Ver a Santiago mandar a una empleada era una experiencia desconcertante para Mia. Se decidía entre todos los vestidos seleccionados con una precisión increíble, poniendo a un costado los que no le gustaban y eligiendo los que sí.
Francamente, era la primera vez que Mia iba a comprar sin tener ningún poder de decisión sobre lo que quería. Incluso, era Santiago quien asumía esa responsabilidad. Y aunque era muy raro, le parecía fascinante al mismo tiempo.Obviamente Santiago tenía buen ojo para saber lo que le favorecía a una mujer. También era evidente que no quería para nada que ella se pusiera algo demasiado descubierto, aunque sí muy sugerente. Incluso, había elegido varios vestidos que eran hermosos y Mia se moría de ganas de probárselos y ver cómo le quedaban. Pero no se podían comparar en nada al vestido que había llevado en la inauguración.
Cuando se probó el vestido que Santiago le había elegido para llevar esa noche, Mia casi se desmayó ahí en medio al ver el precio en la etiqueta. Era asqueroso. Intentó no pensar en eso mientras se miraba en el espejo, pero era como si una señal de neón estuviera ahí gritándole el precio que marcaba la etiqueta.
De cualquier modo, se lo tenía que devolver a Santiago. El vestido le quedaba hermoso; le resaltaba la figura y el color de piel. Era de tubo entallado, de un intenso color rojo, y, además de ajustarse perfectamente a las caderas, también se le ceñía en las piernas hasta unos cuantos centímetros por encima de las rodillas. No tenía mangas, y tampoco era escotado. Le dejaba los brazos completamente desnudos pero nada a la vista ni por delante ni por detrás. Mia nunca usaba rojo, y a lo mejor era porque lo consideraba demasiado... atrevido. Pero le daba igual, porque el vestido en ese color le quedaba muy bien. Parecía una sirena sexual. Aunque el vestido no fuera escotado, al ser tan ajustado, le dibujaba perfectamente la forma redonda de las tetas.Parecía... sofisticada. Y eso le gustaba. La hacía sentirse como si de verdad perteneciera al mundo de Santiago.
—Salí, que te quiero ver.
La voz impaciente de Santiago se escuchó adentro del probador. Mia estaba sorprendida de que todavía no la haya dejado desnuda en medio del local. La empleada había cerrado el local para él y solo estaban ellos dos adentro. Por la cantidad de plata que le estaba pagando, no era de extrañar que la mujer estuviera impaciente por obedecerlo.
Abrió la puerta del probador y, dudosa, salió para que la viera. Santiago estaba sentado en uno de los cómodos sillones que había justo enfrente y los ojos le brillaron de inmediato cuando su mirada se posó sobre ella.
—Es perfecto —dijo. —Te lo vas a poner esta noche.
Se giró y llamó con la mano a la empleada, que se dirigió hacia ellos.
—Buscale unos zapatos que queden bien con este vestido. Ya podes poner también el resto de los vestidos que estuvimos eligiendo para ella, envíalos a mi casa después.
La mujer sonrió.
—Sí, señor.Entonces bajó la mirada hasta los pies de Mia.
—¿Qué número tiene, señorita Mia?—Un treinta y siete —murmuró Mia.
—Creo que tengo unos zapatos perfectos. Voy a buscarlos.
Un momento más tarde, la empleada volvió con un par de zapatos con taco aguja plateados que parecían tener unos doce centímetros. Antes de que Mia pudiera decirle que ni loca se iba a subir a esos zapatos, Santiago frunció el ceño.
—Se va a matar con eso. Buscá otros zapatos un poco más razonables.
Arrepentida, la empleada se fue de nuevo y volvió poco después con un par de zapatos con taco negro muy elegantes y sensuales, que al menos no parecían tener un alfiler por tacón.
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Appeal › [Santiago Caputo]
FanfictionSantiago, Agustín y Martín son tres de los hombres más ricos y poderosos del país. Están acostumbrados a conseguir todo lo que desean. Absolutamente todo. En el caso de Santiago se traduce en hacer realidad una fantasía concreta con una mujer que er...