Cuando Mia abrió los ojos, sintió como si alguien le hubiera clavado un tenedor en ellos. Gimió y le dio la espalda a la luz que entraba a través de la ventana, pero solo consiguió ver a Santiago en la puerta de su habitación. Tenia puesto un jean y una remera blanca, y tenía las manos metidas en los bolsillos mientras le escrutaba todo el cuerpo con la mirada. Mia no sabía si era el hecho de que pocas veces veía a Santiago vestido con jean lo que la hizo reaccionar a esa imagen tan sugerente, o que simplemente le quedaban muy bien.
—Te sentís mal, ¿no?
Mia no pretendió malinterpretar lo que le había dicho y asintió con la cabeza, movimiento que hizo que esta le doliera más todavía. Él entró a la habitación y se acercó a la cama hasta sentarse en el borde junto a ella.
—El auto nos está esperando afuera. Vestite así nos vamos.
Ella frunció el ceño.
—¿Adónde vamos? —No quería moverse. Quería otras seis horas de sueño. Era la única manera de despertarse sin que le doliera tanto la cabeza.
—A mi departamento —contestó secamente. —Tenes cinco minutos, y no me hagas esperar.
Sus labios se contrajeron en una mueca cuando él se fue y desapareció por la puerta. Si solamente le iba a dar cinco minutos, que no esperara que fuera a tener buen aspecto. Necesitaba ducharse con agua caliente y tiempo para relajarse.
Dios, si ni siquiera sabía por qué se había enojado tanto anoche. Y peor, ni siquiera se acordaba de haberse acostado en la cama. Lo único que podía recordar era que se había lavado los dientes, y después cuando se despertó. Santiago había pasado la noche en su departamento, ¿pero había dormido?Se obligó a salir de la cama, y gimió mientras caminaba de forma cansada hasta el placard. Sacó una remera y un jean, sin esforzarse en ponerse ropa interior. De igual forma a Santiago no le gustaba que tenga algo puesto.
Preparó rápido un bolso con unas pocas mudas de ropa y con cosas a las que había renunciado en esos momentos —las tangas y el corpiño— y después fue al baño para guardar sus productos de skincare y demás.
Cuando entró al living vio que Santiago estaba mirando por la ventana, pero se giró cuando la escuchó.
—¿Estás lista?
Ella subió y bajo los hombros como respuesta. No lo estaba, pero en fin. Él la atrajo hasta su costado y después le puso la mano en la espalda mientras salían del departamento. Unos pocos minutos más tarde, la metió en el auto que los estaba esperando y se sentó a su lado. Justo cuando el vehículo empezó a moverse, él le hizo señas para que se acercara.
Le pasó el brazo por los hombros y ella suspiró cuando su calidez se adueñó de su cuerpo. Se acurrucó y descansó la cabeza sobre su pecho y después cerró los ojos. Pensaba que iban a discutir, o que iba a sacar su bronca por lo que fuera que lo hubiera hecho enojar. Pero, sin embargo, se quedó sorprendentemente callado, como si supiera lo mucho que le dolía la cabeza.Santiago le rozó el pelo con los labios y le dio un beso en el allí mientras le acariciaba algunos mechones con una mano.
—Cuando lleguemos a mi departamento, tengo algo que podes tomar para el dolor de cabeza —murmuró. —Tenes que comer algo también. Te voy a preparar un desayuno suave para el estómago.
Una felicidad empezó a apoderarse de su vientre y subió hasta su pecho. Era tan fácil perderse en la fantasía de estar con Santiago porque él era el que lo hacía así. La cuidaba a más no poder. Velaba para que todas sus necesidades estuvieran satisfechas. ¿Era mandón? Sí, con mayúsculas. Pero no era egoísta. Acaparaba todo lo que quería y era inflexible con sus órdenes, pero le devolvía mucho. No material, pero sí emocionalmente, aunque él negara hacer tal cosa.
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Appeal › [Santiago Caputo]
FanfictionSantiago, Agustín y Martín son tres de los hombres más ricos y poderosos del país. Están acostumbrados a conseguir todo lo que desean. Absolutamente todo. En el caso de Santiago se traduce en hacer realidad una fantasía concreta con una mujer que er...