Tentaciones Peligrosas

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El ambiente en la mansión de Samantha se volvía cada vez más cargado de tensión. Era una mezcla de poder, peligro y algo más profundo que se había estado gestando entre las dos. Abril no podía evitar sentirse atraída por todo lo que Samantha representaba: poder, misterio, y un control absoluto sobre todo lo que tocaba. Pero ahora, ese control estaba centrado en ella.

Samantha había pasado todo el día lidiando con negocios, enfrentando amenazas y cerrando tratos, pero ahora, al caer la noche, su atención estaba completamente sobre Abril. La mafiosa más temida del mundo no perdía el control fácilmente, pero había algo en Abril que la tentaba, algo que la desafiaba a probar los límites de su propio autocontrol.

Estaban en el salón privado de la mansión, las luces tenues creando sombras que parecían bailar en las paredes. Abril estaba sentada en el gran sofá de cuero, observando cómo Samantha se movía por la habitación, su mirada cargada de una mezcla de curiosidad y deseo.

Samantha se acercó lentamente, dejando su copa de whisky en la mesa y sentándose al lado de Abril, sus ojos oscuros fijos en ella. —Sabes que no deberías jugar conmigo, ¿verdad? —dijo Samantha, su voz baja y ronca, cargada de una intensidad palpable.

—¿Quién dijo que estoy jugando? —respondió Abril, su tono firme, pero con una chispa de desafío.

Samantha sonrió, inclinándose hacia adelante hasta estar peligrosamente cerca. Su presencia física era imponente, y Abril sentía cada parte de ella, la fuerza que emanaba no solo por su poder, sino por lo que había bajo la superficie, algo que ella misma no podía ignorar.

—No tienes idea de lo que estás pidiendo —susurró Samantha, acercándose aún más, su respiración cálida contra el cuello de Abril. —¿Sabes lo que significa estar conmigo, de verdad? No hay lugar para titubeos ni para arrepentimientos. Aquí solo hay lugar para el control... el mío.

Abril no retrocedió. De hecho, sentía cómo su propio cuerpo respondía a la cercanía de Samantha, a la promesa implícita en sus palabras. Sabía quién era Samantha y lo que podía ofrecer, pero también sabía que quería más que solo ser una testigo de su poder.

—Quiero que me lo demuestres —dijo Abril, su voz casi un susurro, pero lo suficientemente clara para que Samantha entendiera perfectamente.

Samantha la miró intensamente, sus ojos recorriendo cada parte del rostro de Abril antes de sonreír de una manera que prometía más de lo que Abril podía haber imaginado. Sin decir una palabra más, Samantha la tomó por la cintura, atrayéndola con fuerza hacia su cuerpo, dejando claro que las reglas del juego estaban a punto de cambiar.

El aire entre ellas se volvió más denso, cargado de una lujuria que ninguna de las dos intentó ocultar. Abril podía sentir la firmeza del cuerpo de Samantha, cada parte de ella era un recordatorio de su poder y de lo que traía consigo. Samantha no solo era peligrosa en su mundo criminal; lo era en todo lo que tocaba.

—¿Estás segura de que puedes manejar esto, princesa? —murmuró Samantha, inclinándose lo suficiente como para que sus labios rozaran el cuello de Abril, su aliento cálido y provocador. La presencia física de Samantha era innegable, y Abril sentía cada centímetro de esa realidad. El desafío en sus palabras no era solo verbal, era algo más profundo, algo que iba más allá de simples caricias.

—Estoy más que segura —respondió Abril, levantando la mirada y encontrándose con los ojos oscuros de Samantha. En ese momento, no había duda ni miedo, solo deseo puro. Deseo de estar con ella, de probar lo que Samantha ofrecía, de sentirse envuelta en su poder y su dominio.

Samantha sonrió, una sonrisa peligrosa y cargada de promesas. —Entonces no te voy a detener.

Sin más advertencias, Samantha la empujó suavemente contra el respaldo del sofá, inclinándose sobre ella mientras sus manos comenzaban a explorar con una determinación que Abril no había experimentado antes. La dureza de Samantha era tan evidente como su poder, y Abril sentía que cada movimiento estaba diseñado para probar sus límites.

—Esto es lo que significa estar conmigo —susurró Samantha, sus labios rozando los de Abril, pero sin besarla completamente, manteniéndola en un estado de anticipación intensa. —No hay espacio para dudas, solo para lo que yo decido.

Abril, completamente envuelta en la sensación, no podía resistirse. El cuerpo de Samantha la rodeaba, su presencia física aplastante y llena de deseo. Cada palabra, cada gesto, era un recordatorio de quién tenía el control, pero también de lo mucho que Abril deseaba rendirse a ello.

—Quiero más —fue todo lo que pudo decir Abril, sin un rastro de duda en su voz.

Samantha rió suavemente, inclinándose finalmente para tomar los labios de Abril en un beso profundo, cargado de toda la intensidad que había estado conteniendo. El cuerpo de Samantha contra el suyo era un recordatorio de la realidad física que Samantha poseía. No había vuelta atrás, y ambas lo sabían.

La lujuria que llenaba el ambiente era densa, envolvente. Abril se dejó llevar por el momento, perdiéndose en la sensación de estar con alguien que no solo la deseaba, sino que la controlaba de una manera que nunca antes había experimentado. Samantha no era solo una mujer de poder; era una fuerza que arrasaba con todo a su paso.

Cuando finalmente se separaron, ambas respiraban con dificultad, pero había una satisfacción en los ojos de Samantha, una que Abril no había visto antes. —¿Ves lo que pasa cuando juegas conmigo? —murmuró Samantha, acariciando suavemente el rostro de Abril.

—Sí —respondió Abril, sonriendo ligeramente—. Y no me arrepiento.

Samantha la miró por un momento, antes de volver a sonreír, esta vez con un toque más suave, pero igual de intenso. —Tú misma lo pediste, princesa. Ahora no hay vuelta atrás.

"DEL PORTE" G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora