Capítulo 13

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Mia estaba inmersa en su trabajo cuando la puerta se abrió y entró Santiago. Levantó la mirada de los papeles y se embebió completamente en él. Los ojos de Santiago se cruzaron con los de ella, apareciendo en ellos justo entonces un destello de satisfacción que la hizo marearse de la excitación. Además, los atravesó una inmediata ola de reconocimiento, de tensión, que casi se podía palpar en la espaciosa oficina.

La lujuria se instaló en los ojos de Santiago, y Mia se dió cuenta de un pinchazo agudo en las entrañas mientras todo su cuerpo cobraba vida. Una intensa combinación química explosiva que por fin se habían permitido liberar.

—Veni acá.

La orden fue rápida e imperiosa y Mia automáticamente se puso de pie como respuesta a su brusca solicitud. Se encaminó hasta el centro de la habitación, donde Santiago estaba de pie, y este la apretó rudamente entre sus brazos.
Santiago la besó con desesperación y deseo, como si no hubiera pensado en nada más que ella en su ausencia. Era un pensamiento muy fantasioso, uno que parecía válido teniendo en cuenta la forma en la que le estaba devorando la boca. Sus lenguas húmedas se encontraron rápido. El gloss se le iba a correr, pero la idea de verlo a él con ese brillo en los labios solo intensificaba el deseo.
Ella podría tener marcas de los dedos de Santiago, pero, de alguna forma, él también iba a tener las de ella aunque fuera temporalmente. Su sello. Su marca. Ella bien podría ser suya, pero él también le pertenecía a ella durante todo el tiempo que su relación durara.

Mia sintió una brisa de perfume en su ropa, que la puso celosa sin importar lo poco razonable que pudiera ser. La inmediata posesividad la agarró por sorpresa. Ella nunca se había considerado una persona posesiva o celosa, pero la idea de que otra mujer hubiera estado cerca de él le hacía querer sacar los dientes y gruñir. Santiago necesitaba una señal invisible en la frente que diga: «Las manos quietas. Es mío».

Santiago alargó el brazo para abajo para agarrarle la mano y después la arrastró hasta su mesa. Mia no tenía ni idea de lo que estaba a punto de hacer, pero sus sentidos estaban alerta.
Él se sentó en la silla y se separó un poco de la mesa.

—Sacate la pollera —le dijo abruptamente.

Con los nervios a flor de piel, Mia llevó la mirada hasta la puerta y después la volvió a posar en él.

—La puerta está cerrada con llave, Mia —le dijo con impaciencia —Ahora sacate la pollera.

Tragándose todas sus dudas, comenzó muy lentamente a bajarse la pollera hasta dejar desnuda la parte inferior de su cuerpo frente a la ávida mirada de Santiago.
Para su sorpresa, este no le dijo que se sacara la camisa ni el corpiño, sino que le agarró la mano y la llevó a su dura entrepierna. Ella ahogó un grito de sorpresa cuando las manos de él la rodearon por la cintura y la levantaron lo suficiente como para sentarla en el borde de la mesa.

—Anoche fui descuidado con vos —le dijo con un tono de voz ronco.

Mia estaba confusa y segurísima de que su expresión no indicaba lo contrario.

—Normalmente no soy tan egoísta durante el sexo. Mi única excusa es que me volves loco, Mia. Tenía que tenerte.

Sonó como si no quisiera estar admitiéndolo. Había reticencia en sus ojos, pero sus palabras sonaron llenas de sinceridad.

—Tirate para atrás —le dijo en un tono más suave —Apoyate en la mesa con las manos mientras disfruto de mi postre.

«Ay, Dios.» Mia dejó de respirar por un momento y después continuó soltando el aire por partes. Se puso como él le había dicho, y Santiago le separó cuidadosamente los muslos hasta dejar su sexo desnudo al alcance de su mirada y de sus caricias.

Appeal › [Santiago Caputo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora