Capítulo 7

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El resto del día para Mia fue como una imagen borrosa. Estuvo una hora entera en recursos humanos llenando papeles y tratando el tema de los beneficios y el salario. La cantidad de plata que le ofrecían como asistente personal de Santiago hizo que los ojos se le salieran de las órbitas; nunca se había imaginado que le pagaría tanto teniendo en cuenta que ambos sabían que era una pantalla para la relación que compartían. No estaba ni siquiera segura de lo mucho que podría trabajar, pero a lo mejor Santiago la sorprendía.

Aun así, la tranquilizaba saber que no iba a depender totalmente de él —o de Agustín— para comprarse lo que necesitara o quisiera. Ya hasta tenía en mente ahorrar ahora todo lo que pudiera para el día en que Santiago no la quisiera más. No era tan inocente —ni tan boluda— como para creer que la relación entre ambos iba a durar más que las otras que él había tenido.

Y aunque no conocía los detalles exactos de sus anteriores relaciones, había escuchado a Agustin y a Martin lo suficiente como para saber que un año era el tiempo máximo para Santiago en lo que a mujeres se refería, y normalmente solo duraban la mitad.

De lo único que se alegraba era de que Santiago le hiciese ver que necesitaba hacer algo más que simplemente trabajar en La Pâtisserie. La educación que Agustin le había dado se estaba echando a perder porque era demasiado débil como para dejar de trabajar para Juan y Ana. Y era posible que hubiera una parte de ella que tuviera miedo de enfrentarse al mundo de los negocios.

Pero ¿qué mejor manera había de iniciarse en el mundillo que trabajar para Santiago? Como mínimo, le daría experiencia y quedaría muy bien en el currículum. Además, le facilitaría la vida para encontrar otro trabajo cuando él no quiera estar más con ella, fuera el que fuere...

Mia se recordaba a menudo que su relación con Santiago no iba a ser larga, y lo hacía solo para concientizarse de lo inevitable y para poder aceptarlo más fácilmente cuando llegara el momento.

Ya no era una adolescente, aunque él le inspirara reacciones demasiado juveniles. Ya era hora de crecer de una vez y de comportarse como una adulta dentro de una relación adulta.

Justo después de salir de recursos humanos, la metieron rápidamente en un auto y la llevaron a una clínica que había a varias cuadras de distancia, donde la atendieron como si fuera una paciente VIP. Sin esperar ni con papeleos, algo que a Mia le pareció raro. Le pidieron una muestra de orina, le sacaron sangre y respondió a un montón de preguntas que le hizo el médico, incluida la de cuál era su método anticonceptivo preferido y si necesitaba que se ocupara de ello.

Aun cuando todo el mundo a su alrededor estaba al día de los nuevos métodos anticonceptivos y usaba alternativas a la pastilla, Mia no había tenido tanta suerte con algunos métodos, además de que le asustaban otros, así que siguió tomando la pastilla fielmente todos los días.

Cuando terminó con la visita del médico estaba agotada física y mentalmente debido al estrés de todo el día. Sorprendentemente, Santiago no le había dicho que empezara a trabajar al día siguiente, sino que le dijo que se tomara el día libre y descansara, casi como si hubiera sabido lo exhausta que iba a estar tras el día tan cargado que había tenido.

Sintiéndose agradecida de tener al menos un día para analizar el acuerdo que había aceptado, Mia volvió a casa en el auto que Santiago le había asignado. El chófer tenía instrucciones específicas de buscarla dentro de dos días para llevarla al trabajo, y, a su vez, este le dejó su número y le dijo que, si alguna vez necesitaba transporte, era su obligación llamarlo. Tras esa, en cierta medida, cortante presentación ya no le volvió a dirigir más la palabra durante todo el camino.

Ya sentía como si Santiago estuviera metiéndose en su vida y se deslizara en cada rincón que encontrara. Ya ocupaba todos sus pensamientos, y dentro de poco poseería su cuerpo. Un leve escalofrío se le instaló en el cuerpo mientras subía en el ascensor hasta su departamento. Miró la hora y deseó que Carolina no estuviera en casa. Necesitaba tiempo para pensar. Necesitaba un momento sola para digerir todo lo que había pasado durante el día y para ponderar lo mucho que su vida iba a cambiar. Se sentía entusiasmada y asustada a partes iguales.

Appeal › [Santiago Caputo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora