Entre Secretos y Traiciones

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El motor del auto rugió cuando Samantha pisó el acelerador, deslizándose con destreza entre las calles desiertas. La ciudad dormía, pero Samantha nunca lo hacía. Estaba acostumbrada a las noches largas, a las conversaciones peligrosas, y esta no sería la excepción. Al salir del club, sentía la adrenalina correrle por las venas. Elías había vuelto, y aunque le daba un mal presentimiento, algo dentro de ella disfrutaba de la idea de trabajar con él de nuevo.

Maldito Elías, pensó, mientras una sonrisa involuntaria se formaba en sus labios. Sabía que volver a verse envuelta en los juegos de poder que él manejaba era como meterse de cabeza en una trampa. Pero, al carajo, le gustaban los retos y ese hijo de puta siempre traía consigo la dosis justa de peligro.

Tomó un desvío antes de llegar a su apartamento. Necesitaba claridad antes de decidir su siguiente movimiento. Condujo hasta un mirador en las afueras de la ciudad, donde la brisa fría le despejaría la mente. Al llegar, apagó el motor y salió del auto, encendiendo un cigarro. El humo ascendía en la oscuridad mientras sus pensamientos se agolpaban. Algo no cuadraba. Elías nunca aparecía sin una razón clara, y que él fuera quien la buscara solo significaba una cosa: necesitaba algo de ella.

—Maldita sea, esto no me gusta nada —murmuró, tirando el cigarro al suelo y aplastándolo con la bota.

Su celular vibró en el bolsillo de su chaqueta. Lo sacó y vio un mensaje sin remitente. El texto era simple: "No confíes en él."

—¿Y ahora qué mierda es esto? —dijo entre dientes, sintiendo una mezcla de rabia y curiosidad. No había margen para la duda. Si alguien estaba siguiendo sus movimientos, las cosas eran más serias de lo que pensaba.

Decidió que era hora de moverse. Regresar al departamento era peligroso si alguien la vigilaba. En su mundo, los errores se pagaban caro. Se metió al auto y, mientras pensaba en su próximo destino, recibió una llamada. Era Elías.

—¿Qué chingados quieres ahora? —dijo al contestar, sin molestarse en disimular su impaciencia.

—Relájate, Sam. Quería asegurarme de que llegaste bien. Sabes que la ciudad está llena de gente a la que no le caemos bien.

Samantha se rió. Era típico de Elías querer jugar con su mente.

—Déjate de mamadas. ¿Quién te está siguiendo? Recibí un mensaje de advertencia, y no soy la única en la mira.

Hubo una pausa al otro lado de la línea, y eso le dijo todo. Elías no tenía control total de la situación, o al menos no lo admitía.

—Mira, el que te mandó ese mensaje es irrelevante por ahora. Lo que importa es que estamos en esto juntos. O tienes miedo de enfrentarte a algo más grande que tú, Sam —respondió con su tono burlón, buscando provocarla.

—Chinga tu madre, Elías. Sabes que no le temo a nada ni a nadie —dijo, con la voz cargada de furia—. Pero si me quieres en este juego, será bajo mis reglas.

—Perfecto, así me gusta. Nos vemos mañana a las ocho en el puerto. Tengo algo que mostrarte.

Samantha colgó sin decir nada más. Si él creía que la tenía bajo control, estaba muy equivocado. Ella siempre estaba un paso adelante. Al carajo con sus trucos baratos, pensó, mientras giraba el volante y se dirigía al lugar donde sabía que podía pensar con claridad.

El puerto era un lugar especial para ella. Desde niña había ido con su padre, cuando él todavía estaba vivo. Le había enseñado a no depender de nadie, a ser fuerte, y sobre todo, a mantener su cabeza fría en medio del caos. Eso me hace falta ahora, pensó, mientras las luces del puerto aparecían a lo lejos.

Al llegar, se bajó del auto y caminó por el muelle. El sonido del agua golpeando suavemente los barcos la calmaba. Miró al horizonte, sabiendo que el día siguiente traería sorpresas, pero también riesgos. Sabía que Elías jugaba sucio, pero ella también tenía sus cartas.

Con un suspiro, sacó su celular y mandó un mensaje a uno de sus contactos más confiables: "Necesito información sobre Elías. Ahora." Sabía que tenía que estar preparada para cualquier cosa.

El amanecer estaba cerca y con él, las verdades empezarían a salir a la luz. Pero Samantha, como siempre, estaría lista para lo que viniera, y si alguien quería joderla, se llevaría una gran sorpresa. Nadie la manipulaba. Nadie.

"DEL PORTE" G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora