Capítulo 10

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Antes de darse cuenta, Mia se había quedado dormida, otra vez. Se sentía tan saciada y cálida entre las sábanas que todo lo que pudo soñar fueron imágenes vívidas de Santiago. No mucho después, el Santiago de verdad la despertó cuando le sacó de encima las sábanas que la tenían tapada hasta el mentón.

En el rostro tenía dibujada una mirada completamente excitante que hizo que el corazón le diera un vuelco. La inmediata reacción que tuvo ella a esos penetrantes ojos verdes fue pegar los muslos para intentar aliviar el dolor instantáneo que había aparecido entre sus piernas.

—Ponete de rodillas.

Dios santo, la forma en que había pronunciado la orden la había convertido en gelatina. No estaba completamente segura de lo que quería decir. ¿La quería literalmente de rodillas, casi vertical? ¿O se refería a estar en cuatro? Porque si era esto último… a Mia le agarró un escalofrío de tan solo considerar la opción de manos y rodillas.

Cuando Santiago entrecerró los ojos de impaciencia, Mia se apuró a darse la vuelta hasta que estuvo boca abajo. Antes de que pudiera ponerse de rodillas, este le puso la mano en el centro de la espalda y la mantuvo ahí pegada contra el colchón con firmeza.

—Quedate así un segundo. Va a ser más fácil si lo hago ahora.

«¿Hacer qué ahora?»
El corazón de Mia latía contra el colchón mientras permanecía con los ojos cerrados con fuerza. Se imaginaba que si no la estaba mirando directamente no habría ningún problema con que los cerrara.
Con suavidad, Santiago agarró y tiró primero de una muñeca y después de la otra hasta que las colocó pegadas una encima de la otra sobre el coxis. Ella de inmediato abrió los ojos cuando se dió cuenta de que estaba enrollando…
una soga… alrededor de sus muñecas para atarlas juntas.

«¡No jodia con lo de los juegos con sogas y la sumisión que había leído en el contrato!»
Mia no se había dado cuenta de lo tensa que se había puesto hasta que Santiago se inclinó hacia abajo y le rozó la oreja con los labios.

—Relajate, Mia. No te voy a lastimar, ya lo sabes.

Esa promesa susurrada logró que sus músculos se distendieran de nuevo y que ella misma se derritiera en la cama con una sobrecarga mental. Estaba excitada, nerviosa y asustada, pero principalmente muy, muy excitada. Sus sentidos estaban hiperalerta, sus pezones duros y pegados contra el colchón, y su sexo tan contraído que temblaba de expectación.

Entonces, él le subió el culo de manera que sus rodillas quedaron abajo de su cuerpo, y la puso con la cara pegada contra el colchón, el culo en pompa y las manos bien firmes atadas a la espalda.

Santiago empezó a acariciar y a masajear sus cachetes y después pasó uno de los dedos por la hendidura de su culo hasta que se detuvo justo ahí. Su voz salió grave y ronca al hablar.

—Me muero por cogerte por el culo, Mia. Y lo voy a hacer. Todavía no estás preparada, pero lo vas a estar, y yo voy a disfrutar de cada segundo que esté bien adentro tuyo.

Mia se estremeció sin control alguno, una sensación de frío le estaba recorriendo toda la piel desnuda.

—Por ahora, solo te voy a coger por acá —dijo mientras acaricia con dos dedos la entrada de su vagina —Mientras me imagino que es tu culo.

Se mordió el labio inferior cuando una ola de lujuria la atravesó entera dejándola acalorada, excitada y desesperada por sus caricias y su posesión.
Entonces la cama se hundió cuando Santiago pegó su cuerpo al de ella. Deslizó las manos por su espalda y después las volvió a bajar hasta quedarse sobre sus muñecas atadas. Le acarició los constreñidos dedos y seguidamente tiró de la cuerda para comprobar si de verdad estaba bien atada.

Appeal › [Santiago Caputo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora