furia.

—El siguiente que intente joderme va a acabar como él o peor —advirtió, señalando al hombre que se sujetaba la mandíbula sangrante—. Díganle a su jefe que no se equivoque conmigo otra vez.
O el siguiente
"malentendido" lo pagarán con su vida.-
Los hombres asintieron, aterrorizados. Samantha se dio la vuelta, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo. Este era su mundo, el caos y la violencia, el poder absoluto. Y le encantaba.
De regreso al auto, encendió la radio y aceleró. Necesitaba liberar algo de tensión. Después de esa pequeña demostración de poder, debería sentirse satisfecha. Pero su mente seguía nublada por la misma maldita chica.

—¿Por qué diablos no puedo dejar de pensar en ella? —se preguntó, pisando el acelerador.
Volvió al club más rápido de lo que esperaba, pero no estaba dispuesta a entrar. En su lugar, sacó su teléfono y envió un mensaje a Abril:
"Nos vemos mañana. Quiero hablar contigo. No tardes."

Guardó el teléfono y apagó el motor.
Las luces del club seguían brillando, el bullicio adentro continuaba, pero Samantha sabía que algo estaba cambiando. Algo que, por primera vez en mucho tiempo, no tenía bajo control.
Y eso la enfurecía más que cualquier enemigo.

"DEL PORTE" G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora