—¿Cómo? ¿Lo dejaste? —le preguntó Carolina.Mia asintió lentamente y después volvió la atención a la olla con agua a punto de hervir que tenía al fuego. Le puso sal y, a continuación, metió los fideos.
—Dale. Tenes que contarme más. ¿Qué te llevó a tomar esa decisión? Estaba empezando a pensar que te ibas a formar una carrera como confitera o algo así.
—Hablas como Santiago —murmuró Mia.
Los ojos de Carolina se entrecerraron.
—¿Dejaste el trabajo por él? Contame todo, Mia. Me estás ocultando cosas sobre la reunión de esta mañana, ¡y me está volviendo loca!Mia abrió la boca, pero dudó y después cerró la boca. No podía contarle a Carolina lo del contrato, ni nada relacionado al encuentro con Santiago. Si iba a acceder —y aparentemente lo estaba considerando seriamente— no quería que los detalles de su vida privada —con Santiago— se supieran, ni siquiera por su mejor amiga.
Pero tenía que decirle algo, así que se decidió por lo más inofensivo de las dos cosas.—Me ofreció un trabajo —dijo Mia.
Los ojos de Carolina se agrandaron.
—Espera. Te besó, te amenazó con cogerte en la terraza, ¿y todo porque quería que trabajaras para él?
Sí, a Mia también le pareció una triste excusa, pero no le iba a decir una palabra sobre el contrato.
—Bueno, podría haber más, pero por ahora solo quiere que sea su asistente personal. Cree que estoy malgastando mi talento trabajando en La Pâtisserie.
Carolina sirvió dos copas de vino y le ofreció una a su amiga. Removió la salsa para los fideos y, brevemente, también la pasta.
—Bueno en eso sí estoy de acuerdo con él. No estudiaste un posgrado para servir café y ofrecer medialunas a la gente —dijo Carolina secamente—. ¿Pero su asistente personal? Creo que le da todo un nuevo significado a la palabra «personal».
Mia se quedó en silencio sin morder el anzuelo.
—Entonces si dejaste el trabajo en la cafetería es porque aceptaste el puesto que te ofrece Santiago, ¿no?
Mia suspiró.
—No decidí nada todavía. Tengo hasta el lunes para pensarlo.
Carolina se encogió de hombros.
—Yo creo que está claro. Tiene plata, está buenísimo y te desea. ¿Cómo podes dudar con algo así?
—Sos incorregible —replicó Mia con exasperación—. La plata no es todo, ¿sabes?
—Y lo dice la que está mimada por su hermano más grande, que tiene más plata que Dios.
No podía negar que Agustín tenía tanta plata como Santiago, ni que había hecho muchísimo por ella. Le había comprado el departamento, aunque no le gustaba que caminara veinte cuadras hasta el trabajo sola con bastante frecuencia. Mia no necesitaba una compañera de piso, pero Carolina necesitaba un lugar para quedarse y a ella le gustaba la compañía. Pero con todo y con eso, no le gustaba depender solo de Agustín. Mia no era extravagante, y, de hecho, había aprendido a ser bastante moderada con sus escasas ganancias.
—Creo que estoy más intrigada que otra cosa —admitió—. Santiago siempre me fascinó.
—Estar intrigada es una razón válida para empezar a salir con alguien —dijo Carolina—. ¿Cómo vas a saber si son compatibles si no te lanzas?
Lanzarse sonaba apropiado, solo que no iba a ser un simple saltito hacia delante, no. Iba a ser una inmensa caída libre desde lo alto de un precipicio. Mia se moría de ganas de sacar otra vez el contrato para poder leerlo una vez más, pero no podía hacerlo adelante de Carolina, así que tendría que esperar hasta más tarde para revisarlo.
Partió la pasta con el tenedor y lo probó.
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Appeal › [Santiago Caputo]
FanfictionSantiago, Agustín y Martín son tres de los hombres más ricos y poderosos del país. Están acostumbrados a conseguir todo lo que desean. Absolutamente todo. En el caso de Santiago se traduce en hacer realidad una fantasía concreta con una mujer que er...