Capítulo 20

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Enojarse era una actitud infantil e inmadura, pero no le importaba y ahí estaba haciendo un puchero como si fuera una nena de dos años. Él sabía perfectamente lo que le estaba haciendo, y Mia ya estaba fantaseando seriamente con todas las formas con las que pudiera hacerlo sufrir a él.
Incluso después del orgasmo increíble que le había provocado, seguía inquieta y nerviosa. ¡Necesitaba acabar otra vez! Ese dildo de mierda la estaba volviendo loca, y él lo sabía.

Santiago estaba sentado, tranquilo, del otro lado de la sala, frente a su mesa, y actuaba como si recién no hubieran cogido arriba de esa misma mesa.
El teléfono sonó, algo poco común, y Mia, como siempre, lo ignoró y se concentró en el trabajo que Santiago le había puesto para ese día en particular.
Pero cuando escuchó lo que Elena dijo, inmediatamente paró la oreja mientras intentaba aparentar que no estaba prestando ni la más mínima atención.

—Caputo, eh... la señora Caputo está acá y quiere verte.

Santiago se enderezó en la silla con un gesto de sorpresa en toda la cara.

—¿Mi mamá? Sí, decile que entre.

Del otro lado de la línea se escuchó una ligera e incómoda tos.

—No. Dice que es tu mujer.

Mia apenas pudo controlar la boca antes de que se le abriera de la sorpresa. Dios... la mujer tenía ovarios para presentarse en la oficina de su exmarido afirmando ser la señora Caputo.

—Yo no tengo mujer —respondió Santiago fríamente.

Se escuchó un suspiro y Mia sintió pena de Elena. Esta situación tenía que ser tremendamente incómoda para ella.

—Dice que no se va a ir hasta que la recibas.

Ay, mierda. Esto no podía terminar bien. Mia levantó la mirada esperando ver a Santiago enojado. Pero se lo veía tranquilo e impávido. Como si el hecho de que su exmujer viniera a la oficina fuera algo normal y habitual.

—Dame un minuto y después decile que entre —dijo Santiago con un tono neutro.

Entonces levantó la mirada hasta Mia.

—Perdoname... Podes esperar con Elena o tomarte un descanso.

Mia se levantó más contenta que nunca de poder salir de la oficina. Caminó tan rápido como pudo al tener el puto dildo metido en el culo, y salió justo cuando la ex de Santiago estaba entrando en el pasillo.

Mia la había visto antes. Había visto fotos. Juana era hermosa. Era alta y elegante y no tenía nunca ni un pelo mal peinado. Era la mujer perfecta para un hombre como Santiago. Se la veía tan refinada y rica como el propio Santiago. Mia admitía que hacían muy buena pareja. Con el pelo rubio platino de Juana y el castaño claro de él, combinaban muy bien. Los ojos de Juana eran de un azul apagado mientras que los de Santiago eran verde claro.

Juana pasó por al lado de ella mientras le sonreía ligeramente. Era humillante para Mia estar ahí con un dildo que Santiago le había metido no mucho antes mientras su exmujer pasara por al lado. Tenía los cachetes ardiendo.

—Gracias —murmuró Juana.

Mia cerró la puerta cuando esta entró y se paró un momento a pensar en los valores éticos de lo que estaba pensando en hacer.
A la mierda. ¿Qué es lo peor que podía pasar? ¿Más golpes en el culo?

Pegó la oreja a la puerta y después miró nerviosa al pasillo para estar segura de que nadie la veía. Se estaba muriendo de curiosidad, y, seguramente, a lo mejor también se sentía un poco amenazada por la visita de Juana. La hacía sentirse insegura y... celosa. Sí, podía admitir los celos que tenía de la otra mujer. Después de todo, ella había tenido lo que Mia no tuvo y nunca iba a tener. El corazón de Santiago.
Escuchó con atención y al final pudo entender y descifrar sus palabras a medida que levantaban el tono de voz.

Appeal › [Santiago Caputo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora