▸ Verano en Jeonju ៸៸ 𝙅𝙚𝙤𝙣𝙜𝘾𝙝𝙚𝙤𝙡

XXXIX

El cielo comenzaba a teñirse de un tono rojizo cuando Soonyoung llegó a la casa de Seungcheol, todavía inmerso en sus pensamientos.

La propuesta de Minghao para ser oficialmente novios había sido como un relámpago: inesperada, iluminando todo por un instante y dejando en su lugar un eco que no podía ignorar.

El día había sido una mezcla de emociones. Había vuelto a sentir la chispa de lo que tenían, pero también el miedo de que todo se desmoronara nuevamente.

Minghao siempre había sido tan enigmático, tan difícil de leer, que aceptar su propuesta de inmediato parecía una decisión precipitada.

Entró al cálido ambiente de la casa y dejó sus zapatos en la entrada. Desde la sala, pudo oír las risas de Jeonghan, quien estaba sentado en el sofá, envuelto en una manta, viendo un k-drama en el televisor mientras devoraba un gran tazón de palomitas de maíz.

—¿Eso es saludable para alguien que salió del hospital hace apenas unos días? —preguntó Soonyoung, arqueando una ceja mientras se acercaba a él.

Jeonghan levantó la mirada, con un gesto de leve indignación.

—No tiene alcohol, que es lo único que me prohibieron por mis antibióticos, así que estoy seguro de que mi cuerpo lo tolerará —respondió con un aire despreocupado, tomando un sorbo de refresco.

Soonyoung suspiró. Sabía que discutir con Jeonghan era inútil, pero no pudo evitar preocuparse. Sin embargo, notó cómo los ojos de su primo se entrecerraban ligeramente, en esa forma característica de él cuando estaba a punto de iniciar un interrogatorio.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó Soonyoung, intentando adelantarse a lo inevitable.

—Sabes que voy a preguntar, ¿verdad? —Jeonghan dejó las palomitas a un lado y se inclinó hacia adelante, fijando su atención en él—. ¿Qué pasó con Minghao?

Soonyoung resopló, consciente de que escapar era imposible. Se dejó caer en un sillón frente a Jeonghan y, tras un momento de vacilación, decidió contarle todo. Desde el día que pasaron juntos hasta la inesperada propuesta.

—¿Y qué le dijiste? —preguntó Jeonghan, inclinándose aún más, con evidente curiosidad.

—Le pedí tiempo para pensarlo —admitió Soonyoung, jugando con las mangas de su chaqueta—. Todo fue muy rápido. No sé si aceptar sea lo correcto.

Jeonghan asintió lentamente, como si estuviera analizando cada palabra.

—Hiciste bien —dijo al fin—. Pero escucha, no se lo pongas tan fácil. Hazte el difícil. Que Minghao sepa que esta vez no puede tomarte por garantizado. Y pon límites claros, Soonyoung. Esta es tu oportunidad de asegurarte de que las cosas sean diferentes.

Soonyoung se quedó pensativo por un momento, asimilando el consejo. Finalmente, asintió con una leve sonrisa.

—Tienes razón. Lo haré a mi manera esta vez.

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El cielo ya estaba oscuro cuando Seungcheol regresó a casa después de un largo día de trabajo. Sus pasos eran pesados, y la tierra que cubría sus botas resonaba en el suelo de madera al entrar. Su ropa estaba manchada de tierra seca, sus hombros caídos por el cansancio y el cabello despeinado, húmedo de sudor. Sin embargo, lo primero que buscó al entrar fue la figura de Jeonghan.

En el sofá de la sala, Jeonghan estaba acurrucado bajo una manta ligera. Un tazón vacío descansaba en su regazo, mientras sostenía un refresco con una mano y la otra jugaba con el control remoto. La suave luz del televisor iluminaba su rostro, y su atención parecía completamente absorta en el kdrama que estaba viendo.