Capítulo 11

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Mia abrió los ojos y se encontró a Santiago inclinado sobre ella intentando despertarla.

—Despertate. Ya tenemos que ir a trabajar —le dijo.

Ella se frotó los ojos en un intento de recuperar su nítida visión.

—¿Qué hora es?

—Las seis. Bañate y vestite, compramos algo para desayunar en el camino.

Cuando estuvo más despierta se dió cuenta de que Santiago ya estaba vestido. No se había enterado de cuándo se había levantado de la cama, pero pudo oler el olor a limpio y a pulcro de su gel de baño y el seductor aroma de su perfume. Tenía puestos unos pantalones, una camisa, cuyos últimos cuatros botones seguían desabrochados, y una corbata alrededor del cuello, todavía por anudar.

Estaba… intachable. Indiferente y tranquilo. Un gran contraste con el hombre que la había cogido la noche anterior una y otra vez. Mia se impulsó hacia arriba y maniobró entre las mantas hasta llegar al borde de la cama.

—No voy a tardar mucho.

—Tomate el tiempo que quieras. Esta mañana no tengo apuro. Tengo una reunión a las diez, hasta esa hora estoy libre.

Se dirigió torpemente al cuarto de baño y se miró minuciosamente en el espejo. Además de mostrar signos de cansancio, no se veía diferente. No sabía por qué pero esperaba que todo el mundo pudiera ver en su piel todo lo que ella y Santiago habían hecho la noche anterior.

Durante un buen rato, Mia se quedó sentada en la tapa del inodoro y dejó que el agua corriera en la ducha. Necesitaba unos minutos para calmarse. Estaba adolorida; Mia nunca había tenido una maratón de sexo en su vida. Todos sus encuentros sexuales habían sido muchísimo más lentos y monoorgásmicos.
Santiago la había poseído cuatro veces a lo largo de toda la noche. Cuando terminó se disculpó con hosquedad, como si le estuviera haciendo daño por dentro. Sus ojos habían estado llenos de verdadero arrepentimiento. Le dijo que quería ser más suave con ella, que quería mantener la promesa que le había hecho de ir con calma al principio pero que era incapaz de contenerse, la deseaba demasiado.

¿Se suponía que eso le tenía que molestar?
Tener a un hombre tan loco por ella que no pudiera ni siquiera controlarse no era algo malo precisamente. Obviamente estaba adolorida y tenía marcas y pequeños moretones que le habían dejado sus manos y su boca, pero no le había hecho daño. Había disfrutado cada minuto de la noche aunque la mayor parte del tiempo se hubiera sentido completamente abrumada.

Se metió en la ducha y se quedó de pie para dejar que el agua caliente le cayera por el rostro. Consciente de que Santiago ya estaba vestido y listo para ir al trabajo, Mia se lavó rápido el pelo y se enjabonó el cuerpo antes de salir de la ducha y de envolverse en una toalla.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que no se había traído ninguna muda de ropa al baño; no sabía ni siquiera lo que había hecho él la noche anterior con el bolso que Carolina le había preparado.

Tras enrollarse el pelo con una toalla, Mia abrió la puerta y se asomó. Santiago estaba sentado en la cama y la ropa que ella necesitaba estaba justo al lado de él. Cuando se encaminó hacia él, este agarró la tanga y la dejó colgando en la punta de un dedo.

—No las vas a necesitar —le dijo. Mia abrió los ojos a más no poder.

—Sin ropa interior en el trabajo. Son un estorbo —dijo Santiago con ojos resplandecientes mientras se la quedaba mirando fijamente.

Mia desvió su mirada hasta la falda y la camisa que estaban encima de la cama y después devolvió su atención a Santiago.

—¡No puedo usar una pollera sin ropa interior!

Appeal › [Santiago Caputo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora