Capítulo 21

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Mia se dobló arriba de la mesa de trabajo de Santiago y apoyó las manos en la superficie, con la pollera subida hasta la cintura para que él le sacara el dildo. Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro de alivio; el juguetito la había tenido nerviosa toda la tarde. A lo mejor ahora podía calmar todo ese estrés que le había provocado.

Santiago le limpió la zona con cuidado. Se tomó su tiempo en pasarle la toalla por la piel, y después le bajó la pollera y le dio una ligera palmada en el culo.

-Anda a buscar tus cosas. Pasamos por el departamento para cambiarnos y después vamos a cenar.

Mia solo quería quedarse acostada encima de la mesa durante los próximos quince minutos mientras se recuperaba de esa sensación de tensión que había sentido durante tanto tiempo. En vez de retarla por no seguir sus órdenes rápido, Santiago deslizó las manos por sus hombros, la levantó y la apretó entre sus brazos.
Ella se acurrucó junto él, inhaló el olor sazonado que desprendía su piel y absorvió todo su calor. Después Santiago la besó en la cabeza y murmuró:

-Estuve muy intenso últimamente, presionandote mucho. Pero parece que no me sale hacer otra cosa.

Ella sonrió contra su pecho y lo envolvió con sus brazos para estrecharlo con fuerza. Santiago pareció sorprenderse ante el gesto; se quedó tieso durante un instante pero después la apretó más contra él y escondió la cara en su pelo.

-No dejes que influya en vos, Mia. Que te cambie... -le susurró. -Sos perfecta tal y como sos.

Pero ya la había cambiado de una forma irrevocable. Ella no volvería a ser la misma nunca.
Cuando la soltó, Santiago se giró casi como si no le hubiera gustado el hecho de haberle susurrado lo que acababa de susurrarle. Ella se acomodó la ropa y fingió no ver su incomodidad. Se acercó a su propia mesa para agarrar el bolso y después se volvió a girar hacia Santiago con una amplia sonrisa en la cara.

-¿Nos vamos?

Él estiró el brazo para dejarla ir adelante y después le puso la mano en la espalda al tiempo que salían de la oficina. Ambos se despidieron de Elena, que también estaba preparándose para irse, y después se encontraron a Martín esperando el ascensor.

A Mia se le paró el corazón. ¿No se suponía que estaba en una cena con los inversores con Agustín? Dios, ¿qué hubiera pasado si quería entrar a la oficina de Santiago? ¿Habría ido y se hubiera dado cuenta que la puerta estaba cerrada? Peor, ¿podría haber escuchado algo?

-Martin, pensé que estabas con Agustín -pronunció Santiago como si nada.

Martín sonrió y Mia se asombró de lo lindo que era ese hombre.

-Me olvidé una carpeta con información importante sobre la gente con la que nos íbamos a reunir. Agustín está piloteando y diciendo excusas por mi inevitable retraso.

Mia resopló.

-¿Agustín la está piloteando? Ese es tu fuerte, Martín. ¿Cómo mierda hiciste para convencerlo de quedarse y venir vos a buscar la carpeta? Seguramente se debe estar tirando de los pelos ahora mismo.

Martin la agarró del mentón y después la abrazó entre sus brazos.

-Te extrañé mucho, Mimi. Y sí, no le dejé muchas opciones a Agustín. Me fui antes de que me amenace.

Ella le devolvió el abrazo a Martín, relajada ante el evidente afecto que le estaba mostrando. Hasta ese momento, había pasado bastante tiempo desde la última vez que había disfrutado de la compañía de Martín y Agustín. Lo extrañaba. Extrañaba su constante y reconfortante apoyo.

-Yo también te extrañé. Pasó mucho tiempo, Martín. Estaba empezando a pensar que ya no me querías.

Entraron en el ascensor y Martín la miró con cara horrorizada.

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