Juego de Poderes

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La noche caía sobre la ciudad mientras Samantha y Abril volvían a la mansión tras un día largo de negociaciones y demostraciones de poder. El ambiente en el auto era tenso, pero también había una extraña complicidad entre ellas, como si ambas entendieran que su conexión iba más allá de simples palabras.

Al llegar a la mansión, Samantha no dijo nada mientras salía del auto y se dirigía hacia su oficina privada, seguida de cerca por Abril. Las luces tenues de la casa iluminaban el camino, y el eco de sus pasos resonaba en los enormes pasillos de mármol.

Ya en la oficina, Samantha se sirvió un vaso de whisky y lo bebió de un solo trago, con esa frialdad que la caracterizaba. Abril la observaba desde la entrada, estudiando cada movimiento, cada gesto. Algo en ella estaba fascinada por la seguridad y el poder que Samantha emanaba, pero también había una parte de Abril que sentía la tensión creciendo.

—Sabes, si sigues mirándome de esa manera, me vas a hacer pensar que esperas algo más de esta noche —dijo Samantha, con una sonrisa ladeada mientras se acercaba a Abril, dejando el vaso sobre el escritorio.

—Tal vez —respondió Abril, cruzándose de brazos, intentando mantener su postura—. ¿Te molesta?

Samantha la miró fijamente por un momento, antes de sonreír con arrogancia. —Nada me molesta, princesa. Al contrario, me entretiene ver hasta dónde quieres llegar. Pero te voy a decir algo —continuó mientras daba un paso hacia ella, acortando la distancia—, en mi mundo no hay lugar para las dudas. Si estás aquí, es porque sabes exactamente lo que quieres... y lo que yo quiero.

Abril no retrocedió, manteniendo la mirada desafiante de Samantha. —Nunca he dudado de lo que quiero —respondió, sus palabras cargadas de seguridad.

Samantha sonrió, acercándose más hasta estar a solo unos centímetros de Abril. La tensión en el aire era palpable, pero no era solo de peligro, era algo más. —¿Ah, sí? ¿Y qué es lo que quieres, Abril? —preguntó con voz grave, sus ojos oscuros recorriendo el rostro de la chica.

—Quiero lo mismo que tú —respondió Abril, casi en un susurro—. Poder, control... y estar a tu lado. Pero eso ya lo sabes, Samantha.

Samantha soltó una risa baja, acercándose aún más. —Eres una chica lista, lo admito. Pero querer estar a mi lado no es suficiente. Aquí no se trata solo de acompañarme en las buenas, sino de entender qué significa estar conmigo en las malas. —Samantha la rodeó, caminando lentamente a su alrededor como un depredador que estudia a su presa—. Y estar conmigo significa entender exactamente quién soy y lo que puedo hacer.

Abril sintió cómo el corazón le latía más rápido, pero no era miedo, era una extraña atracción hacia lo que Samantha representaba: poder absoluto, sin límites. —Lo sé. Y quiero ser parte de eso, pero no como alguien que te sigue, sino como alguien que está a tu altura.

Samantha se detuvo frente a ella, sonriendo con un toque de diversión. —¿A mi altura? —repitió, ladeando la cabeza. Luego, sin previo aviso, tomó a Abril de la cintura, atrayéndola hacia ella. Abril sintió el cuerpo fuerte de Samantha, notando su cercanía y la presencia innegable de su físico. Samantha tenía lo que muchas temían enfrentar, y eso incluía más que solo poder emocional.

—Estar a mi altura no es fácil, princesa. Si quieres jugar en mi mundo, tienes que saber las reglas. Y esas reglas las pongo yo —dijo Samantha, su voz profunda resonando cerca del oído de Abril.

Abril no se apartó. Al contrario, levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Samantha, desafiando su control, demostrando que no estaba allí solo para seguirla, sino para estar con ella en todo sentido.

—Entonces, enséñame las reglas —susurró Abril, su voz cargada de un desafío que solo hacía que Samantha sonriera más.

Samantha la observó por un momento, midiendo cada palabra de Abril, cada reacción. Luego, lentamente, soltó su agarre, pero mantuvo la mirada intensa. —Te estás metiendo en algo de lo que no hay vuelta atrás. Pero me gusta tu valentía.

Caminó hacia el escritorio y se sirvió otro trago, dándole a Abril unos segundos para procesar lo que acababa de pasar. —Mira, Abril. No tienes que demostrarme nada ahora mismo, pero si decides quedarte a mi lado, no va a haber segundas oportunidades. Yo no perdono errores.

Abril se acercó a Samantha, más segura que nunca de lo que quería. —No cometeré errores —respondió con firmeza—. Solo quiero una cosa: ser parte de tu mundo, de verdad.

Samantha se giró hacia ella, tomando un sorbo de su whisky, y luego, con una mirada llena de complicidad y peligro, dijo: —Entonces estás en el lugar correcto, princesa. Aquí todo es posible... si sabes jugar tus cartas.

"DEL PORTE" G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora