El Juego Comienza

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El sol apenas asomaba sobre el horizonte cuando Samantha llegó al puerto. La bruma matutina envolvía los barcos anclados y el olor a sal se mezclaba con el humo de su cigarro. Había dormido poco, pero en su mundo, el sueño era un lujo que pocos podían permitirse. Se apoyó contra su auto, mirando alrededor. Elías todavía no había llegado, lo que era típico de él. Siempre haciendo esperar a los demás, como si el tiempo girara a su alrededor.

—Pinche idiota —murmuró, soltando el humo por la nariz—. Si me hace perder el tiempo con sus mamadas, juro que le meto un plomazo.

A pesar de la molestia que sentía, sabía que no podía subestimarlo. Elías era astuto, y si le había pedido que se vieran en el puerto, algo importante se estaba cocinando. Encendió otro cigarro mientras revisaba su celular, esperando alguna respuesta del mensaje que había enviado la noche anterior, pidiendo información sobre Elías. Pero nada. Eso también la ponía de mal humor.

Finalmente, escuchó el ronco motor de un auto acercarse. Era un sedán negro, discreto pero caro, típico de Elías. El auto se estacionó a unos metros de ella, y vio a su ex socio salir con esa sonrisa burlona que tanto odiaba.

—Puntual como siempre, Sam —dijo, acercándose lentamente—. Sabía que no podías resistirte.

—No me jodas, Elías. ¿Qué quieres? —respondió Samantha, apagando el cigarro y cruzándose de brazos—. Y más te vale que esta mierda valga la pena.

Elías se encogió de hombros, aparentemente disfrutando de su frustración.

—Tranquila. Todo a su tiempo. Solo quería que vieras algo... que estoy seguro te va a interesar.

Samantha lo siguió con la mirada mientras él caminaba hacia una de las embarcaciones más grandes del muelle. Era un yate lujoso, blanco, con detalles que dejaban claro que el dueño no era cualquier persona. Los guardias de seguridad alrededor del barco miraron a Samantha con desconfianza, pero no hicieron ningún movimiento.

—¿De quién es este puto barco? —preguntó ella, su instinto ya en alerta.

—De nuestro nuevo "amigo" —respondió Elías, deteniéndose frente al yate—. Te presento a Adrián Mendoza. Él es el tipo que te mencioné ayer, el que está moviendo las piezas en la ciudad.

Samantha lo miró con incredulidad, una mezcla de sorpresa y desprecio en su expresión.

—¿Mendoza? ¿El que controla los negocios del sur? ¿Qué mierda tiene que ver conmigo?

Elías soltó una carcajada breve, como si la pregunta fuera ridícula.

—Tiene que ver todo, Sam. Este cabrón está buscando expandirse. Y tú eres la pieza clave en su plan.

—¿Qué carajos dices? —dijo, entrecerrando los ojos—. Yo no trabajo para nadie. Ya deberías saberlo.

Elías se acercó más, bajando la voz como si estuviera revelando un secreto.

—No es cuestión de si quieres o no. Es cuestión de que este tipo no acepta un "no" como respuesta. Y te aseguro que no quieres estar en su lista negra. Lo he visto con otros... no es bonito.

Samantha lo miró con una mezcla de furia y desdén. Sabía que Elías estaba metido en algo más grande de lo que le contaba, y eso no le gustaba nada.

—A ver si entendí —dijo, su voz llena de veneno—. ¿Quieres que le diga "sí" a un cabrón que ni conozco, solo porque tú me lo pides? Al carajo, Elías. No soy tu maldito peón.

Elías levantó las manos en señal de paz.

—No te estoy pidiendo nada, Sam. Solo te estoy advirtiendo. Si rechazas la oferta, Mendoza no se va a quedar de brazos cruzados. Este tipo juega con gente como nosotros para el desayuno.

Samantha lo miró fijamente, intentando leer en su expresión si había algo más detrás de sus palabras. Sabía que Elías nunca hacía nada sin un propósito oculto, pero también sabía que no podía descartar la amenaza de Mendoza tan fácilmente.

—No le tengo miedo a ese pendejo, Elías. Pero si quieres que me meta en esto, necesito más que tus advertencias de mierda.

Elías sonrió, satisfecho.

—Eso es lo que me gusta de ti, Sam. Siempre buscando la ventaja. Y créeme, te la daré. Pero primero, vas a tener que hacerme un favor.

Samantha bufó.

—Claro, porque siempre hay un puto favor. ¿Qué quieres ahora?

Elías se acercó, su tono más serio.

—Hay alguien en el camino de Mendoza. Un problema que necesita ser eliminado antes de que podamos avanzar. Y tú eres la mejor para ese trabajo.

Samantha no necesitaba más detalles. Sabía lo que significaba "eliminar". Y aunque no era ajena a ese tipo de trabajos, la idea de hacerlo por un hombre al que no conocía la molestaba profundamente.

—Hazlo tú mismo, cabrón —dijo, girándose hacia su auto.

Elías la detuvo suavemente por el brazo.

—Si lo hago yo, Mendoza no confiará en nosotros. Necesita ver que estás de su lado. Solo será una vez, Sam. Después de eso, tendrás el control que tanto te gusta.

Samantha lo miró fijamente. Sabía que estaba metida hasta el cuello, pero también sabía que nunca dejaba que otros la controlaran. Si iba a aceptar, lo haría a su manera.

—Está bien —dijo finalmente, soltándose de su agarre—. Pero si me metes en algo que no puedo salir, te juro que serás el primero en caer, Elías. No te confundas.

Elías sonrió, satisfecho. Sabía que había ganado, al menos por ahora.

—Confío en ti, Sam. Nos vemos esta noche para los detalles.

Samantha lo observó marcharse hacia el yate antes de subirse a su auto, encendiendo otro cigarro. La próxima vez que viera a Mendoza, él sabría que no estaba tratando con una más. Si quería algo de ella, tendría que pagar caro.

"DEL PORTE" G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora