Capítulo 1

127 16 0
                                    

Cuatro días antes…

Santiago Caputo se iba a quemar vivo en el infierno y no le importaba una mierda.
Desde el momento en que Mia Crestwell entró en el gran salón del hotel Bentley, donde HCM Global Resorts y Hoteles estaba celebrando su gran inauguración, no había podido dejar de mirarla.

Al ser la hermana más chica (y única) de su mejor amigo se encontraba en terreno prohibido. Pero ya no era tan pequeña y él obviamente se había dado cuenta de eso. Se había convertido en una perversa obsesión contra la que había intentado luchar, pero que había terminado haciéndole ver que era incapaz de resistir su poderoso atractivo.
Y ya no iba a combatirlo más.
El hecho de que ella estuviera acá esta noche y Agustín no se encontrara cerca solo le puso las cosas más fáciles a Santiago para tomar la decisión de que ya era hora de que empezara a mover fichas.

Le dio un sorbo a la copa de vino que tenía en la mano y escuchó educadamente al grupo de personas con las que estaba conversando. O mejor dicho, con las que se estaba mezclando, ya que él raramente se paraba a hablar de nada que no fuera casual y cortés mientras caminaba entre toda la multitud.
No tenía ni idea de que ella fuera a estar ahí. Agustín no le había dicho ni una palabra. Aunque, ¿acaso lo sabía él? Santiago pensó que lo más seguro era que no, ya que no habían pasado ni cinco minutos desde que Agustín y Martín habían escoltado a una rubia alta, de piernas largas, hacia una de las lujosas suites del último piso.
Agustín no se hubiera ido —ni siquiera por una mujer— de haber sabido que Mia iba a estar acá. Pero el que Agustín no estuviera solo hacía las cosas mucho más fáciles.

Santiago observó a Mia mientras la joven recorría la sala con la mirada. Tenía el ceño fruncido y se la veía concentrada, como si estuviera buscando a alguien entre el gentío. Un mozo se paro al lado de ella y le ofreció una copa de vino, y, aunque agarró una de las elegantes y largas copas de cristal, no se la llevó a los labios.
Tenía puesto un vestido arrebatador que realzaba su figura justo en los lugares que hacían falta y unos zapatos que gritaban que la hicieran suya en cualquier momento. Además, para completar el modelito, tenía un peinado alto que prácticamente estaba pidiendo en voz alta que le desataran el recogido de un tirón. Unos rulos oscuros caían suavemente por encima de sus hombros y guiaban la atención de todo hombre hasta ese fino cuello que estaba suplicando que lo besaran.

Santiago se sentía bastante tentado de cruzar el salón y de ponerle su abrigo sobre los hombros para que nadie pudiera ver lo que él ya consideraba como suyo. Dios, que lo colgaran si eso no hacía que toda la situación fuera mucho más descabellada. Ella no era nada de él; aunque, bueno, eso también iba a cambiar muy pronto.
Su vestido de noche dejaba los hombros al descubierto y estaba atrayendo la atención de todo el mundo hacia sus pechos. Para ese entonces Santiago ya sabía con toda seguridad que no quería a nadie más mirándola. Pero nada podía hacer para evitar las miradas. Mia era el centro de atención de todo un salón repleto de hombres que se la estaban comiendo, tal y como él lo hacía, con ojos depredadores.

Tenía puesta una delicada gargantilla de un solo diamante y, a juego, unos aritos también de diamantes. Se los había regalado el año pasado en Navidad. Por eso lo llenaba de satisfacción verla lucir las joyas que él mismo había comprado especialmente para ella, ya que, para Santiago, eso solo significaba estar un paso más cerca del inevitable destino que la haría suya.

Ella todavía no lo sabía, pero Santiago ya había esperado más que suficiente. Había soportado durante mucho tiempo sentirse como si fuera un delincuente de la peor calaña por haber deseado a la hermanita más chica de su mejor amigo. Cuando Mia cumplió los veinte, la forma en que Santiago la miraba cambió considerablemente. Pero aun así, él tenía treinta y cuatro años y sabía perfectamente que ella todavía seguía siendo demasiado joven para lo que él esperaba de ella.
Así que había esperado.

Appeal › [Santiago Caputo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora