Capítulo 23

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Mia se despertó a la mañana siguiente con las piernas firmemente abiertas y con un cuerpo duro aplastándola contra el colchón. A continuación, sintió como algo se hundía profundamente en su interior. Ella jadeó y terminó de despertarse por completo. Entonces se encontró con los ojos de Santiago mirándola intensamente.

—Buen día —dijo el amante justo cuando su boca se apoderaba de la suya.

Mia no podía formar ni siquiera una respuesta coherente. Estaba ardiendo, completamente excitada y poniéndose más a cien con cada embestida.

Santiago le agarró las caderas con firmeza, pegándola contra la cama para que estuviera inmóvil. Lo único que podía hacer era quedarse ahí acostada y recibir lo que le estaba dando. Fue rápido. No se entretuvo con juegos. Santiago la cogió con fuerza y rapidez, pegando sus propias caderas contra las de ella en cada movimiento. Le acarició el cuello con la nariz y después le mordió el lóbulo de una de sus orejas. Un escalofrío le recorrió toda la piel y ella gimió, estando ya muy cerca de su propio orgasmo.

—Mirame a los ojos, bebé. Y acabá. —La orden gutural no hizo más que avivar su excitación hasta llegar a ser un infierno. Ella lo miró fijo a los ojos, el cuerpo lo tenía tenso y cada músculo contraído. —Decí mi nombre —le susurró.

—¡Santiago!

Con los ojos fijos en los de ella, y su nombre saliendo de los labios de Mia, Santiago bajó el cuerpo para pegarlo al de ella y se hundió en su interior a la vez que explotaba y la llenaba en su interior.

Durante un rato largo, Santiago la tapó con su cuerpo; Mia lo sentía jadeante, cálido y reconfortante contra su piel. Entonces, finalmente se apoyó en los antebrazos y le besó la nariz con los ojos llenos de cariño mientras la miraba a los suyos.

—Así me gusta empezar el día —murmuró Santiago.

A continuación, se apartó de ella, giró hasta un lado de la cama, le dio un golpecito con la mano en la cadera y dijo:

—Andá a ducharte. Tenemos que ir a trabajar.

Tan loco como había sido el día anterior, Mia estaba casi asustada de saber lo que podía esperar hoy. A pesar del erótico encuentro sexual de esa mañana, en cuanto llegaron a la oficina, Santiago le insertó de nuevo el dildo.
¡Nunca se imaginó que esas cosas vinieran con tantos tamaños! Pero no podría haber muchos más porque el que había usado ese día era enorme. Mia sentía que andaba como un pato, lo que solo consiguió cohibirla más a la hora de dejar que alguien la viera caminar, así que se pasó la mayor parte del día encerrada en la oficina de Santiago, sufriendo mientras se quedaba sentada e inquieta en la silla.

Y Santiago más ocupado no podía estar. Cinco reuniones de negocios, más otras tantas llamadas que tenía que devolver. Así que tampoco tuvo tiempo de cogerla. Había vuelto a tener su mal humor habitual, por muy ridícula que eso la hiciera sentirse.

Cuando llegó la hora de irse, Mia sintió un profundo alivio. Quería que le quitaran esa cosa del culo, y quería salir de la oficina de una puta vez. Se estaba volviendo loca, aunque al menos tenía esa cena con Agustín y Martín a la que tenía muchas ganas de ir. Mia se fue en auto con Santiago porque él insistió; le dijo al chófer que la dejara a ella primero en su departamento antes de ir al suyo. Los dos se quedaron en silencio durante todo el camino, pero él le agarró la mano todo el tiempo. Casi como si necesitara mantener el contacto con ella. Y era verdad, prácticamente no se habían visto en todo el día. El único tiempo a solas que habían compartido fue cuando le había metido el juguetito a la mañana y cuando se lo sacó, a la tarde.

El dedo pulgar de Santiago se movía arriba y abajo por la palma de su mano, acariciándola una y otra vez mientras miraba por la ventana. Mia no estaba segura de que Santiago fuera tan consciente de ella o de su presencia, pero quiso mover la mano una vez, y él se la agarró y entrelazó los dedos con los suyos.

Appeal › [Santiago Caputo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora